martes, 28 de febrero de 2012

El Ministerio de la Verdad informa…

El Ministerio de la Verdad informa…

Se interrumpen de golpe las transmisiones y aparece en todos los monitores de televisión y de radio (también) la imagen del caballo blanco al galope hacia la izquierda hecha con la misma técnica de animación 3D que utilizó Dire Straits en su video de Money for Nothing en el año 1985.

Sobre las imágenes del caballito con fondo tricolor y ocho estrellas se inserta la voz del enano engolado que narra con verbo hiperflorido todos los desfiles militares: “Esta es una transmisión oficial del Ministerio Del Poder Popular Para La Verdad, La Información y Todo Tipo De Otro Tipo De Comunicaciones (que se escribe MPPPVITTOTC y se pronuncia… bueno, no se pronuncia porque no se puede) en cadena conjunta de radio, cine, televisión, internet, redes sociales y vasitos plásticos unidos por pabilo”.

Acaba la animación y el resto de la cadena transcurre con una voz en off (la del enano engolado, claro) sobrepuesta a una imagen (colorizada –y encolerizada- en rojo) en Primerísimo Primer Plano del rostro del Comandante Presidente que nos vigila.

Voz en off:

“El Ministerio del Poder Popular Para La Verdad, La Información y Todo Tipo De Otro Tipo De Comunicaciones anuncia las verdades absolutas para la mañana de hoy:

La delincuencia no existe. Existió durante la putrefacta república anterior pero dejó de existir hace rato. Desde que estamos en verdadera democracia bolivariana no hay delincuencia. Toda manifestación de violencia y delincuencia no son otra cosa que un acto delirante e injustificado de manipulación mediática y autoinmolación perpetrado contra el pueblo y contra sí misma por la oposición apátrida.

Los índices de pobreza alcanzaron anoche un valor histórico e histérico del -25%. Es decir, somos 25% más ricos que hace 24 horas.

Se expropiaron unas nuevas 35 mil viviendas y se entregaron a sus dignos invasores los correspondientes 50 mil títulos de propiedad. Para el 2013 se alcanzará la meta de contar con más viviendas dignas que habitantes en esta nación.

Queda abolido en el gobierno bolivariano el tiempo y el proceso que media entre la concepción de una idea y su ejecución. Es decir, si se nos ocurre asegurar que vamos a construir 5 millones de viviendas y 4 millones hospitales y autopistas suficientes como para ir de Caracas a Marte ida y vuelta es porque eso YA ESTÁ CONSTRUIDO Y PUNTO.

El Premio Nacional de las Artes será entregado por tercer año consecutivo al mismo y único artista plástico del país (a este tipo que nadie sabe cómo se llama, ni nos importa, porque al final todos los artistas son maricones, pero que pintó hace como cinco años aquel cuadro prodigioso titulado “Los Héroes de Puente Llaguno”).

Por cierto, “marico”, “maricón”, “afeminado” y “yo creo que este candidato majunche es como raro” seguirá siendo insultos en la República Bolivariana de Venezuela del 2012. Siendo uno de los pocos países del mundo donde todavía se cuenta con el privilegio de que tales cosas sigan siendo consideradas insultos.

La réplica de la Espada de Bolívar será entregada por tercera vez a Muamar Gadafi –por segunda ocasión en su versión post mortem- y el pueblo entero de Venezuela personificado en su máximo líder lamenta profundamente no contar con la presencia física del homenajeado por razones mayores que escapan, inclusive, a las posibilidades omnipotentes del Presidente Comandante.

Por decreto del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal Supremo de Justicia se dictamina que las fraudulentas elecciones primarias para designar al candidato majunche de la oligarquía opositora y apátrida que pretende volver (no volverán) para robarnos la felicidad e intentar medirse contra el vitalicio líder de la revolución bonita contaron realmente (estas son las cifras oficiales) con la participación de 2 mil doscientos cincuenta y dos y tres cuartos de votantes. Que no los sacaron realmente pero se los vamos a regalar.

Las encuestadoras más confiables, neutrales y serias de la nación (como la del Comandante Gato, Jessie Chacón) estiman que ese mismo número de opositores acudirá a las urnas (a las electorales, por ahora) para expresar su ridículo apoyo a su candidatucho mientras que el resto del pueblo manifestará su apoyo incondicional y eterno a nuestro máximo líder que superará los 15 millones de votos en esta oportunidad. A quienes les gustan los porcentajes les diremos que ganaremos, más o menos, con el 104, 69% de los votos.

PDVAL jamás ha dejado podrir ni un mísero miligramo de alimentos. Tampoco se ha derramado ni un solo centímetro cúbico de petróleo en los ríos de la patria por negligencia de PDVSA y el surtido eléctrico no ha fallado ni una sola vez en más de 13 años de impecable gestión.

Nunca, al igual que con la delincuencia, jamás existió una tal lista Tascón.

A los saboteadores de la oposición apátrida, esa cuerda de desnaturalizados que andan difundiendo imágenes e informaciones sobre los supuestos derrames de petróleo, las infundadas cifras de alimentos podridos, las irrisorias fallas del sistema eléctrico nacional y se andan quejando por los ridículos atropellos dizque por ser “víctimas de la supuesta Lista Tascón” les recordamos y advertimos que somos revolucionarios pacíficos pero que estamos armados, que tenemos a los militares de nuestro lado, que los civiles revolucionarios están provistos de granadas, subametralladoras, fusiles AK-47 y estamos entrenados para defender la revolución… bueno, mosca pues.

Ah, y que tenemos también aviones Sukhoi, tanques, helicópteros, blindados, un reactorcito nuclear que nos regalaron los iraníes para que nos hagamos nuestra propia bomba y hasta un híbrido de vaca con burro y helicóptero artillado que le compramos a los rusos y que cada vez que lo van a despegar hay que despejar la pista entera del aeropuerto de La Carlota y al que algún día le vamos a terminar de construir su hangar para que quepa (pero es que no hay cabillas ni cemento ni espacio para levantar esa vaina, pero la vamos a hacer, estamos a punto ya). Así que, de nuevo, mosca pues.

Les recordamos a todos los hijos de meretriz (eso qué será… ¿ah, sí? ¿y se escribe así con z o es con s? Verga); bueno, les recordamos a todos esos hijos de su grandísima madre, desnaturalizados, descerebrados, descorazonados, degenerados, apátridas, traidores y batequebraos de la oposición apátrida que seguimos opinando (por ahora) que maldito sea el soldado que levante el arma en contra de su pueblo, pero si se lo buscan y se andan con comiquitas… mosca pues.

Por cierto, dejen la violencia, dejen quieto al que está quieto, águila no caza moscas pero si no reconocen lo que les vamos a obligar a reconocer en estas y en todas las elecciones… mosca pues.

La nación de Eurasia no existe. No por ahora. Pero el día en que se nos ocurra que sí existe: nosotros siempre hemos estado en guerra con Eurasia, hasta que decidamos lo contrario.

El término lesión, a partir de ahora, significa otra cosa. Así que a los deportistas, a los que sufrieron de algún traumatismo y a los miembros de la Real Academia de la Lengua Española les aconsejamos que se busquen otro término. Que lo sepan, decir cosas como “El defensa de la Vinotinto, Oswaldo Vizcarrondo, no jugará esta semana porque sufre de una lesión en el tobillo derecho” será considerada un exabrupto y se pagará con todo el peso de la justicia (la nuestra). A los individuos de número de la Real Academia de la Lengua de Venezuela les advertimos que les estaremos dando en las próximas horas una visita cordial de un batallón de la milicia bolivariana encabezado por Mario Silva para que les enseñe a hablar y se pongan serios.

Los revolucionarios jamás hemos acuñado ni proferido la frase “Patria, Socialismo o Muerte”. Nuestra frase siempre ha sido: “Patria, Socialismo y Vida, Venceremos”. Aquí los únicos que anda hablando de muerte son los muertos en vida (por ahora) de la oposición.

¿Les queda claro que somos pacíficos pero estamos armados? Ah… bueno, mosca pues.

Ya, camaradas, suficiente por ahora. Suelta la animación del caballito 3D y vamos a preparar la cadena de esta tarde a ver si por fin le declaramos la guerra a Eurasia y se nos ocurren construir 5 millones de viviendas más”.

Fin de la transmisión.

viernes, 17 de febrero de 2012

Los pesos de la memoria


Hace unos años tuve la dicha de participar en un seminario en la Maestría de Literatura de la Universidad Simón Bolívar con mi querida amiga e insigne profesora Gina Saraceni. Ese seminario iba sobre “escribir hacia atrás: la construcción de la memoria”. He de reconocer que difícilmente he aprendido tanto y con tantísimo gusto en un curso como en esa ocasión.

La memoria es un asunto complejo, es a un tiempo la fuente de la identidad, lo que nos permite ser y asumirnos por medio de la cristalización de ese relato que construimos de nosotros y de lo nuestro; pero también puede funcionar como un peso titánico sobre nuestras existencias, el pasado convertido en roca que se afinca sobre nuestras espaldas, una cosa imposible de arrastrar que nos impide caminar derechos por el presente y mucho menos avanzar hacia el futuro.

Las maneras en que se representa a la memoria son también variadas y complejas. Hay memorias convertidas en relatos históricos, en la Historia (así con H mayúscula) de nuestros pueblos, próceres, gestas épicas y todas aquellas construcciones de un canon que pretende ser colectivo –y a veces lo logra- que se empeña en rescatar ciertos momentos y personajes del pasado mientras desecha u olvida todos los demás. Son memorias también, hechas de granito, mármol y bronce los monumentos y estatuas. También los fantasmas son representaciones de la memoria: una ausencia que vuelve desde el pasado y se nos hace presente. Son memoria de igual forma las postales, las fotografías, los retratos, las cartas, los escudos, los símbolos y todos aquellos objetos físicos a los que adjudicamos un valor extraordinario que trasciende al objeto per se.

Y, por otra parte, la memoria también es un legado: la herencia de todos esos cuentos sembrados por nuestros padres con los que construimos las historias mínimas de nuestras familias o hasta la de nuestras identidades personales.

Hay memorias que fortalecen y nos proporcionan un piso firme sobre el cual asentarnos y arraigarnos. Pero hay memorias que nos aplastan, nos hacen sombra, nos asfixian y nos mutilan. También hay pueblos e individuos desmemoriados, esos que se creen aquello que decía Orwell en 1984: “Siempre hemos estado en guerra con Eurasia”, y se lo creen y hacen borrón y cuenta nueva por más que sean capaces de recordar perfectamente que Eurasia ayer era nuestra aliada de toda la vida. Ser desmemoriado es exactamente igual de nocivo que quedarse atrapado en la memoria. El mismo maleficio, idéntico, pero al otro lado del espectro.

Los venezolanos padecemos los efectos de una memoria colectiva asociada con la figura de Bolívar. Bolívar el Padre de la Patria, El Libertador, el más grande e inalcanzable de los venezolanos jamás y para siempre. Bolívar el incuestionable, el incriticable, el intocable. Como si no fuéramos capaces de dejar a ese caballero descansar en paz en su Panteón. Necesitamos bendecirlo y bautizarlo todo con el nombre de Bolívar, investirlo todo bajo su espíritu. Lo tenemos en la moneda, en las plazas, en el nombre de un sinfín de instituciones y en la boca de todo aquel que necesita convencernos de que tiene a la verdad agarrada por las barbas porque sus palabras y obras están sacramentadas por Bolívar.

Estamos obligados a honrar a nuestros padres, es un mandamiento. Y muchos podemos tener la bendición de haber contado con un padre que ciertamente se merecía toda nuestra honra; pero también se nos olvida que muchos pueden tener otro tipo de relaciones mucho más conflictivas o acaso nulas con sus padres. Hay personas muy buenas y dignas que resultaron ser hijas de malos padres, de padres ausentes, tiránicos, abusivos, patanes, de unos señores a quienes -con toda justicia- no consideran sus padres sino unos tipos ahí a quienes no hay por qué honrar incondicionalmente ni rendir la pleitesía a la que pretende obligar el mandamiento. La paternidad se gana, no se impone.

Los venezolanos somos hijos de Bolívar y habrá gente que está en pleno derecho de sentirse orgullosa de ese legado mientras habrá otros que, con el mismo derecho, lo puedan cuestionar o sentirse menos identificados. Eso no te hace más venezolano o menos venezolano. Como tampoco te hace más venezolano preferir las arepas al pan o preferir un disco de The Cure a uno de Chino y Nacho. Ser bolivariano no puede jamás convertirse en sinónimo de ser venezolano. No podemos confundir el amor a un prócer con el afecto que le tenemos a la tierra que nos vio nacer y que es el hogar de nuestras familias y amigos. Ser crítico de Bolívar no te convierte en un apátrida ni en un mal venezolano, te hace simplemente un venezolano que tiene una postura crítica acerca de la figura de Bolívar. Alguien que opta por asumir una posición particular con respecto a los dictámenes de la memoria colectiva y sobre el legado que le ha tocado llevar por simple casualidad geográfica. Cada quien es libre de metabolizarlo a su manera de la misma forma en que metabolizamos algunas enseñanzas de nuestros padres biológicos o de crianza: me quedo con todo esto y lo asumo con orgullo dentro de mi saco al tiempo que me sacudo de estas otras cosas que no me van o me hacen ruido.

Así que cada quien puede querer más o querer menos a Bolívar. No le veo ningún problema a eso. Lo que sí veo con preocupación es el uso (y abuso) que se le da y que pretende imponerse por medio de los símbolos bolivarianos. El (ab)uso que se le da a la espada de Bolívar es un ejemplo; porque parecemos obviar que esa espada es la metáfora del caudillismo, del militarismo, del belicismo, de una locura mesiánica en la que al blandirla o entregarla nos sentimos poseídos por el espíritu del mimo Simón Bolívar. Lo mismo ocurre con el dichoso Decreto a Guerra a Muerte: “Españoles y canarios contad con la muerte aunque seáis indiferentes, si no obráis por la liberación de América, Venezolanos contad con la vida aunque seáis culpables” (Simón Bolívar, 15 de junio de 1813). Nadie me puede obligar a adorar incondicionalmente y sin derecho a formarme mi propia opinión a un padre así que anda en una de espadas y rebanamiento de cabezas. Apelo a mi derecho de expresar “yo preferiría otra figura paterna y quedarme con otros fragmentos de ese legado que me tocó”.

Porque la memoria, además de caprichosa, está hecha de una materia porosa que si bien deja traspasar también filtra.

Guardemos de una buena vez la espada de Bolívar en una bóveda inviolable. Clausuremos la producción y la entrega de réplicas de la fulana espada. Respetemos los restos del buen Simón y vamos a deslastrarnos de tanta ridiculez mesiánica y patriotera. Esa espada pesa demasiado. Es un legado que nos tiene literalmente clavados en el pasado, en un modelo de país que ya no somos y que no deseamos ser, mucho menos en pleno siglo XXI. Nos tiene aprisionados en el pensamiento decimonónico, nos obliga al estancamiento o a ese estéril intento de caminar hacia adelante pero con los pies y las espaldas inclinados hacia atrás. Nos está matando la escoliosis y se nos están achicharrando las ideas de tanto empeño en construir el futuro a fuerza de memorias. De esas construcciones delirantes, por favor, dejemos que se encargue la literatura.


viernes, 10 de febrero de 2012

Después del vacío.


Hay un chiste rodando por allí que asegura que todos los seres humanos tenemos un amigo o conocido al que llamamos El Pollo. Yo no soy la excepción de la regla, el mío se llama Francisco y nos hicimos panas desde que una mañana, el primer día de clases de 5to grado en el colegio El Peñón, un catirito se me acercó desde el pupitre de al lado, me puso una mano en el hombro y me preguntó: ¿Chamo, cuál es el apellido del presidente Lusinchi?

Han pasado 30 años desde que el Pollo me formulara semejante pregunta y yo todavía no encuentro una respuesta suficientemente feliz como para responderle. Me imagino –con necedad infantil- que el día en que la encuentre, de alguna manera, se dará por abrochado un ciclo que no quiero en lo absoluto cerrar.

Resulta que mi gran amigo, el Pollo, es de los fanáticos más entusiastas e incondicionales de U2 y por esa razón decidió compartir conmigo (Dios, qué nervios, podemos acabar presos los dos por semejante ilegalidad) el documental U2: From the Sky Down (2011), que el cineasta Davis Guggenheim le hiciera a la banda irlandesa a razón de los 20 años del lanzamiento de su mítico álbum Achtung Baby.

Ya que todos estamos claros en que contar una película es de las cosas de peor gusto que podamos cometer, simplemente me limitaré a mencionar algunas reflexiones que se me antojan descollantes después de ver el documental:

-Bono (el vocalista) es de los seres más atorrantes y nerviosos que uno pueda tener al lado.

-The Edge (guitarra) es prácticamente un monje budista, un monumento hecho de carne y hueso a la paciencia y la cordura. El único ser en este planeta que se aguanta a Bono girando permanentemente instrucciones absurdas como: “Edge, tienes que tocar eso mismo que acabas de sacar de tu guitarra pero más abstracto, más como si fuera una abstracción sónica”. A lo que Edge, con paciencia de mártir, responde: “Lo voy a intentar, pero no será fácil”.

-Bono es, también, uno de los mejores entrevistados que un documentalista puede sentar frente a su cámara. Es un prodigio con las frases, un apasionado, un sabio, un tipo que se las ingenia siempre para cantar cuando habla y hablar cuando canta. Deben contarse, por lo menos, unas 20 frases dignas de convertirse en mantras o grafitis proferidas por Bono durante esos 90 minutos de película.

-U2, justo después de caer bajo con aquel intento de internarse en las raíces americanas y ponerse a tocar blues de tú a tú con BB King -en aquel bodrio de infelice recordación llamado Rattle & Hum (1988)- atravesó por una crisis de identidad absoluta. Un túnel sin salida, la más absoluta penumbra que casi los ahoga y desintegra. Así que decidieron viajar a los míticos estudios Hansa de Berlín (donde una década antes había grabado el gran David Bowie) ubicados a unos 50 metros del recién derribado muro de Berlín, para ver si allí se reencontraban con el entusiasmo perdido. Y, ciertamente, de Berlín salieron resucitados con las primeras maquetas del Achtung Baby (1991), disco que a la postre se convertiría en lo que muchos –entre quienes me cuento- consideran la obra maestra de U2.

-Hay una frase de Bono que sirve de hilo conductor y de leit motiv a la película: “Debes rechazar primero una expresión de la banda antes de continuar a la siguiente expresión. Y mientras tanto estás flotando en el vacío”.

Esa máxima de Bono me resulta una metáfora poderosa que hoy conecto con una expresión de mi padre cuando, siendo yo un niño, le pregunté por qué su primera novela se titulaba La hora más oscura. Papá me dijo en aquel momento: “porque a los hombres se nos suele olvidar que justo después de la hora más oscura, esa que hay en plena madrugada, viene el amanecer”. Aquella era una novela que iba sobre la resistencia y la clandestinidad en los tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez. Que hablaba de las noches en que mi papá se reunía clandestinamente con sus amigos perseguidos por la Seguridad Nacional y entonces repetían una escena recurrente: “¿Te imaginas cuando dentro de unos años nos reunamos juntos a beber y conversar y recordemos los tiempos en la clandestinidad? Y será entonces un recuerdo distante, difuso, como si hubiera sido todo una pesadilla”. Y sí, ciertamente atravesaron aquella hora más oscura y se hizo la luz. Papá murió muchos años después en democracia, una democracia imperfecta y mejorable, claro está, pero democracia al fin y al cabo.

A veces uno cree que la tormenta no pasa. Que las cosas están condenadas a una noche eterna. Que el túnel es infinito y no habrá salida ni luz al fondo y que estamos jodidos para siempre y punto. Pero justamente cuando estamos adentrados en esa penumbra desquiciante de la hora más oscura sobreviene mágicamente la luz.

A U2 la luz del Achtung Baby le ha permitido sobrevivir 20 años más. De la misma manera que hay gente que atraviesa un proceso de batalla contra una enfermedad terminal y a los meses te los encuentras más enteros que nunca, reconciliados con la vida y rejuvenecidos. La vieja metáfora del águila que se interna en la caverna, se lleva a sí misma hasta los límites de la muerte y luego sale de allí con nuevas garras, nuevo pico y las plumas en forma como para volar una vida entera más.

No sé por qué me gustó tanto el documental de U2. No sé por qué me movió tanto como para escribir estas líneas cuando hay bandas y músicas que me han movido mucho más y sobre las que jamás me he animado a escribir. Nunca he sido un fanático muy ferviente de la banda irlandesa aunque se merece todo mi respeto; digamos que le estoy agradecido por haber servido de puente entre mi música y la música de muchos amigos a quienes les tengo franco afecto. Digamos que esos dublineses han servido de zona de confort para no ser avasallado ni avasallar durante los conflictos musicales.

No sé, será seguramente porque este domingo hay elecciones en Venezuela y uno acaricia siempre en estas fechas la posibilidad también de reencontrarse con el entusiasmo perdido. Pensar simplemente que durante tantos años esto ha sido puro túnel, penumbra y sensación de flotar en el vacío. Pero que no se trata de otra cosa que el necesario recorrido por la hora más oscura. Ya el domingo, rescatando a Bono, empezaremos a desechar una expresión para poder continuar con la siguiente. Flotaremos un rato más en el vacío, sí, pero amanecerá. De eso se trata todo.