Dice el grandioso escritor argentino Ricardo Piglia, que durante la dictadura de los milicos en Argentina el discurso oficial utilizaba una metáfora para explicar lo que hacían: “La Nación está enferma de una especie de tumor, de ese cáncer que es la subversión, y nosotros debemos operarla”. Operarla sin anestesia hasta el hueso, decía textualmente el General Videla. Y en cierta forma los militares construyeron una metáfora quirúrgica. De una manera encubierta y alegórica confesaban el mecanismo de horror que habían puesto en marcha. Porque realmente hablaban, aunque sin decirlo, de cuerpos desnudos sobre camillas metálicas, de las carnes laceradas por las destrezas de sus verdugos, de la sangre que corría por el alcantarillado, los aparatos de terror que penetraban y ultrajaban esos cuerpos, de salas de tortura similares a quirófanos donde extirpaban sin anestesia “el mal” de los cuerpos subversivos. Para que aprendan, para que se curen, para que no nos sigan enfermando a la Nación.
Los vencedores escriben la historia, ya lo sabemos, pero Piglia sostiene que toda una trama de relatos se teje en los territorios de los vencidos y los testigos. Que a la Historia Oficial se contraponen los relatos mínimos que la confrontan, la sabotean, la ponen en duda. Relatos como pequeños alacranes que se le suben a los tobillos oficiales, que le clavan aguijonazos –lúcidos, impecables, mordaces, cargados de sano veneno-, los ponen nerviosos, les desatan la paranoia, les hacen arrancarse los uniformes, las medallas, las charreteras tejidas de dorado para salir corriendo como adolescentes histéricas. La Historia Oficial de los cirujanos es dinamitada y puesta bajo sospecha cuando se detonan, por aquí y por allá, una hemorragia indetenible de relatos inmunes a las puntadas; los relatos de los pacientes negados a curarse junto con aquellos de los testigos que vieron y saben otras cosas.
No se me ocurre nada feliz cuando intento desenmascarar el discurso encubierto bajo la metáfora de lo rojo rojito, o debajo de esa propaganda oficial que nos machaca con que con Chávez manda el pueblo y que Venezuela ahora es de todos. Un relato subyacente nos hace concluir que todos deberíamos sentirnos encarnados por un solo hombre. Que Chávez es el pueblo. Este país soy yo, dirá el militar. Como lo dijo (otro militar) el propio Videla, o tal como lo sostuvo Luis XIV desde su trono absoluto. Ah, y un tal Calígula, un poco antes, en tiempos de Roma. Similar a una siniestra certeza que nos susurra –como una voz ahogada debajo del grito histérico e histórico de los vencedores- que lo colorado no está en las gorras, las chaquetas y las banderitas. Que verdaderamente rojo duele y salpica; pero lamentablemente de eso nos tocará contar –y curar- más tarde.
La verdad es que tampoco se me ocurre nada feliz que comentarte.
ResponderBorrarYa veremos, dijo un ciego... siempre esperando que podamos contar y curar -si no nos da tiempo a nosotros, al menos que lo puedan hacer nuestros hijos.
Tu "Metáfora Oicial" produce algo de escalofrío,miedo y hasta un poco de terror....
ResponderBorrarNos duele tanto la cirugía al tumor, la cura , como la crueldad de la injusticia y prepotencia de muchos de nuestros gobernantes.
Bueno, en estos momentos escriben la historia quienes la van ganando. Y lo hacen cada vez peor.
ResponderBorrarJosé, es de los escritos más profundos que te he leído.Tu pluma es extraordinaria.Tu post en mi opinión es un canto a la esperanza,una protesta, un terrible y crudo alerta. Está cargado de tus convicciones;en el fondo refleja lo que eres y expresas a menudo en tus escritos, con tus razonamientos que siempre parecen aspirar construir un mundo mejor. En el fondo refleja tu hondo idealismo, tu afinidad con la belleza, lo estético, la poesía; todo está conectado con tu pensamiento abstracto, que difundes casi que instintivamente inspirado en escenarios que te son hostíles, y que sueles conbatir con tu verbo irreverente, alzando tu voz como mejor lo sabes hacer, creando, ideando mundos paralelos, que soñamos utópicos...
ResponderBorrar¡Felicitaciones!
....qué voy a decirte que no sepas o no sientas...Que hay que seguir caminando: siempre, siempre, siempre, y acomodar en algún lado lo viejo sin olvidarlo.
ResponderBorrarChamo me quedé sin palabras. Venía de la Yuraima de José y aún con los ojos llenos de lágrimas y una profunda emoción, me enfrento a tu Metáfora Oficial... fue fuerte... Quiero pensar, a pesar de todo, que si podemos encontrar una cura, así como Simón descubrió una Yuraima igualita... mmu
ResponderBorrarYo creo que más que nosotros, que - aun - podemos ver por encima, el dolor será para otros y lo peor, es que no se darán cuenta de quién les está cosiendo la espalda.
ResponderBorrarTerriblemente desesperanzador. Así termina uno cada vez que se entera del rumbo improvisado que lleva nuestro país. Pensar en ello pasma toda posibilidad de inspiración, de esperanza, de aliento. Sin embargo, he llegado a pensar -tal vez por encontrar algún consuelo- que si pasamos por esto es porque necesitamos valorar lo que somos y lo que tenemos, porque sólo pasando momentos tan duros podremos saber de qué somos capaces y de qué estamos hechos. Consuela saber que dentro de todo ese mar de rojos rojitos cada vez son más los que abren los ojos, aunque no haya una salida aparente. De todo esto, José, nos quedará una cicatriz que nos hará más grandes. Una que nos gritará que nunca más debemos rendirnos e ir al horno sin luchar.
ResponderBorrarSomos demasiado grandes como para dejarnos vencer por la impotencia, que aunque se vea tan poderosa no es más que un Goliat perdido, preso en su propia torpeza.
Ánimo!
Toda intervención es peligrosa, creo en la medicina preventiva ¿Habrá tiempo para tomar té de toronjil y menta?
ResponderBorrarEncantada.
Horriblemente cierto!! lo que queda parece es esperar a que los alacranes vayan desnudando la historia, lo que siempre es muy tarde.
ResponderBorrarNi siquiera creo que hay nada que "desenmascarar", porque no hay máscaras, eso es lo peor, hay que tragarsela sin vaselina.
Me queda la, quiza, ingenua esperanza de que sea tan burdo tan desatado que luego no pueda con el monstruo que está creando
Como vivo peleando con las palabras se me metió en el ojo "sentirnos encarnados", que en otra acepción habla de nuevo del color
Mi pesimismo es líquido. No sé si sientan, José... creo que han logrado sus planes desensibilizadores. No sentir, es la consigna. No mirar por sí mismo, sino a través del ojo del dictamen. No ser, es la consigna.
ResponderBorrarEsperar...
Un abrazo...
L
.....
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