lunes, 14 de mayo de 2007

Palabras perdidas


Lost Words (de Andrei Petrov)


El Compa conversa mientras yo intento una finta. Se me barre a los pies sin perder el hilo de lo que viene diciendo, me roba el balón, se perfila hacia la arquería mientras grita el complemento directo de una oración y chuta de izquierda. Golazo que se cuela por la esquina superior izquierda. El Compa a los 8 es un gran futbolista. Y un excelente conversador. Es la única persona que conozco en el mundo que ejecuta ambas cosas al mismo tiempo sin que ninguna le robe aliento a la otra.

-Se me fue la palabra- dice, mientras intenta recuperar lo que decía- Siempre se me va una palabra.

-¿Cómo es eso, Compa?

-Todos los días se me pierde una palabra. Estoy en el medio de un cuento y entonces cuando voy a decir algo hay una palabra que no me sale. La tengo en la punta de la lengua, Compa, pero entonces se me olvida.

-Sí, chamo, nos pasa a todos.

-¿A dónde se irán todas esas palabras que uno pierde?- recoge el balón del fondo de las mallas y lo coloca en el centro del campo- 3 a 2 a favor mío, sacas tú.


Esa noche me acuesto y para variar me visita el insomnio. Se me instala como una señora gorda que se sienta sobre el colchón y desequilibra toda la cama. Mi esposa duerme hermosa y plácida; ella sí que nunca la siente, a pesar de lo flaquita y lo delicada. Yo siento la cabeza bullir, una olla de presión a la que se ha perdido la tapita para botar el aire caliente. Una máquina del perpetuo movimiento que juega al fútbol mientras investiga dónde queda ese lugar extraño a donde van a para las palabras perdidas. Walter Benjamin decía que la memoria funcionaba como un relámpago, es el instante fulgurante donde se encuentran el pasado y el ahora. Quien logra aprovechar ese relámpago para traducirlo en palabras y vaciarlo sobre el papel es el escritor o el poeta. Pero el fogonazo no dura nada, su fugacidad es cruel, así que casi siempre se nos va. O casi siempre decimos: más tarde lo escribo, yo lo retomo luego cuando tenga más tiempo. Pero puedes apostarlo que ya no será lo mismo, ya no será igual. Ese relámpago huye. Quizás al mismo lugar donde habitan las palabras fugitivas.

Recreo una vez más -una y otra vez- el gol con el que empaté a 3 el juego de la tarde. Y de fondo musical escucho la respiración calma de mi flaca fundida con la angustia futbolística del Compa: a dónde se me irán las palabras que pierdo día a día. Y se me ocurre en un relámpago benjaminiano que en un mundo paralelo existe un alambique, una máquina prodigiosa que cuenta con un embudo por donde se deslizan todas esas palabras que tuvimos en la punta de la lengua pero que se nos escaparon para impedirnos decir en ese instante aquello que veníamos diciendo. Las palabras son vivas, se nos esconden a propósito porque saben que están destinadas a tareas más nobles. Llegan al alambique y caen -pegando gritos atómicos de felicidad como por un tobogán- a la caldera donde se funden unas con otras. Allí la palabra chocolate se funde con caballo y por la manguera de salida de la máquina surge un chocolallo tamaño natural que relincha y galopa por el espacio. Por la mañana se nos pierde “hojilla” y por la tarde “gamuza”, en la noche el alambique produce gamujillas. Las gamujillas sirven para hacerse cosquillas en las venas. O para consentirse por las mañanas los pelos de la barba.

En ese alambique imposible escondido en el lugar donde van a caer las palabras perdidas se escriben esas novelas fantásticas que siempre hemos querido escribir pero para las que nunca encontramos tiempo. Se conciben y paren los poemas que jamás escribiremos en esta vida. En el corazón de esa máquina las palabras se fusionan, hacen el amor, se combinan y se enamoran, tienen retoños prodigiosos. Son como criaturas extremadamente hermosas que no tienen cabida en este mundo pero sí en otros.

Antes de dormir, fulminado por el agotamiento y por el aluvión de imágenes, pienso en abrirme un fondo de donaciones para palabras perdidas. Voy a pedirle al Compa -en el próximo juego de fútbol, justo cuando vuelva a anotar el gol de la victoria- que si no le importa me regale sus palabras perdidas. Quizás con la suyas, más las mías, más algunas otras que alguien más por allí me quiera ceder, acabe yo reuniendo la materia prima para escribir ese universo con el que siempre sueño poder atrapar. Quién sabe, algún día.


10 comentarios:

  1. Hermano, si aún no ha atrapado ese universo... cuando lo atrape nos dejará boquiabiertos con sus escritos!!!!

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  2. ¡Precioso,Jose!. Que bello tu juego con las palabras,me recuerdas a Rosenblat,aquel Profesor tan querido y admirado por un tocayo tuyo, muy de los nuestros.

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  3. Ay José, déjalas que se escapen, porque así cuando regresen serán mucho más ricas en significado. Tu ya pareces tener la llave al depósito, y ellas no te tienen miedo. Así que sólo déjalas que se apareen, den a luz y luego pide prestadas las que necesites. Eso sí, acuerdate después de devolverlas, no son tuyas, son de la humanidad.
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  4. Querido José, cuenta desde ya con las mías y con las de muchos que al igual que yo, (aquí vienen las excusas...) dejamos que sigan habitando en la punta de la lengua y no terminen de salir a -como dices- inundar este universo con ellas.

    Precioso, por demás.

    OA

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  5. Es tan bueno que algunas se te queden escondidas. Eso es lo mejor de este asunto.
    Se te leen, entre lineas, existen.
    Y son muy buenas, fuertes, dulces, contradictorias.

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  6. Persona José la pregunta,
    pero leí en el blog de Cinzia,
    de una tetería cercana a la que fue tu casa en 2005...

    dime (si quieres y no te importa)

    esa casa

    del 2005

    ¿era en Madrid?

    cariños

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  7. Lease "perdona" en lugar de persona...

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  8. ...palabras; "se las lleva el viento"; a veces...otras tantas quedan en el alma, tatuadas!
    Cariños mil JU

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  9. Raro...hoy a la hora de almuerzo me pregunto a mi propio ser: "donde se ira el tiempo una vez ke pasa"...

    Luego me encuentro cona preocupacion similar en tu blog, solo que con palabras...

    nah, tonterias mias...

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  10. Ayy José, el problema que tengo es que a mi no se me escapa una, se me escapan casi todas, y últimamente estioy sospechando que en el piso de abajo termina el embudo-tobogán, y mis noches de insomnio se van escuchando un teclear que amanece, mientras yo sentada frente a la computadora me quedo con la primera palabra.

    Algún día espiaré en el pipote de basura del vecino y si eran mías!!!!! lo denuncio, lo mato, lo anestesio, aunque seguro que no le salen tan bonitas como cuando el rayo me iluminó

    Un abrapalabra

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