El futuro llegó hace rato
Llegó como vos no lo esperabas
Pero el futuro ya llegó
Patricio Rey y los redonditos de ricota
Llegó como vos no lo esperabas
Pero el futuro ya llegó
Patricio Rey y los redonditos de ricota
Hay un cuento magistral, Flatland de Edwin Abbott Abbott, en el que una esfera se cuela por una fisura del espacio tiempo y accidentalmente cae en el mundo de los cuadrados. Los organismos de inteligencia del universo bidimensional de los cuadrados no entienden cómo es posible que exista semejante invasión de alguien tan curvilíneo y tridimensional. La esfera es sometida a interrogatorios, a torturas, se le exige que explique cómo es eso que algo puede ser redondo y tener una dimensión más, que si ella no sabe que eso está prohibidísimo en el rectángulo mundo de los cuadrados. La esfera intenta dialogar, pero habla y piensa en tres dimensiones. Eso que dice no significa nada cuando las cosas se conciben únicamente en rectas y planos. Una brecha insalvable la distancia de sus captores. Al final deciden los cuadrados hacer lo único que pueden y saben hacer: condenar a la esfera a la compresión hasta que adquiera las dos dimensiones de rigor y una vez plana se le martillan las curvas hasta que formen cuatro lados iguales unidos en ángulo de 90 grados. Problema resuelto.
Pocos relatos tan vertiginosos y tan vaticinadores de lo que se nos vendría encima como ese de la esfera y los cuadrados. Theodor Adorno, a mediados del siglo pasado, se preguntaba cómo era posible la poesía después de Auschwitz; en ese momento mucha gente se habrá cuestionado si el progreso servía de algo, luego de que todas las artes y todas las ciencias acumuladas por la orgullosa cultura occidental se habían puesto al servicio de una banda de chiflados que acabaron liquidando a 6 millones de personas en campos de concentración. Todo el conocimiento del mundo, todo lo que hemos logrado en la Historia, para acabar comportándonos como los cuadrados más cuadrados nunca jamás. La pregunta de Adorno no era una pregunta de si se podía hablar de cosas lindas y de metáforas floridas después del Holocausto, era la pregunta de “y ahora qué hacemos, porque definitivamente lo que veníamos haciendo es una mierda. No sirve”.
Pero el futuro siguió llegando y la cultura se siguió acumulando y la Historia se siguió escribiendo. Y mientras algunos soñábamos un futuro más justo, libre, sin fronteras, lleno de ciudadanos universales, saneado de pestes, surcado por autos voladores, con nuevos sistemas de cultivo y riego para que todos tuvieran qué comer, con viajes interplanetarios para entrar en contacto con extraterrestres, con robots que nos ayudaran a hacer las tareas pesadas mientras la raza humana se dedicaba a cultivar el cuerpo sano en la mente sana y todas esas bolserías que no fueron a parar a ningún sitio; aquí en la Tierra muchos idiotas ilustrados de todos los géneros comenzaron a cuestionarse sesudamente que por qué Asterix era galo. Que por qué se insiste en que quienes resistían en la aldea eran los galos y no “los galos y las galas”. Que debería resucitarse a Goscinny para que reescribiera todo Asterix, y que lo condimentara con las sales de ese neocretinismo llamado lo políticamente correcto. Sí, para que ese deleznable plural masculino fuera sustituido por el imperio de la arroba, y así fueran gal@s, roman@s, legionar@s, god@s y numidi@s. Que por qué coño esos racistas, xenófobos y misóginos de Goscinny y Uderzo ni nos mencionan a la mestiza raza cósmica de los latinoamericanos, mucho menos a nuestras féminas. Ningún tipo de mención a nuestros presidentes y presidentas, a nuestras asambleístas y asambleístos, a nuestras pianistas y pianistos, a nuestros aborígenes y aborígenas, a nuestros insignes idiotos e idiotas.
Pocos relatos tan vertiginosos y tan vaticinadores de lo que se nos vendría encima como ese de la esfera y los cuadrados. Theodor Adorno, a mediados del siglo pasado, se preguntaba cómo era posible la poesía después de Auschwitz; en ese momento mucha gente se habrá cuestionado si el progreso servía de algo, luego de que todas las artes y todas las ciencias acumuladas por la orgullosa cultura occidental se habían puesto al servicio de una banda de chiflados que acabaron liquidando a 6 millones de personas en campos de concentración. Todo el conocimiento del mundo, todo lo que hemos logrado en la Historia, para acabar comportándonos como los cuadrados más cuadrados nunca jamás. La pregunta de Adorno no era una pregunta de si se podía hablar de cosas lindas y de metáforas floridas después del Holocausto, era la pregunta de “y ahora qué hacemos, porque definitivamente lo que veníamos haciendo es una mierda. No sirve”.
Pero el futuro siguió llegando y la cultura se siguió acumulando y la Historia se siguió escribiendo. Y mientras algunos soñábamos un futuro más justo, libre, sin fronteras, lleno de ciudadanos universales, saneado de pestes, surcado por autos voladores, con nuevos sistemas de cultivo y riego para que todos tuvieran qué comer, con viajes interplanetarios para entrar en contacto con extraterrestres, con robots que nos ayudaran a hacer las tareas pesadas mientras la raza humana se dedicaba a cultivar el cuerpo sano en la mente sana y todas esas bolserías que no fueron a parar a ningún sitio; aquí en la Tierra muchos idiotas ilustrados de todos los géneros comenzaron a cuestionarse sesudamente que por qué Asterix era galo. Que por qué se insiste en que quienes resistían en la aldea eran los galos y no “los galos y las galas”. Que debería resucitarse a Goscinny para que reescribiera todo Asterix, y que lo condimentara con las sales de ese neocretinismo llamado lo políticamente correcto. Sí, para que ese deleznable plural masculino fuera sustituido por el imperio de la arroba, y así fueran gal@s, roman@s, legionar@s, god@s y numidi@s. Que por qué coño esos racistas, xenófobos y misóginos de Goscinny y Uderzo ni nos mencionan a la mestiza raza cósmica de los latinoamericanos, mucho menos a nuestras féminas. Ningún tipo de mención a nuestros presidentes y presidentas, a nuestras asambleístas y asambleístos, a nuestras pianistas y pianistos, a nuestros aborígenes y aborígenas, a nuestros insignes idiotos e idiotas.
Y además, cómo es que l@s italian@s, orgullos@s descendientes y descendientas de los etrusc@s y los roman@s, se dejan abofetear de esa manera por sus vecinos gabach@s. Debería exigirse una disculpa oficial por parte del gobierno francés y la retirada del excelentísim@ embajador(a) gal@ en 48 horas o se bombardea ipsofacto París con tod@s sus habitantes y habitantas.
Pues sí, así fue como nos fue llegando el futuro desde hace rato. Llegó como pocos esperábamos, pero ya llegó. Es un futuro degenerado, profundamente estúpido. Anclado en discusiones estériles que cuidan mucho las formas pero no tienen las más mínima idea de qué contenido llevan por dentro. Nos parecemos a ese padre que ve a su hijo salir de la adolescencia y en un momento de profunda sinceridad le comenta a la madre: “Coño, amor, pero qué idiota que nos salió este muchacho. Todo lo que hicimos para esto”.
Pero el muchacho está grande ya, es el dueño del aparato. No baja la cabeza ni asume errores porque está instruido desde chiquito en la pose “me las sé todas”. Tiene el cerebrito cuadrado lleno de chicharrón con pelos, fragmentos de granada, cuatro ideas mal masticadas sobre el comunismo y se llama Chávez. Y el otro, al que le busca pleito, tiene el cuadradito armado a punta de gotas de petróleo, bosta de vaca, residuos de ojiva nuclear, un caletre del manual del buen republicano y se llama Bush. El resto de los cuadrados del mundo se debaten entre uno y otro. No entienden que se puede detestar a ambos por igual, que se pueden considerar a los dos payasos trágicos. Que bien valdría la pena olvidarse de ambos cretinos (y de sus respectivos séquitos de cretinos y cretinas) para cultivarse una nueva dimensión libre de ellos. Otra distinta que nos lleve por mejor sendero a cosas más profundas. Pero no, es que en el imperio de los cuadrados se es cuadrado y punto, aquí que nadie se ponga con curvas o a cambiarle el ángulo a las cosas.
Mientras tanto este mundo, curiosamente un enorme invernadero esférico en el que todos estamos metidos, se va pinchando. Se desinfla hasta comprimirse (y deprimirse) en las dos dimensiones de lo plano planito. Nosotros mismos, desde adentro, con nuestros potentes martillos de estupidez humana, nos encargamos de ponerlo todo bien cuadrado, bien derechito. Y todos contentos.
Inteligente trabajo. Excelente comparación entre el cuento de Clark alusivo a la esfera y cuadrados, la historia del holocausto y las expresiones de Theodo Adorno. Finalmente los "cuadrados" humanos de Bush y Chávez. Precisamente leo el libro sobre El Holocausto de Primo Levi y todavía horroriza la maldad "cuadrada" de los nazis.
ResponderBorrarSi no es ahora, cuándo?
ResponderBorrarMira Sean Penn.... yo te conozco, dejate de vainas... odiar a Bush no significa que inmediatamente ames a Chavez ni viceversa... ;)
ResponderBorrarseñor urriola permitame corregirle un detalle, el cuento se llama Flatland de Edwin Abbott Abbott y que horror que vamos derechito al mundo plano
ResponderBorrar:(
¿Y todos contentos?
ResponderBorrarLo que dices es tan contundente que se acerca a lo absoluto, pero si algo nos han ensenado esa historia y esa filosofia muertas es que siempre hay espacio para otras opciones y circunstancias. Quiero pensar que hay cosas que aun no logramos ver pero que se estan gestando. Quiero pensar que esos individuos que nos gobiernan son las ultimas patadas de ahogado de una civilizacion que debe morir, justamente por su rigidez, por no haber entendido de que se trata esto de ser hombres.
ResponderBorrarTu escrito esta' muy bien logrado, cada vez te metes mas en aguas profundas, se agradece tu valentia.
Un abrazo
Cinzia
C. Casano: Gracias por tu comentario y tu lectura. No he leído el libro de Primo Levi pero hace poco personas muy cercanas y queridas me estuvieron contando sobre él y me despertaron la curiosidad. Lo apunto en mi lista.
ResponderBorrarAnónimo 1: El otro día veía un graffiti que decía: "He visto una señal del fin del mundo. Menos mal".
Miguel: Sólo los que no son tan cuadrados pueden ver la gama enorme de matices que hay entre el rojo de Chávez y las barras de Bush.
Germán: Chamo, gracias por la corrección, ya está editado el post gracias a ti. Qué bien que conoces ese relato, me parece una joya.
CR: Yo también tengo ganas de que existan opciones, posibilidades; pero hay momentos en que la soga aprieta y lo que más queda debajo del cuello es la rabia. Bueno volverte a tener por estos patios, un placer.
Y yo que vine a pasear por tu blog huyendo de la realidad cuadrada, tan cuadrada como la pantalla de la televisión y los periódicos y mira lo que has dejado aquí! No lloro porque ya no me salen lágrimas. Ojalá pudiera ser tan optimista como Cinzia. No lo soy. Creo que vamos derechito hacia el fin sin posibilidad de cambiar de rumbo. Mientras más pasa el tiempo, más estúpidos se vuelven los seres humanos. En mi próxima vida, quiero ser animal... cualquiera... abeja, león, gacela, ballena...
ResponderBorrarContundente texto. Back to reality.
Respetado José, me es grato comunicarte que tu blog ha sido galardonado con el "Premio Blog Solidario"; si es tu deseo puedes pasar a constatarlo.
ResponderBorrarUn gran saludo.
Excelente, es maravilloso leer este tipo de cosas en la que todos pensamos pero escrito de una manera honesta, con una inteligencia y un poder de la palabra extraordinarios. Tu papá se sentiría orgulloso. Seguro lo está en donde quiera que se encuentre.
ResponderBorrarLa llamada nueva geometría del poder podría irse comprando su reglita y su compás e irse directo a tomar clases de dibujo técnico.
ResponderBorrarMuy bueno el post.
¿Todos contentos? Sólo en esta parte no estoy de acuerdo...
ResponderBorrarLa realidad golpea con un mazo tan fuerte y tan repetidamente que a veces no nos damos cuenta de que asumir una postura de "no hay salida" es justamente darles la razón. No dejarse "encuadrar" es una tarea titánica, pero es nuestra tarea. Una vez más recuerdo al batallón de soldados rusos yendo hacia la hoguera escoltados únicamente por un par de alemanes: La derrota decretada por uno mismo es la derrota definitiva.
ResponderBorrarNo estás solo en esta gran esfera.
Un gran abrazo,
Z.-