Me cuenta una querida amiga uruguaya, Paola Perkal, que cada vez que hay un juego importante de la selección en el estadio Centenario de Montevideo, el público despliega una gigantesca camiseta celeste que dice “1950”, en honor a la fecha del inolvidable Maracanazo, asunto al que 57 años más tarde los uruguayos le siguen sacando punta. Paola me lo cuenta con algo de ironía, con un toque de sarcasmo autocrítico, pero algo en el fondo de sus ojos brilla de legítimo orgullo, una emoción silente que se contagia y le provocan a quien la escucha las ganas de sentirse uruguayo al menos por unos segundos. Pase lo que pase, aunque la celeste no gane un mundial nunca más, a pesar de que el Maracanazo sea irrepetible, ese 2x1 contra Brasil en la final, endosado a domicilio, contra todo pronóstico y con absolutamente todo en contra, sobrevivirá al paso de los siglos. Los pueblos y las personas necesitan eso en su historial, poder tomarse una cerveza, ponerse una mano en el hombro –por más que el mundo afuera se empeñe en caerse a trocitos- y comentar “Coño, ¿te acuerdas del día en que fuimos grandes?”.
El domingo 2 de diciembre nos tocó a nosotros jugarnos un partido crucial. Teníamos un equipo raro, pero eso no tiene nada de peculiar porque Venezuela siempre ha sido un equipo raro, y justamente por eso resulta tan entrañable. Nos enfrentábamos a un equipo de puros Materazzi forrados de rojo. En el fútbol hay rivales que no proponen, no construyen, no tienen estilo de juego. Su única estrategia es el saboteo. No saben ni pueden jugar de otra manera. Te responden una gambeta con un insulto, a un pase con una patada a la canilla y cuando te metes al área para cabecear un corner te pellizcan, te halan de los pantalones, te escupen, te dicen asquerosidades sobre tu madre o tu hermana. Hay adversarios que no están interesados en jugar, lo que quieren es sacarte de juego. Sacarte de quicio. Provocarte. Dignos discípulos de una nefasta escuela que ha proliferado –en este terreno de juego como en tantos otros-, la que rinde tributo a la trampita, la del saboteo, la de la jodita y la destrucción. Empeñados en hacer de lo extrafutbolístico un monstruo infesto que salpique a lo futbolístico. Y así te ganan, cuando caes en la trampa, cuando se te vuelan los tapones y de tanto que te hostigan acabas por encajarle la cabeza como un mazazo en el centro del pecho. Tarjeta roja y fin del sueño.
Pero el domingo 2D les metimos un golazo. Y sintieron la punzada, les dejó heridos de muerte. El gol más lindo en años, el más bonito que se recuerde. Fue una jugada colectiva que los dejó regados como barajitas sobre el gramado. Nicolás Maduro quedó sentado en el medio campo, llorando como un enorme bebé bigotudo. Cilia Flores perdió su típica sonrisa dibujada por el desprecio y entonces un cerro de años se le precipitó sobre el rostro. Barreto intentó atravesar su gruesa humanidad pero le colaron el balón bajo las piernas en un túnel prodigioso que no pudo detener ni siquiera lanzando una estocada. Soltaron a los perros de presa de la defensa, Jessie Chacón y Freddy Bernal, pero no les dio tiempo siquiera para desenfundar o de aventurar un hachazo de esos que ellos –como buenos metedores de pierna- son capaces. Enfilamos al arco, entrando un poco orillados hacia la derecha, por los predios de Diosdado Cabello; pero misteriosamente el hombre no se defendió, se apartó, dio un pasito a un costado, nos dejó el carril libre (como si le conviniera más bien el gol en contra). Salió de defensa central, desgañitado con la yugular a punto de estallido, vuelto una furia y con los tacos en alto, Jorge Rodríguez; pero lo dejamos tendido con una gambeta corta. Y entonces nos salió Chávez dispuesto a defender su arco con la propia sangre (aunque primero con la del resto de su equipo y luego, si no hay otro remedio, pues con unas gotitas de la suya). No sé cómo la metimos, sería de taquito, un poco de medio bolea, con las uñas, con los dientes apretados, con la punta del pelo, arriesgando la cara, de culo, con la mano de Dios (que algunos me juran que se escribió con B de Baduel, pero qué sé yo), la metimos exhalando un último aliento, con los arrestos que teníamos; pero entró, pegadita al palo, tan ajustada que casi no entra, pero esos son justamente los goles más hermosos. Chávez quedó mordiendo la grama, con el gusto a tierra entre los dientes, desinflado como un titánico monigote que se pincha hundido de cara al suelo.
El árbitro dio tiempo de recuperación –mucho más del que correspondía-, forjó al partido a prórroga cuando no era necesaria y cuando la prórroga llegó al final y nosotros seguíamos arriba en el marcador exigió que se jugase otra prórroga más. Y otra. Hasta que ya no se pudo tapar más el sol con un dedo. Tibisay Lucena, a pesar de portar un rictus que casi le impedía soplar, dio los tres silbatazos finales. Y Venezuela celebró. Se abrazó con una honestidad, una alegría y un cariño que hacía años que no se lograba abrazar.
Algo me hace pensar que nosotros también dentro de 57 años estaremos desplegando una colosal camiseta que nos cubra a todos: la del 2 de diciembre de 2007, el día del Refrendazo. Porque esa noche del 2D las cosas amenazaban con hacerse planas para siempre, con restringirse a las mezquinas dos dimensiones que exigía la propuesta de reforma; pero milagrosamente llegamos a un amanecer en 3D. Allí ganamos una dimensión más. Cuando más nos quisieron pasar la aplanadora más nos crecimos, nos hicimos más anchos, más largos, ganamos en profundidad. Crecimos en volumen y demostramos una enorme capacidad. Pasarán, pues, muchos años y muchas cosas, y sin embargo, con un orgullo que ya para entonces será parte de nuestros genes (y a pesar de que, como siempre, el mundo afuera seguirá empeñado en caerse a trocitos) compartiremos una birra, nos pondremos una mano en el hombro y nos invitaremos a rememorar ese día en el que, coño, fuimos tan pero tan grandes.
13 comentarios:
¡QUE GRANDE!....También, el que nos escribe ésto. Felicitaciones .Ya estamos celebrando a pesar de todos los desaciertos que oimos de los perdedores,C. Casano.
Un golazo, sin duda. Un chute mucho más potente de lo que nos muestra el director, poniendo las imágenes en cámara lenta y cortando la toma del balón estirando la red al máximo.
No importa. Gol al fin. Tres puntos para los locales y los visitantes pasarán un rato lamentándose en la cola para salir del estadio. Ese tiempo hay que aprovecharlo, pensando muy bien la próxima estrategia.
Un abrazo!
Un día grande sin duda, por ello a partir de ahora deberíamos encabezar nuestras cartas con una nueva forma de fechar: hoy no es 5 de diciembre de 2007, hoy es el Tercer día desde que recuperamos la República... Y los que participamos en este glorioso momento debemos sentirnos dignos hijos de nuestros héroes que derramaron su sangre por la libertad!!!
Estupendo tu escrito! Maravilloso... esto es mejor que el Maracanazo!!!
epa!!! yo estoy muy feliz por ustedes los venezolanos y jose lo sabe... pero mejor que el maracanazo?? diferente... o parecido... pero no sean malos, con lo poco que tenemos me van a sacar el maracanazo también??? jeje
y yo creo que recordaré también esta maravillosa reseña!!
Too much....niño bello, que golazo el que metiste.
MEJOR NARRADO, IMPOSIBLE
¿...que hiciste papaito?
Hermano, te quedó buenísima la comparación y asimilación del triunfo del país democrático con el fútbol, que es el deporte que en nuestro caso, más nos gusta y disfrutamos.
En verdad el isntante del anuncio del triunfo del si fue algo tan emotivo como el maracanazo para los uruguayos, pero también debió serlo de manera catastrófica para los brasileños que ya saboreaban como locales el manjar del campeonato del mundo en esa ocasión.
Creame respetado amigo, el descalabro para los sectarios es de pronóstico reservado, la dimensión del daño por la derrota aún no la han comprendido ni asimilado, no imaginan el terrible impacto y consecuencias que se generarán; el buque oficial tiene una tronera más grande que la que hundió el titanic, chocaron con un muro de acero infranquiable, el pueblo libertario y democrático de Simón Bolívar.
A los hermanos brasileños se les quitó el guayabo volviendo a ser campeones, pero esta camarilla jamás volverá a ganar un partido por el título, tal vez caimaneras. Por eso, la comparación con los uruguayos campeones del mundo de aquel histórico episodio futbolístico te quedó genial; aunque la comparación con los brasileños no me pareció "feliz" -por decir los menos-, y estoy seguro futbolista amigo que concidirás conmigo, en que en cualquier selección de fútbol verde amarilla hay muchísima calidad ¿verdad?, lo cual escasea absolutamente en el funesto equipo oficialista, que de armar una escuadra de cualquier deporte, habría que jugarles disfrazados con escafandras de hierro reforzado,vestirse con armaduras, de acero; armarse con escudos, no bastarían canilleras, ni caretas, ni guantes, ni protectores; es que no se les puede comparar ni siquiera con el tristemente célebre defensa jugador azurri que aludes, él se equivocó, pero son gajes del oficio,además la selección italiana también es tan buena como la brasileña, por algo son los campeones del mundo; pero los elementos oscuros del régimen (sólo sus dirigentes corrompidos no el pueblo humilde utilizado), jamás podrán en modo alguno asemejarse o igualarse con esos auténticos héroes deportivos, no así el pueblo venezolano (tanto oficialistas como opositores), que pareció esta vez el equipo uruguayo -tal y como lo comparas- campeón del mundo de entonces.Y no es que lo diga este humilde mortal, lo ha evidenciado el capitán de esa secta de facciosos,al expresar: que es "un tropero", y que el ambiente que más le gusta en la vida, es el del "cualtel"; como quien dice, lo mio es ser un cuartelero.
Por cierto que leyendo tu extraordinario escrito de hoy, no se por qué,me he recordado de un post que publicaste hace algún tiempo sobre la posición que te enseñçó tu padre ¿recuerdas aquel referido a la posición indoblegable de tu viejo sobre "algunos" militares? Pués , con todo respeto por su memoria, expreso que hoy las palabras de tu viejo están más vigentes que nunca, y son indelebles...¡felicitaciones! hay esperanza...
Un gran saludo.
Una vez más se demuestra que el fútbol es una gran metáfora de la vida. Un brazo, José.
Excelente escrito Don Urriola. Qué emoción tan limpia e intensa la de ganar el juego jugando fútbol, sin catenaccio ni voluntaristas contragolpes.
¡Tremendo chocolate!
Saludos
Jose disfruto enormemente tus escritos , pero no dejo de admirar los comentarios de tus lectores. Adelante pues, TODOS ....
Lo he leído mil veces y no te había podido comentar.
Este texto es sublime.
Poderoso.
Te debo la foto de la teteria gemela de la tuya.
No hay columpios dentro ni chinos viejos.
Madrid es lo que tiene...es árido.
cariños
Que más te puedo decir, sino que, me hicistes llorar...
NO voy a detenerme jamás de der gracias a Dios por este milagro.
Besos y cariños bien sinceros
lo más trsite de maracaná es que nadie felicitó a brasil por salir vice campeón
Publicar un comentario