lunes, 20 de agosto de 2012

Ejercicio a 4 manos: La belleza



Adriana Pérez Bonilla, querida amiga y miembro del colectivo Panfleto Negro, me invitó a participar de este experimento armado a cuatro manos que se levanta a partir de la siguiente premisa: describir unas cuantas bellezas sin pronunciar jamás el término belleza. Adriana aportó sus bellezas innombrables y yo puse las mías, las mezclamos todas y así quedaron nuestras bellezas impronunciables.

Águas de Março (Elis Regina y Tom Jobim)


Pocas cosas más absurdas que sentenciar hoy día sobre cualquier tema: es de las mejores obras de la historia. Y sin embargo no me queda otra opción que apelar a toda mi infantilidad y subjetividad para decretar sin temblores de pulso que Águas de Março, interpretada por los grandes Elis Regina y Tom Jobim, es sin duda una de las mejores canciones jamás. Lo es por su letra -llena de imágenes y texturas delirantes-, lo es también por esa melodía a medio camino entre lo festivo y eso que en portugués llaman saudades. Lo es, sobre todo, por el feeling, la complicidad, ese guiño que se desborda en picardía y empatía tejido entre ellos dos mientras la ejecutan. Algunos soñamos el sueño perverso de un soundtrack para nuestro velorio, qué nos gustaría ponerles a sonar de música de fondo a los familiares y amigos que allí se reúnen para la despedida, yo tengo la certeza de que Águas de Março es parte imprescindible de ese playlist personal.



Amigos

La amistad es muy, muy, difícil de definir. Pero la mejor definición se la leí a Cortázar en Rayuela, del lado de acá, capítulo 56. Horacio estaba balanceándose en una ventana, todo el psiquiátrico abajo, desesperado, acude a Traveler, su amigo. Traveler, el AMIGO de Horacio, sube de mala gana, a tratar de convencer a su amigo que no se lance de un quinto piso. Lo hace de mala gana, porque no hay nada qué hacer, él lo sabe, sin embargo lo hace. Después de un diálogo genial, Horacio le hace entender a Traveler que está perdiendo su tiempo. Que espere abajo la caída. Pero, antes de bajar, ya saliendo, se voltea y le dice a Horacio: “Metele la falleba (es decir, el seguro a la puerta), no les tengo mucha confianza”.
Un amigo es muchas cosas, pero sobre todo, es ese escudo contra la soledad. Nadie está contigo, pero tu amigo te acompaña en ese delirio de lanzarte por una ventana. Ese amigo sabe que te harás trizas, que todo está perdido, que nada vale la pena, sin embargo, a pesar de todo, a pesar de él, te pide que pases el seguro de la puerta (la falleba, you name it, se trata de que no estés solo en el vasto mundo ¿sabes?). Él, su misión, el del amigo, es acompañarte, no importa qué cosa ingenua o tonta vayas a hacer.
Pero procura ser un buen curador, los buenos amigos se merecen. Después de 20, 30, 40, 50 años, voltearás la mirada, y si tienes suerte, detalles, y no eres un sucio, verás el título de este ejercicio.


Christopher Johnson

En esa monumental película llamada District 9, quizás la más brillante y retadora que podamos ver en años dentro del género de la ciencia ficción, aparece un segundo héroe, uno de más bajo e –indiscutiblemente- más extraño perfil, Christopher Johnson. Que ese extraterrestre con apariencia de enorme langostino bípedo lleve ese nombre tan anglosajón es un acto poético, mágico, de grandísimo contenido simbólico. La metáfora de la brutalidad y la ignorancia del conquistador quedan resumidas en ese nombre y ese apellido: no sé cuál es tu verdadero nombre ni me interesa, no lo puedo comprender, no lo pienso pronunciar, tu otredad es tan extraña y tan despreciable para mí que mejor nos ahorramos todo tipo de esfuerzos, tú te llamarás Christopher Johnson (te parezca o no). Y, cosa curiosa, Christopher Johnson acaba demostrando ser portador de una “humanidad” que la mayoría de los seres humanos hemos olvidado; se sube a su nave junto a su pequeño hijo, al que sólo conocemos bajo el terrenal nombre de “baby alien”, y promete regresar dentro de tres años. Lo estamos esperando.

Cocteau Twins


Entre las bandas más auténticas y subestimadas jamás ocupa un sitial de honor Cocteau Twins. Comenzó siendo un dúo escocés conformado por Elizabeth Fraser (voz) y Robin Guthrie (guitarras y teclados), más tarde se sumaría a sus filas el bajista inglés Simon Raymonde. Dicen que cantaban en esperanto, otros aseguran que se trataba de vocalizaciones libres armadas hermosamente en una lengua inventada. Cocteau Twins hizo una música de una oscuridad luminosa, de una belleza angustiante, todo un amasijo de melodías y texturas que provenían de otro tiempo y otro espacio. Son los héroes ocultos, la rama del árbol genealógico de muchos frutos que escuchamos y disfrutamos hoy. Liz Fraser fue una cantante angelical de esas que con su sola presencia y color de voz fundó escuela. Su voz era un instrumento, una masa de armonías que se acoplaba y confundía con las guitarras de ensueño filtradas por mil pedales de Guthrie. Música para soñar, para crear, para ponerse hacer de una buena vez y dejar de procrastinar (o al menos procrastinar pero mientras se siembra algo que seguramente cosechará más tarde).

Napoleon Dynamite


Napoleón es un ¿looser? ¿Geek? No importa, él se siente cómodo, siendo lo que es, él solo busca alguien con quien jugar pelota, como hacemos todos. A él le gusta una muchacha bien, pero piensa que no está en su liga (a todos nos pasa/nos está pasando), sin embargo, espera, y mientras espera, cuando se consigue algo llamativo, lo pide, sin contemplaciones. Si se lo dan, bien, si no, también.
Napoleón colecciona cosas extrañas, sale corriendo por cualquier cosa, inventa animales combinados y le dice a su mejor amigo, Pedro, que se lance a las elecciones del bachillerato. No lleva vida, pero no importa, haga algo, que algo queda.
La democracia sigue siendo la misma mierda a cualquier nivel.
El día que se muestra la “propuesta electoral”, la contrincante de Pedro, la chica popular de la escuela, que lo había rechazado, se lanza un baile de cierre populista que todos aplauden. Pedro, no tenía un show preparado (ahí ya sabes que no sirve para político).
Pero, entonces, el que menos te imaginas, el que pasa horas bailado en su cuarto, sin que nadie lo sepa, sale, y le salva la patria a su amigo, con una de las mejores escenas de baile de la historia del cine. Y Napoleón nails it, y Napoleón es un superhero moderno ante tanta hipocresía y cobardía y miedo al ridículo. Napoleón es un tipo bien, vale la pena, la chica que finalmente se dispone a jugar pelota con él, Deb, lo sabe. La personalidad y la honestidad son demasiado cool para ser infravaloradas.

Mapas

Ya ni hablemos de la importancia de la cartografía en el mundo que hoy conocemos. Hablemos de un rectángulo, en donde se dibuja una ciudad, un estado, un país, un continente, un mundo. Hablemos de que ellos, los cartógrafos, y nosotros, nos montamos en el peldaño más alto de la escalera de la estratosfera, y miramos hacia abajo, y observamos, de alguna manera, el sitio donde nuestra vida ocurre u ocurrirá.
Los caminos que recorremos, donde nos vamos a encontrar, el sitio trazado donde las casualidades, la fatalidad, o la suerte, conjuga o conjugará nuestro destino. Porque, lamentablemente, somos finitos, pero los mapas nunca mueren, mutan, se expanden, y sin embargo, ahí, no importa cuantas vueltas le des al rectángulo, ahí, transcurrió nuestra existencia.
Hablemos de los mapas de metros, esos planos maravillosos, cruzados por líneas de colores. Ese túnel oscuro y aburrido, hasta peligroso, que se convierte en un tubo azul o verde que te conecta, te conecta. Los colores se apoderaron del subsuelo, sólo gracia a los mapas.
Hablemos de mapas como un símbolo, como el dibujo que te dibuja, que traza los caminos que transitarás, no importa donde, los transitarás, hasta finalmente llegar, llegar a mucho, llegar a algo, llegar. Hablemos del mapa, donde estamos parados, hablemos de su magia, su secreto. Hablemos del mapa. El Mapa.

Tomado de aquí
Poema, por casualidad

Estás en una reunión, y después de un rato, en la terraza, el vino, nos ponemos cursi y recitamos un poema. Entonces, tú amigo (que también es poeta), se acuerda de un poema y lo busca en su teléfono, pero no uno propio, es de Cesare Pavese. Ya lo habías leído, pero en esta situación, es otro nivel.

Vendrá La Muerte Y Tendrá Tus Ojos
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.”

Un lugar equivocado

El autor de novelas gráficas, Brecht Evens, nos ha regalado una de las obras contemporáneas más conmovedoras, ingeniosas y descarnadas de los últimos años en lo que al discurso del cómic se refiere: Un lugar equivocado (ganadora del premio de la Audacia, Angouleme 2011) donde coloridamente se toma la tarea de desnudar las miserias humanas. Evens retrata hermosamente la frivolidad, la superficialidad, la mezquindad y la estupidez de un grupo de jóvenes que se buscan la vida en medio de una sociedad signada por el desencanto. Y desde esa superficialidad, ornamentada por un colorido abrumador, construye paradójicamente una historia gráfica compleja, profunda y oscura. Cosa curiosa, además, Brecht Evens apela al discurso comicográfico prescindiendo de los elementos que lo caracterizan: sin narrador, sin globos de diálogo ni de pensamiento, sin onomatopeyas ni recursos gráficos para simular acciones, sin viñetas, sin canalones, sin un orden propuesto para la lectura. Simplemente sabemos quién lleva la voz porque los diálogos están escritos en el mismo color del personaje (y cada personaje tiene su color particular). Ver a los protagonistas de Un lugar equivocado en medio del coito, justo al momento en que se alcanza el orgasmo, en una metáfora visual a todo color que les derrumba los ojos, las narices y les desencaja literalmente los rostros, es de una contundencia que roza la magia.

Take Shelter


Cada tanto aparece una obra cinematográfica que se encarga de recordarnos que el cine –no se equivocaban los bromistas provocadores del Dogme 95- se puede reducir a dos principios básicos: un guión sólido y buenas actuaciones. Sobre ese principio del menos es más y donde un color es mejor que dos se levanta Take Shelter, ese naufragio hecho película escrita y dirigida por Jeff Nichols e interpretada por su actor fetiche Michael Shannon. Una bofetada, un hongo atómico casero, la irrupción de la fantasía más cruel y delirante dentro de un contexto rural y abrumadoramente cotidiano. Contar una película -y sobre todo su final- es un acto de pésimo gusto al que no pienso sucumbir, pero sí quisiera adelantar algo: Take Shelter se arriesga en la fórmula del doble final. Y lo hace, como pocas, con rotundo éxito. El primer final es un monumento al desaliento, pero el segundo es la puñalada. Hay naufragios que se agradecen.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo tengo derecho a decirlo con todas sus letras: este ejercicio es una belleza. Felicitaciones a Adriana y a ti.
L.A.I

Anónimo dijo...

Entonces, gracias y felicitaciones por estas nueve " bellezas "de Adriana Pérez y Jose Urriola, regalo invalorable para beneficio de sus lectores y aficionados a música y cine ,entre los cuales me enorgullezco estar,C. Casano.