La noticia ha dado vuelta al mundo y ha sido
recibida con una mezcla de asombro, escándalo y carcajada: Doña Cecilia
Giménez, una octogenaria de la localidad zaragozana de Borja, se ha tomado la
licencia de retocar -de muy buena fe pero también con el trazo de un niño de 4
años- una pintura mural de un siglo de antigüedad, el Ecce Homo, cuya autoría se le adjudica al artista español Elías
García Martínez. La señora, armada de pinceles y pinturas al óleo, preocupada
por los efectos del tiempo que deterioraban la obra digna de toda su veneración,
comenzó por intervenir la túnica de la figura sacra, luego siguió con el rostro
y el cabello hasta que, presa del arrepentimiento, consideró que se le había
pasado un poco la mano y fue a denunciarse a sí misma ante las autoridades del
ayuntamiento.
Dejamos congelada la imagen en el momento en
que Doña Cecilia, con las manos aún llenas de pintura fresca, da a conocer su
obra. En este punto hacemos un flashback trepidante y nos trasladamos más al
norte para continuar la película en Escocia hace exactamente diez años atrás. Y aquí nos encontramos con los hermanos
Michael Sandison y Marcus Eion, quienes conforman el maravilloso y críptico dúo
Boards of Canada, y están metidos -con todos sus aparatos de registro sonoro-
en el preescolar de una escuela escocesa. Simplemente están allí para grabar a
los niños al momento de formularles la más fácil de las preguntas, pero también
la de más difícil respuesta: ¿Quién es Dios?
La pieza que compondrán a partir de esas
entrevistas llevará el peculiar título de From
One Source All Things Depend (De una sola fuente dependen todas las cosas)
y consistirá simplemente en un paisaje sonoro donde escuchamos las respuestas
de los pequeños sobrepuestas a un fondo musical que asemeja el órgano de una
iglesia ubicada, tal vez, en una estación espacial. El resultado: dos minutos
de magia de una cosa que si bien es música difícilmente podríamos calificar de
canción.
Dos tipos de respuestas oímos entonces en voz
de los críos: la respuesta “educada” (la ritualizada, la “correcta”, un
compendio de oraciones aprendidas que son “la forma adecuada para dirigirse a
Dios”) y una segunda categoría de respuestas más auténticas y personales,
aquellas que con toda honestidad e ingenuidad confiesan “yo veo al pana así”.
Transcribo algunos de los testimoniales infantiles
que se pueden escuchar en From One Source
All Things Depend: “El señor es mi pastor y nada me falta, en verdes
praderas me hace reposar…”. “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…”. “Y
ahora Señor que me voy a dormir, te pido por favor que cuides de mí”. “Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…”. Pero hacia la segunda
mitad del tema las frases de los niños cambian: “¿Quién es Dios? Pues Dios es
una persona invisible que cuida de nosotros desde el cielo”. “Dios es alguien
que controla el mundo… es algo así como un espíritu o una cosa que viene del
espacio exterior”. “Dios es el que se encarga de hacer que las plantas crezcan y
de crear a la gente”. “Yo creo que Dios es un tipo bastante grande y gordo”. “Es
alguien que puede ver todo lo que hacemos, lo que sea que hagamos, incluso las
cosas malas. Debe tener cientos, miles, hasta millones de ojos y así siempre
sabe si hemos sido malos”. “¡Y podría estar sentado ahora mismo en esta mesa
pero no lo podemos ver!”. “Es el que se encarga de que no hagamos el mal,
porque si lo hiciéramos entonces no haría más electricidad ni a más gente”. “No
creo, Dios no es así de terrible, para mí es un tipo bueno”. “Mucha gente cree
que Dios es simplemente un sentimiento pero para mí es una persona real”. “Pues
yo no creo que Dios sea una persona porque está en el cielo y nos vigila ahora
mismo”.
Regresamos por medio de un flashforward al
presente y nos reencontramos con la polémica obra retocada por la señora
Cecilia, la cual perfectamente podemos catalogarla como el producto (subconsciente
o acaso inconsciente) de una propuesta artística de intervención. Mientras
tanto, en otras partes del mundo otros artistas de intervención, más o menos
conscientes de sus propuestas, están colocando la gorra tricolor –la misma cuyo
uso ha sido vetado, en un alarde descarado de injusticia y estupidez, por el
Consejo Nacional Electoral al candidato Henrique Capriles Radonsky- sobre las
cabezas de estatuas de próceres y demás personajes célebres de la historia a lo
largo y ancho del territorio venezolano. Y también mientras tanto otros están,
en medio de la madrugada, llenando hasta el techo de papel higiénico las
cabinas telefónicas o están utilizando las puertas de los edificios como bocas
enormes de un grafiti que representa el rostro de un gigante que grita. Otros,
en otra parte, dibujan sobre el suelo la silueta que proyecta un hidrante al
ser iluminado por los faros de alumbrado público o bien el contorno de un cuerpo
sin vida que fue hallado allí en ese pedazo de la acera. Algunos aseguran que
los encargados de borrar las pintadas sobre las paredes de las calles de la
ciudad sin darse cuenta son herederos de Rothko y Malevich (el arte
subconsciente de la remoción de grafitis lo llama un documental).
Más allá de la intención, de la consciencia o
absoluta ignorancia de los perpetradores, todas estas manifestaciones son arte
de intervención.
Doña Cecilia también es artista de
intervención. No me cabe duda. Ella (al igual que los niños entrevistados por
los hermanos de Boards of Canada) está abordando lo sacro, lo respetable, lo
que es digno de veneración rigurosamente controlada, de una manera no
ritualizada. Se comporta como un niño que con toda autenticidad se apodera de
esos espacios, los aprehende y decide otorgarles un toque personal. Ya mañana
nos asombraremos, nos escandalizaremos o nos reiremos al toparnos con una
realidad trastocada por sus licencias.
Me gusta imaginar, dentro de algunos años,
cuando finalmente pase lo que tenga que pasar, a investigadores e historiadores
del futuro buscando el origen de todas las cosas. Armando a punta de retazos
las causas y consecuencias del porqué hemos venido a parar justo aquí. Ojalá se
encuentren con la pintura intervenida por la señora Cecilia (cosa curiosa, eso
que hizo acabó pareciéndose un montón a un retrato de Cornelius o Zira, los buenos
chimpancés científicos de El planeta de los simios) y también espero que se
topen con estas versiones de Dios de los niños de la pieza musical de Boards of
Canada. Será una oportunidad dorada para volver a edificar al mundo -y reconstruirnos
en él- a partir de Otras fuentes de las que dependen todas las cosas.
http://www.ceciliaprize.com/
ResponderBorrarQué maravilla de texto Urriola. Lo primero que pensé al leerlo fue, que además de exponer lo que significa el arte intervencionista y alguna de sus manifestaciones, está presente el elemento religioso, que es explícito en Cecilia y los genios que usaron las voces de los niños, pero también en las propuestas de Rothko y Malevitch pues se derivan de la búsqueda de Dios, de la pureza. (por cierto, el nombre de Malevitch está mal escrito en la red, soy amante del arte y tengo el libro "El nuevo realismo plástico" que escribió Malevitch, y cuya traducción al español estuvo a cargo de Antonio Rodríguez en 1975). Creo que hay mucho de arte intervencionista en los textos de literatura contemporánea también, ese re-descubrir y re-inventar es algo muy divertido no solo con colores, materiales y sonidos, sino también con las palabras. Un abrazo.
ResponderBorrar¡Cómo disfruto la lectura de este blog!,gracias y felicitaciones. Ahora a esperar el próximo, ya es un reflejo condicionado llegar en su búsqueda,ja,ja
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