1) Ábrase un blog o cree un foro de discusiones en línea (hay
plataformas por montón, gratuitas y tan fáciles de usar como enviar un correo
electrónico). Esto le permitirá extenderse tanto como quiera, escribir largo y
pausado, pensar bien todo lo que intenta decir, acompañar sus textos con
imágenes, videos, citas, materiales en PDF, hipervínculos, así como recibir
comentarios, moderarlos o vetarlos a voluntad, también de responderlos o
ignorarlos según le venga en gana.
2) Recuerde que ya en los años 60 había un señor llamado Marshall
McLuhan (el mismo de la famosa aldea global) que aseguraba, en dos platos, un
par de cosas que resultaron verdades como rocas: que el medio es el mensaje y
que los medios son extensiones del cuerpo. Esto quiere decir que el medio por
el cual se envía un mensaje tiene la capacidad de definirlo y modificarlo, que el
medio se convierte así en parte esencial del contenido transmitido. Por ende,
hay entonces un uso adecuado y un uso inadecuado para cada medio según el
mensaje que se desea transmitir: si usted quiere hacer ensayos literarios o
teoría del arte quizás escribirlos en mensajitos de whatassap sea una pésima
decisión.
3) Relacionado con el punto anterior: tenga especial cuidado con
las discusiones en Facebook y Twitter pues pretenderá mantenerlas siempre en el
marco del sano intercambio de ideas, lo razonado, respetuoso, profundamente
argumentado, debidamente sustentado, rigurosamente investigado y rico en
pensamiento crítico; pero está escogiendo los medios menos indicados para todo
eso que busca. Volvemos a McLuhan, si los medios son extensiones del cuerpo
humano, tenga cuidado si la mayoría de sus potenciales interlocutores lo que
están extendiendo por medio de las redes sociales sea su reconcomio, su
ignorancia, sus ganas de sabotear, de hacer ruido a punta de necedades y dar
rienda suelta a su estupidez.
4) Haga uso de su derecho a llamar a un amigo. Si tiene a alguien
con quien le apasiona discutir ciertos temas: llámelo, véanse, queden para unas
cervezas, una comida o un café. Cultive esa relación con sus buenos
interlocutores (no se caiga a mentiras, nunca son tantos, uno se los va
encontrando como tesoros ocultos en determinados momentos de la vida), busque a
esa gente que después de cada encuentro y cada intercambio sale usted
fortalecido y con una mirada redimensionada. Si por alguna razón el amigo no
puede estar de cuerpo presente, escríbale por privado o (volvemos al punto 1)
convóquelo a la lectura de su blog o de su foro de discusiones en línea.
5) Dosifíquese. Escoja bien lo que va a decir y dónde lo va a
soltar. También, en la medida de lo posible, cuándo lo va a decir (la gente que
se precipita en opinar es tan impertinente como la que llega tarde para emitir
su opinión a destiempo). La gente que habla mucho y por todos lados, una y otra
vez, se convierte en ruido, en spam, en perorata, en verborrea, en necedad a
grifo abierto.
6) Tenga en cuenta aquello que decía Hitchcock: "la
inteligencia es la capacidad de saber cuándo hay que renunciar". Si la
discusión está agotada, si ya dijo y escuchó lo que tenía que decir y oír, o si
no le encuentra ya sentido alguno al careo: ábrase, abandone, busque oficio o
simplemente ignore. Deje que el gallinero sean los otros -hay gente que jura
que a fuerza de aleteos, cacareos, espueleos
y picotazos están reformulando la historia, déjelos que se desplumen en
su sana paz- pero no contribuya más, por favor, a fomentar la esterilidad ruidosa
y el vacío atorrante.
7) Tómese en serio. Pero nunca tanto. Tomarse en serio no
significa ser solemne ni estar dictando cátedra ni estarse desplegando como un
pavo real para que todos reparen en usted y digan: "oh, pero qué culto,
inteligente y mordaz es ese señor", qué va, las cosas muy tiesas se ven
siempre impostadas y lo muy rígido es frecuentemente resquebrajable. La gente
muy seria acaba siendo, a la larga -y simplemente- un tipo aburrido ahí. Y lo
peor, uno que está acomplejado y rozando el ridículo.
8) Tomarse en serio también pasa por decidir: yo aquí no me meto
porque no me interesa o porque simplemente no tengo nada que aportar. El
silencio es una opción, por más que las redes sociales parecieran pedirnos que
hablemos, impelernos constantemente a que digamos, que expresemos todo lo que
pensamos y sentimos, en el camino se va aprendiendo que en una gama amplísima
de temas y "polémicas" uno es mucho mejor quedándose callado.
9) Y para cerrar, con toda seriedad: tomarse en serio pasa necesariamente
por la capacidad de burlarse de uno mismo. De meterle humor, autocrítica,
relajarse y fluir. De otorgar puntos al contrario, de buscar la posibilidad de
puentes a pesar de la distancia abismal de posiciones. Tomarse en serio, en
fin, tiene que estar filtrado por ese acto de honesta humildad de asumir: soy
el primero en saberlo y admitirlo, ni yo ni los míos somos tan fascinantes o
importantes.
10) Haga lo que le dé la gana con este decálogo. Su única
intención es hacer sonreír a algún lector que le encuentre un ápice de sentido.
Es apenas una opinión, una sugerencia, una además plenamente consciente de que
nadie a estas alturas está cambiando el mundo ni marcando un antes o un después
con respecto a absolutamente nada a fuerza de posts o comentarios en la web. Por brillantes o desafortunados que sean.
3 comentarios:
Me encanta que vuelvas a escribir en Rostros de viento.Tenias cerca de un año que lo habias suspendido. Te lei con detenimiento y al final quedé, como cuando se lee algo muy "interesante e importante": con ganas de más. Pero en fin era un decálogo que invita a profunda reflexión.
Siempre un placer leerte. He estado a punto de compartirlo, pero me di cuenta a tiempo del contrasentido.
Muy bueno. Ilustra casi todas mis angustia ante el uso de las Redes Sociales..
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