En estos tiempos en los que estamos todos regados por el mundo -o en el
mismo lugar del mundo pero sin posibilidades de verse mucho- ha llegado la era
del grupo de WhatsApp. Y todo el mundo tiene los suyos, todos tenemos varios,
lo que implica un segundo (o un primer, según el caso) nivel de existencia:
estamos aquí pero nos fugamos con frecuencia para allá, o estamos siempre allá
y a veces, eventualmente, nos asomamos en esta extraña realidad de la gente de
carne y hueso y las conversaciones cara a cara. Lo importante es saber ubicar -y
ubicarse- en cuál de las siguientes categorías encaja cada miembro de sus grupos
de WhatsApp.
1) El
agregacionista. Toda la
tragedia se precipita cuando recibimos la notificación, miramos la pantalla y vemos: Fulano te ha
agregado al grupo “Amigos desconocidos”. Mañana la ciencia deberá
explicar esa nueva compulsión que tienen algunos de crear y crear grupos de WhatsApp.
Un grupo para cada motivo, cada evento, cada ocasión. Y de pronto uno se da
cuenta de que es miembro de varios grupos donde siempre está la misma gente. Pero
uno no se atreve a salirse ni a decir: ¿En serio, otro grupo?
2)
Alfa. Es el miembro más activo, el alma del
grupo. Y no necesariamente es el agregacionista que lo creó. Es el miembro que
necesita mantener al grupo vivo a punta de chistes, memes, videos, audios de todo
tipo, presentaciones en power point, consejos para aliviar la tos, evitar los
atracos, salvarse de la calvicie o ganarse el cielo. No sabemos de dónde saca
tanto tiempo Alfa para mantener siempre encendida la llama del grupo. Es una
especie de redentor, Alfa ha asumido que si el grupo no está activo entonces se
puede morir: el grupo y sus miembros. Menos mal que existe, estamos salvados.
3) El
que no entendió. En todo
grupo de WhatsApp, así sea conformado por dos miembros, siempre hay uno que no
entiende los chistes. Y entonces hay que explicárselos. Qué cosa difícil,
estéril y sin gracia la de tener que explicar los chistes, pero alguien tendrá
que hacerlo. Entonces está el que no entiende y su complemento: el que se lo
explica. Cuídese mucho de convertirse en ese que nunca entendió el chiste, pero
sobre todo cuídese de no ser el que los explica.
4) El
chavista.
Independientemente de su postura ideológica o tolda política, habrá siempre
entre nosotros un chavista de espíritu. El chavista de WhatsApp buscará la
manera de que todas las conversaciones y todo lo que se comparta en el grupo
tengan que ver con él y con las cosas a él le gustan que se hablen en ese
grupo. Vetará y mandará a callar a quienes se salgan de la línea, dictará
cátedra sobre lo que debe ser y lo que no, decidirá de qué temas se hablan y cuáles
ya se cerraron, se disgustará enormemente si alguien no sigue sus reglas. Pero
ojo, lo hace todo por su infinito amor por la libertad y la democracia. El
chavista es un tirano que te censura y te segrega, pero lo hace por tu bien.
5)
El
ofendido. Las cosas
estaban más o menos bien y el desmadre se llevaba más o menos en paz hasta que
alguien soltó algo que no debía por el chat. Hasta que alguien hizo algún
chiste o comentario que ofendió mortalmente a otro miembro del grupo (cosa tan
sencilla en los tiempos que corren). Ocurrirá entonces un momento tenso en el
que los demás miembros del grupo se harán los locos, se desaparecerán como por
combustión espontánea, o intentarán mediar entre los peleones para que hagan
las paces, para que se acuerden de que somos amigos y que estamos del mismo
bando, para que se den la mano y se den un abrazo de reconciliación pero por WhatsApp.
6) El
fantasma. Nadie sabe si mengano
realmente sigue siendo miembro del grupo. No aparece, nunca habla, nunca
comparte nada, sabemos que lee las conversaciones pero jamás participa. Es como
un espectro confundido con el papel tapiz de la pared del fondo. Está ahí,
supuestamente sigue ahí, pero ausente. Y de pronto un buen día aparece la
notificación “Mengano ha abandonado el grupo”, y uno se queda pensando en qué
raro es eso de irse cuando nunca estuviste.
7) Cada
cosa en su lugar. Un día
sin darte cuenta amaneces lleno de grupos de WhatsApp. Muchos más grupos de los
que quisieras. Muchos más de los que puedes controlar. Y a veces cierras el
grupo de los amigotes donde sueltas y recibes puras barbaridades y abres
inmediatamente la conversación con el grupo del trabajo, o el familiar donde están tu mamá y tu abuelita. Ya
lo verás: las conversaciones se cruzan, se abren solas las ventanas del grupo
equivocado, jurarás estar diciendo algo por un lado y resulta que lo estás
publicando por otro, y pronto te darás cuenta de que le mandaste aquel video insólito
de sexo con frutas a tu dulce progenitora.
8) El
desubicado. Hay gente que
nunca sabe en qué grupo está parado. O que simplemente no entiende de qué se
trata un grupo de WhatsApp. Son los que mandan audios de 14 minutos, los que
comparten videos interminables sobre los atributos de la lactancia materna
después de los 11 años, los que copian y pegan cadenas apocalípticas de: si no compartes esto con todos tus contactos
en las próximas 24 horas WhatsApp dejará de ser gratuito mañana. El
desubicado manda lo que sea, por mandar. Es como un ruido, como un eructo. Como
quien pide la palabra para hablar de un tema pero de la clase de al lado. Es la
misma raza del “yo no tengo una pregunta sino más bien un comentario…”. El
desubicado es ese que te hace abrir otros grupos paralelos para preguntar:
¿Alguien entendió esa vaina que mandó este carajo? No, vale, yo a ese bolsa lo
borro siempre sin leer.
9) Borrado. Mire, vamos a ser francos, la estupidez
ocupa mucho espacio. Producimos millones de gygas diarios de estupidez. Así que
borre. Tómese un minuto (a veces 15, dependiendo de cuán activos sean sus
grupos) en borrar esa cantidad obscena de chistes, memes, videos, fotos,
cadenas y largas disertaciones sobre la nada. Borre o su teléfono inteligente
quedará bobo de tanta necedad acumulada gracias a sus grupos de WhatsApp.
10)
La
salida. “Este el mejor
grupo de WhatsApp del mundo y aquí compartimos puras cosas interesantísimas”
dijo nadie nunca. Sí, a veces hay grupos en los que uno se ríe, otros que
fastidian poco (y porque uno los tiene silenciados), otros que son un mal
necesario y no molestan (tanto). Pero sea sincero, usted quiere salir corriendo
de varios de ellos. Y no lo hace por pena, porque se van a ofender los otros.
Así que prepare su salida. Hágalo bien. Saberse despedir (o difuminar) es un
arte. Antes de abandonar el grupo comience a aparecer por ahí cada vez menos. Conviértase
en el fantasma y de pronto se aparece un día por el chat para decir “este
celular está malísimo, vale, voy a tener que mandarlo a arreglar”, para luego volverse
a desaparecer. Y cuando ya esté listo para dar la estocada final les dice que
por seguridad se sale del grupo porque va a llevar al aparato a reparar. Que le
ha estado fallando mucho y que lo tiene que resetear de cero, que cuando esté
en condiciones otra vez entonces regresa. Listo. Es el momento. No mire atrás. Huya.
3 comentarios:
Muy bueno
Que análisis tan completo y verdadero de esos grupos. Pertenezco al familiar y tengo otro donde entran desconocidos y de golpe comienzan disgustos por los comentarios politicos. Otros te despiertan a las 5 a.m. con unos "buenos dias" , sin necesidad de despertador.Ja,ja,ja. C.Casano.
Lo mejor va a ser cuando empiecen a compartir tu artículo en los muchos grupos de whatsapp que le llegan a uno. Volverá a ti, como un boomerang.
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