
Desde hace algún tiempo vengo recibiendo la consuetudinaria visita de un anónimo a quien le debo reconocer que es uno de mis más asiduos y fervorosos lectores. Su sensible piel de revolucionario se estremece de escozor con las cosas que encuentra aquí escritas; y sin embargo no puede evitar leerme, mucho menos de dejar sus comentarios. Se toma largos minutos, yo diría que hasta horas de su tiempo, para escribir sus misivas henchidas de afecto por el régimen, apasionadas hasta el desgarre, cargadas de aburridísimas lecciones sobre el deber ser del patriotismo, toda una gama de lugares comunes predecibles que en nada vienen a cuento, señalamientos, insultos contra mí y los míos, acusaciones sobre lo malísimamente mal que yo he vivido… y hasta se sabe con detalle mi vida: dónde trabajé, con quién estoy, qué postgrado hace mi pareja, cuál era mi trabajo, etc.
Y como insiste tanto en el anonimato –ya lo decía Wittgenstein que hay sujetos que al arrancarle la máscara se les arranca la cara también- he decidido llenarle el hueco que lleva por rostro con un nombre. Yo te bautizo: In nomine patri et filii et spiriti sanctum como Materazzi.
(Y aquí hacemos una pausa para que puedas echar espuma por la boca y vomitar chorros verdes copeyanos con tropezones de sapo, culebra… y también tucusitos cabalgando ponys sobre el arcoiris porque de pana eres cursi y estereotipado como pocos)
Materazzi, si acaso ni siquiera te acuerdas tú de ti mismo, es el tipo a quien cabeceó Zidane. El mismo que se dedicó durante 120 minutos a insultar más que a jugar fútbol, que se entregó al sabotaje –hay algunos que nunca aprendieron otro tipo de juego, sólo saben jugar así- y con eso quiso maquillar su propia mediocridad, a punta de provocaciones al buen Zidane para que jugara mal. Acabó Zinedine por hacer algo que yo, en lo personal, aún le aplaudo y le agradezco por más que haya terminado en escándalo, tarjeta roja y copa para Italia. Porque ese fue el cabezazo que da un hombre por su dignidad. Aguantó y aguantó al atorrante hasta que el poco feliz Materazzi le nombró a la mamá y a la hermana. Y toma tu cabezazo, punto. Fin de la historia. Porque hay momentos en los que se te agota la tolerancia. Hay instantes en los que uno, por necesidad, deja de ser un personaje y se asume en toda su humanidad por defectuosa que sea. Pienso que se equivocan quienes creen Zidane perdió al cabecear a Materazzi. Al contrario, Zidane ganó. Se hizo héroe al recordar en medio de la final que él más que un futbolista, más que un astro, mucho más que un campeón, era un hombre que con toda justicia marcaba una línea y decía: “Este es mi territorio, a partir de aquí no le acepto a nadie que se meta”.
Entonces, tú, Materazzi, te diré que te he aguantado un rato, te he dejado que des tu comiquita. Que tengamos diferencias ideológicas, venga y pase. Que encuentres sublime aquello que yo encuentro patético y viceversa, pues lo podemos tomar como un halago. Que exijas tolerancia, respeto y apertura mientras te explayas en insultos es ridículo. Y sin duda, que des rienda suelta a tus eyaculaciones mentales (siempre prematuras, aguadas como saliva) aquí en mi patio es algo que definitivamente no me gusta. Pero ya yo veré si te las permito o no, si te las publico o procedo directamente a borrarlas sin leerlas.
Materazzi, los insultos contra mi familia y mi pareja despiertan el peor Zidane que hay en mí. No me importa si eres un tipo de 200 kilos de musculatura encaramado en una aplanadora, puedes jurar que encontraré la manera de romperte la cara. Yo aquí trazo mi línea. No te lo permito, así de sencillo (debes estar acostumbrado a que te prohíban y te obliguen a ciertas cosas, es el espíritu bolivariano, así que no te será difícil entender). Así que si apareces por aquí ya sabes que seré yo el que decida a quien dejo comentar y a quien no. Yo decido cuántos minutos de improperios me calo en mi tierras. Éste, Materazzi, es el blog Rostros de Viento de José Urriola. No es “El blog del insulto fácil y la oda a la gaguera mental de Materazzi”. Monta tu propia bitácora, haz de ella un burdel o un club de swingers, si eso es lo que te provoca. Cuando lo tengas montado me avisas, a lo mejor me animo y me paso por allí a visitarte; aunque, para serte sincero, lo más probable es que no vaya nunca. Porque ando en otras más nobles y felices como para andar visitando a la gente con el único fin de dar rienda suelta a mis complejos y reconcomios. Yo no soy masoquista como tú, Materazzi, yo no voy y vuelvo a los lugares ni me rodeo de la gente que sé que me van a incomodar. He aprendido a evitar ciertas cosas y a nutrirme de otras mejores, a eso se le llama cultivar el buen gusto. Es el arte de alimentarse de personas, sitios, músicas, lecturas e imágenes que te suman, no que te restan.
Pero soy generoso, Materazzi, te voy a dar la concesión a ti -y a los que te traigas- para que aproveches este post y le des barra abierta a toda esa materia roja, viscosa, apestosa y urticante que llevas en las entrañas. Vamos, te doy permiso aquí y ahora para que hagas gala de todas tus capacidades y dejes en evidencia toda la gracia de la que eres capaz.
Te llevarás la copa, Materazzi, te sentirás ganador, mientras a mí me sacan la tarjeta roja (con la complicidad del árbitro que está de tu parte). Pero esa victoria tendrá el gustico del fracaso, a juego fraudulento, te quemará la lengua con el sabor a trampa; y debajo de tu sonrisa de utilería se te notará la mueca de asco, de desprecio por ti mismo. Celebrarás, sí, te sentirás guapo y apoyado… pero estarás condenado por la historia a salir por la puerta de servicio y con una patada en el culo. Lo sabes, lo sabes mucho mejor que yo.
Vamos, Materazzi, recarga tus baterías de odio, es tu última oportunidad, escupe tus cositas venenosas; pero por favor sorpréndenos, dime cosas realmente horribles que por lo menos pueda utilizar en un libro más adelante. Este post es tuyo, papá, tienes mi bendición y mi consentimiento… eso sí, de ahora en adelante ya no respondo. Y no se hable más del tema, muchacho pendejo.
PD: Ah, Mate –perdona la confianza ¿te puedo llamar Mate, verdad? Claro que sí, fui yo quien te dio el nombre- voy a estar de vacaciones toda la semana. Es una costumbre burguesa horrible que tenemos, la de irnos a un lugar agradable, pasarla sabroso con alguien a quien queremos y llenarnos de cosas ricas. Exactamente lo contrario a lo que estarás haciendo tú, para que me entiendas mejor. Espero que cuando llegue encuentre tu tarea hecha y que me sienta orgulloso de todo lo que detoné en ti. Piensa en mí, yo no lo haré. Ya te dije, ando en otra.