En forma de silogismo nos han querido clavar la promoción de la nueva moneda nacional. Como si con la repetición automática y hasta el hastío de “un bolívar fuerte, una economía fuerte, un país fuerte” se estructurara una suerte de mantra que impactaría la realidad y la convenciera –nos convenciera- de ser otra cosa.
Así pues:
Un Bolívar Fuerte (qué maravilla lo que son los adjetivos, tú le pones “fuerte” al lado a cualquier sustantivo y de inmediato se pone grandote, papeado y valiente).
Una economía fuerte (qué bueno, esta es la parte del silogismo en la que a todo el mundo le da como risa nerviosa o pena ajena, como los carajitos cuando dicen una mentira).
Un País fuerte (aquí sí que estoy totalmente de acuerdo. Este país es muy fuerte. Tanto que debería traer en el empaque algo similar a lo que traen las cajas de analgésicos: Ibuprofeno Extrafuerte, Paracetamol Ultrafuerte. Y así uno se hace una idea del rollo en el que se está metiendo).
El billete de 2 trae en el anverso a un gordito, rechoncho, caretón, de pelo negro y ojitos de pillo. Y nos quieren meter el strike de que ese pana es Francisco de Miranda. Miranda, el de La Carraca, era una suerte de dandi seductor, afrancesado, elegante, alto, delgado, carilargo, de lacia y larga cabellera canosa que alguna vez fue castaña. Señores, por favor, acaso nadie se ha dado cuenta de que el carajo que sale en este billete no es Miranda… ES DIOSDADO CABELLO. La campaña presidencial para el 2013 ha comenzado, hechos los bolsas, de manera más o menos subliminal.
Este billete de 5 es producto del delirante sincretismo que se obtiene al cruzar a Aristóbulo Istúriz con Piedad Córdoba. Seguro que quien lo diseñó es un fanático de Mazinger Z que después de grande se metió a bolivariano y un día se preguntó: ¿cómo sería nuestro propio Barón Ashler? Y entonces agarró la cara de uno, el turbante de la otra, el color de éste, la sonrisita de aquella, se sacó un híbrido digno de la isla del Doctor Moreau y aquí lo tenemos vuelto billete.
En el reverso este papel moneda luce a un armadillo o cachicamo. Cobardes, se les enfrió el guarapo a última hora, tenían que lanzarse con todo y poner ahí lo que de corazón querían ponernos: un rabipelado.
El billete del Cacique Guacaipuro -que ha matado a su mujer-, sospechosamente parecido a nuestro rutilante Ministro del Poder Popular Para la Educación, Adán Chávez, en sus años mozos, mentor político de su hermanito el teniente coronel y en un futuro, si nos descuidamos, Gran Archiduque de Sabaneta de Barinas.
El espectacular billete de 20, sobran las palabras. En una sociedad donde se cuida tanto el género, donde nos cuidamos tantísimo en decir pluscuanperfectamente cosas como “pianistas y pianistos”, “jalabolas y jalabolos”, “mediocres y mediocras”, “infelices e infelizas”, jurando que la respuesta a los movimientos feministas y a la procurada equidad entre los sexos radica en esas soberanas güevonadas… surge la brillante idea de dedicarle un billete rosado a una heroína del terruño. Claro, porque, díganme: ¿de qué color son las niñas? Rosado. Rosado y moradito. Debemos ser el único país del mundo que tiene un billetito femenino rosa. Se sugiere sacarle una versión alternativa sustituyendo la imagen de Luisa Cáceres de Arismendi por la de Hello Kitty o la de las Chicas Superpoderosas.
El de 100, claro no podía ser de otra manera, es el de Bolívar. El magnánimo, el inalcanzable, el padre de todos los comedores de arepa –les guste o no-. Me pregunto por qué, simultáneo a todo este movimiento bolivariano que se rasga las vestiduras por Don Simón y que deben andar buscando las maneras de canonizarlo, nombrarlo cabeza del Consejo de los Jedis, de armarle un huequito en el pesebre al lado del niño Jesús y de que se instituya internacionalmente una nueva oración que rece: “Bolívar nuestro que estás en los cielos…”, por qué no surgirá un movimiento que simbólicamente devuelva a Bolívar al Panteón. “Coño, mi pana, muchas gracias por liberarnos, gracias por la épica, las cartas, las frases célebres, las recetas de cocina, de verdad nos quitamos el sombrero, pero ya basta, viejito”. Ya está fuerte, ahora más que nunca. Y nos libramos un poco de ese fardo, gracias por el legado pero ya es hora de lanzar esas maletas que nos anclan a un pasado negado a mirar sin complejos hacia adelante, llegaron los tiempos de vivir con el fantasma sin que su espíritu nos agobie en cada paso con su pesadísima sombra. Sugiero hacerle un billete único de un billón de Bolívares Fuertes a Bolívar. Un billete que nadie jamás podrá utilizar y que quedará guardado bajo llave junto a sus huesos. Mientras tanto que escritores, historiadores, artistas, gente de a pie, se avoquen a construir otros héroes. Cosa que nos hace tanta falta.
El billete de 50 lo quise dejar de último, porque es la flor que nace en el fango. El billete verde de Simón Rodríguez, una perla que con disimulo se cuela entre la escoria. Entre tanto héroe de batalla, tanta muerte trágica y el nefasto alud de neoestética patriotera se asoma el civil, el maestro, el revolucionario de las ideas y las letras. Y en el reverso del billete el que quizás sea el animal más mítico, el más peculiar y menos célebre de nuestra fauna autóctona: el oso frontino. Esos sí son dos detallazos como para ufanarse, para sentarse a pensar en la Venezuela posible que aunque la oculten acabará por irrumpir. La vida a pesar de todo después del temporal.