
-A veces uno se encuentra metido en una diatriba, una lucha entre lo correcto y lo que uno realmente quisiera hacer. Eso en las comiquitas se suele representar como un angelito y diablito, cada uno en una oreja, que nos susurran consejos encontrados. Eso es una ridiculez, tal cosa no existe. Realmente el que nos susurra cosas insólitas y nos mete fantasías delirantes en la cabeza es el homúnculo. Y uno casi siempre le termina haciendo caso, y cuando no, uno a la larga se arrepiente.
-La próxima vez que te veas envuelto en una situación de esas “pero qué necesidad tienes tú de meterte en ese lío”. Ya sabes hacia dónde poner a apuntar el dedo acusador.
-Los homúnculos tienen un sentido del humor muy raro. Se divierten con cosas extrañas que no son las mismas que le divierten a uno. Por eso es que a uno le pasan cosas muy locas y luego se pregunta: pero por qué me pasa esto a mí. O la gente dice: esas cosas te pasan sólo a ti. Pero no es culpa de uno, es del homúnculo. Por cierto, un saludo al pana aquel de Barceloneta que se acercó a preguntarme si me podía oler los pies. Ha sido el festín de mi homúnculo y de los homúnculos de un gentío.
-Hay gente que tiene un imán poderosísimo para atraer a locos y locas. No hay nada de malo en uno, tranquilos. Son los homúnculos los que se reconocen, se identifican y luego dicen: qué loco está el homúnculo de ese carajo, mucho más loco que yo.
-La música es el lenguaje de los homúnculos. Uno nunca sabe por qué le gusta tanto una canción y por qué aborrece otras. El único que entiende es el homúnculo. Él lo entiende todo. Y por eso te pide que la pongas una y otra y otra vez, a ver si te enteras de eso tan importante.
-Cuando la gente que uno quiere son además aliados musicales, los homúnculos bailan juntos, cantan juntos, arman enormes fiestas y tertulias, se ponen eufóricos o melancólicos con los mismos sonidos. Y la música dice todo eso que uno con palabras no puede y tampoco hace falta. Eso es poderosísimo.
-Por cierto, el homúnculo de Cerati está dando otra vuelta por el universo mientras él duerme. Regresará dentro de poco con un saco de rocas espaciales y polvo de estrellas para todos los que hayan pedido algo.
-Los insomnes tienen homúnculos hiperactivos. Uno está cansado, agotado, necesita urgentemente dormir; pero el homúnculo quiere jugar fútbol, salir a caminar, sacar saldos que casi siempre dan números rojos y pensar durante horas qué pasaría si uno mezcla a un delfín con un hipopótamo. Amanece y uno está sonámbulo, entonces el homúnculo aprovecha para echar una siesta.
-Las ideas no se le ocurren a uno, siempre son ideas del homúnculo. Una buena idea es simplemente un chispazo, un grito, un pinchazo que desde adentro te pega el homúnculo. A uno le toca convertir eso en un cuadro, una escultura, un poema, una casa, un cuento. Si eso queda bien o mal, ya la responsabilidad no es del homúnculo, es de uno.
-La gente muy dogmática tiene al homúnculo encerrado, amordazado y con camisa de fuerza en un cuarto oscuro al fondo del cerebro. Por eso es que, al mínimo descuido, cuando el tipo se zafa y se escapa, hacen esas cosas horribles.
-En el mundo del futuro habrá terapia para homúnculos. Porque uno es simplemente el medio, un vehículo, pero el que necesita terapia es él. Se les hará psicoanálisis y se les medicará. En algunos casos serán tratados con lobotomía y con electroshock. O se les condenará a muerte con inyección letal o por extirpación. La gente se curará y la humanidad entera será normal y corriente. Y el mundo será entonces un lugar aún más mediocre y aburrido.
-La felicidad es el arte de entenderse con el propio homúnculo. Llegar a un armisticio, a un pacto de no agresión. Por eso la felicidad, al final, se acaba pareciendo tanto a la calma. Pero para llegar allí primero hay que caerse a coñazos con el homúnculo durante todo el trayecto, la vida entera.