Te juro que yo nunca como hamburguesas. No es que la comida chatarra no me guste, es que me cae mal. Me da jaqueca, acidez, me paso toda la tarde repitiendo la grasa de la tocineta y con hipo a papa frita. Pero era tarde y andaba apurado y allí estaba el Wendy’s en el camino. Pedí mi combo número 3, que no, sin extra de nada y sin pie de manzana, no señorita, frosty de chocolate tampoco, dije que no. Tomo mi bandeja y me busco un puesto cerca de la ventana, lo más lejos posible, no quiero que nadie me vea, que nadie me salude, que nadie se me siente cerca. Pero estaba a reventar aquello y tuve que elegir un asiento de esos largos donde caben cuatro. Y uno se siente como un abusador, porque la gente te mira y es como si dijeran qué fresco este tipo, abusador, se acaparó esa mesa que es para cuatro en vez de sentarse en la mitad del pasillo donde están las sillitas para gente soltera y sola y ermitaña. Así que me hundí de cabeza en mi hamburguesa y le puse mucha salsa de tomate a las papitas, y saqué mi pitillo del tubito de papel y calculé meticulosamente qué tan al centro y qué tan fuerte lo iba a encajar en la tapa plástica del vaso de té frío. Y así les di tiempo a todos a que volvieran a sus hamburguesas, a sus nuggets de pollo, a sus frijoles calientes sobre la ensalada helada, a sus conversaciones sobre cualquier cosa, a sus bailecitos –porque fíjate bien que la gente cuando come hamburguesas bailotea, tienen como un tumbadito, como que se ponen muy contentos de comer apurados y chupándose los dedos-. Entonces a mí me dio tiempo de echar un vistazo alrededor para ver a la gente de las mesas de al lado. Enfrente estaban papá gordo y niño gordito, idénticos, sólo que el más grande tenía barba. Al lado derecho un tipo igualito, pero es que te cagas, igualito al Palillo pero catire. Palillo-rubio estaba con su novia, en plan de almuerzo romántico rozándose las piernas por debajo de la mesa. Y, finalmente, en la de la izquierda, estaban la abuela, su hija y las dos nietas (gemelas vestidas de pantalón azul, camisita rosada y lazos celestes). La abuela me saluda con una sonrisa y cordialmente hace gesto mínimo con su mano que sostiene dos papas fritas. Yo no sé por qué, pero tú sabes que yo le caigo bien a las abuelas. Devuelvo el saludo y me parece que levanto excesivamente la hamburguesa con las dos manos. Qué vergüenza, le doy un mordisco fenomenal, tan grande que casi toso. Escucho entonces que papá gordo, conectado a su Blackberry (que además es cámara fotográfica y también es IPod y si vibra pues también le servirá para otras cosas), dice por el artilugio que le funge de manos libres: “La Hummer arrecha pónmela en 350, sí porque a mí me costó 200, y yo tengo derecho a meterme mis 150 palitos, de bolas, porque si no ¿qué hay pa’ papá?” Fue allí cuando niño gordo le dijo a papá gordo: “Papá, pupú”. Pero papá gordo hizo caso omiso: “La otra Hummer, la chimba, pónsela a 280 que ese pendejo la compra”. Niño gordo se desliza por el asiento, baja a tierra, toca con la palma de la manita la generosa panza de su progenitor aplastada contra la tabla de la mesa: “Papá, pupú. Quiero hacer pupú”. A lo que su padre responde: “Mira, vamos a corregir una vaina, porque ahora que me acuerdo yo le puse asientos de cuero y un reproductor vergatario a la Hummer chimba, pónsela a 310 y si se pone muy güevón se la dejamos en 300 y punto”. “Papá, que quiero hacer pupú”. “300 es el precio raya, si no que se compre una Toyota o una Montero o una vaina de esas, que no sea marico”. “¡Papáaaaaa, pupúuuu!”. “Chico, pídele 320, hecho el pendejo, a ver qué te dice. Si te da 320 te agarras esos diez pa’ ti y te los bebes en puro 18 años esta Semana Santa”. Palillo-rubio estaba tan nervioso que estoy seguro que estaba a punto de lanzarse un clavado dentro del vaso de merengada, su novia estaba roja y con la pollina adherida a la frente por una gruesa película de sudor. La mamá de las gemelas les dice: “Niñas, ¿Ya terminaron?, ¿Quién quiere ir al parquecito?” y la abuela murmura: “Ay, Dios mío. Ay, Dios mío”. Entonces niño gordo camina hasta la mitad del pasillo, se pone de cuclillas y puja. Dado el ímpetu con que lo hace, la expresión de la cara y el aroma que despide, nos convence a todos de estar cumpliendo cabalmente con su misión. “Entonces quedamos así –dice el gordo del carajo metiéndose de un solo golpe cinco papas fritas- trescientommmmñam cincuentammmm ñam ñam la Jomelm arrecham y la otrammm ñam ñam trescientommm ñam vientemm”. “Papá…” dice niño gordo que ha vuelto a la mesa caminando con cierta dificultad. “Coño, hijo, qué te pasa”. Te juro que yo estuve a punto de gritar: “Que se cagó, gordo de mierda, se cagó el chamo aquí en el medio del restorán mientras tú hablabas pendejadas por esa verga”. Pero tú sabes, soy tímido, y no me atreví. “Papá”, insiste el niño… “que quiero ir al tobogán”. “¿A dónde, mi amor?”. “Al tobogán”. “Vamos pues, al tobogán, pero un ratito”. Se levantan papá gordo y niño gordito y surcan entre las mesas dejando una turbia estela parda a su paso. Palillo-rubio está a punto de colapsar de un infarto al miocardio, su novia tiene pinta de estar pensando seriamente en dejarlo. La abuela toma su cartera, se para con cara de absoluto pánico y corre con pasos cortos hacia el parque, y entonces grita en algo que en un principio intentó ser un susurro: “¡Fabiola, mija, agarra a las morochas, sácalas del tobogán que nos las van a embarrar de pupú!”
14 comentarios:
Chamo: Que experiencia,¿ cómo te cayó esa hamburguesa?, Eso te pasa por estar pendiente de estos personajes tan cómicos y tan corrientes, pero te amargaron el almuerzo y a nosotros nos alegró la vida a carcajadas. Sigue comiendo comida chatarra para nosotros tus lectores. ¡Felicitaciones! Augusto Anselmi.
Pero qué cochinito eres!
POR FAVOR JOSE!!!!
QUE VAINA MAS BUENA!!!
UN ABRAZOTE
Cinzia
Hola Jose, primera vez comentando. Me hiciste recordar a uno de mis libros preferidos, The Catcher in the Rye, donde tambien un padre o madre (no recuerdo) no lleva a su nene al banno porque esta demasiado ocupado viendo una pelicula cursilisima en el cine. Confieso que tu version venezolana me dio aun mas risa. Te felicito, es un placer leer tus historias.
no paré de reir... gracias!! que cosas que te pasan o te pasan por la cabeza!
Buenísimo el texto, de principio a fin. Te felicito.
Chamo, ¿que Wendy´s era ese? es para estar pendiente en donde me meto. Excelente texto. Espero que sea producto de tu imaginación, y si no lo es, a tí te pasan unas vainas dignas de Dimensión Desconocida.
Jefferson.
AJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!!!!!!
José....
jajajajajajajajajajajajajaja
coño!
(la oralidad IMPECABLE...creí escuchar al tipo....!!!!!!)
jajajajajajaja
Un beso carcajeado!
seguro que fue en el de los palos grandes... lo presiento
Sabes que fue lo peor? estaba comiendo un excelente amasijo de coco y azucar morena, asi tipo en conserva, y gracias a Ud. señor ya no puedo seguir viendo mi amasijo de la misma manera...
*Buen cuento! :D
Mis estimados todos: Les confieso que el suceso tuvo lugar en Los Palos Grandes, un jueves a eso de las 3. Les puedo asegurar que los personajes citados son reales, que lamentablemente no tengo tanta imaginación para que se me ocurra de la nada algo de esta naturaleza; ellos son los cocineros de estas hamburguesas y estas papas fritas... yo apenas he salpicado la cosa con mi salsa de tomate.
Bon profit. Espero
la droga más dura es la realidad
¿la comida rápida se llama así porque te sirven rápido o porque se come rápido?
Qu[e vaina tannn buena
retrato completo del target variopinto al que va dirigido
el Wendys y sus parecidos
el gordo de la Hummer estaba el otro d[ia sentado detrás de mi en el aeropuerto
cuando se paró, sentí que se había cagado en el alma de todos los otros pasajeros en espera
lo del bailoteo es cierto!!
eres demasiado, dígame el palillo esmirriado!!!
a mi me parece una metáfora de la realidad bolivarian pop
agridulce y trajicómica...
bravo maestro tiempo sin pasar por aquí...
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