Una ilustración de Pablo Amargo
En esa camioneta viajábamos dos ecuatorianos, una colombiana, un español, un brasileño y dos venezolanos.
-¿Alguien tiene idea de a dónde estamos yendo? –preguntó Fanuel Hanán-Díaz, venezolano, el único que realmente sabía hacia dónde íbamos pues había hecho el mismo paseo un año atrás.
- Eu creo que elles están nos secuestrando- respondió Rui de Oliveira, el brasileño, bromeando en portuñol con los dos ecuatorianos que ocupaban los puestos de piloto y copiloto.
Pablo Amargo (España) y yo nos reímos del comentario desde el asiento trasero. Claudia Rueda no.
-Decirle a un colombiano que lo están secuestrando es el chiste más cruel del mundo- dijo la colombiana con tono de reclamo cariñoso.
Tenía los audífonos puestos en ese instante, pues me he hecho adicto a montarme unas road movies personalísimas cuando cojo carretera. Me gusta entremezclar el paisaje con la música, con retazos de diálogos que se cuelan, muecas, reflejos de sol contra la ventana, lóbulos de oreja, mechones de pelo al viento. Sonaba Bat For Lashes, curiosamente en la canción Bat’s Mouth (Boca de murciélago). Y digo curiosamente porque se refiere esta canción a una antigua leyenda anglosajona de la que ya me habían comentado algo: una mujer misteriosa, a la que nadie había visto nunca antes, seduce a un hombre mientras beben en una taberna. La mujer es guapa, la noche promete, el sujeto se pierde en esas curvas pronunciadas aún más por el efecto vino. Se van juntos, y al cruzar el umbral ella le sirve de muleta pues el tipo se cae de la borrachera. Cuando por fin despierta descubre que se halla cautivo dentro de una cueva oscura, húmeda, sin posibilidad de moverse. Apenas logra vencer la modorra se entera de que habita dentro de la boca de un enorme murciélago. Tiembla, se estremece, suda, llora. Su captora se acerca varias veces por día para abrazarlo, besarlo, darle de beber, le da a comer frutos del bosque o trozos de pan que le deposita boca a boca. Y lo mima, le agradece por haber venido, le transmite calor, le calma la fiebre, lo enamora. Tiempo después la mujer da orden al murciélago de abrir la boca y soltar su presa. “Ahora te puedes ir” le dice al secuestrado. Pero la libertad no le sirve, él ya no quiere irse, prefiere quedarse. Ya no sabe comer, ni beber, ni vivir sin ella.
Una leyenda de los llanos venezolanos cuenta una historia similar. Me la contó papá durante una noche asmática en Guanare. Estábamos en un hotel cuya vista daba a unas colinas, y papá recordó al verlas que alguna vez esas tierras pertenecieron a Don Santos Urriola, su padre. Me dijo, con la naturalidad de quien narra un cuento del Libro de la Selva a su retoño, “Cuando yo era pequeño se decía que en esas colinas que vemos allí habitaba un ser extraño. Era como el Yeti, enorme y peludo, y andaba en dos patas. A veces bajaba hasta el pueblo en el medio de la noche y raptaba a una señorita. Eso pasaba una vez a la cuaresma. La subía hasta la copa de un árbol y la descalzaba sobre una rama. La alimentaba, le daba de beber y le lamía la planta de los pies. Durante muchos días la tenía así, hasta que ella tuviera la planta de los pies tan delgada y sensible que ya no pudiera caminar. De esa mujer no se volvía a tener noticia, pero de su hijo sí. Vendría algún día hasta el pueblo, dentro de algunos años, en medio de la noche, a llevarse a una señorita para lamerle los pies.
La dama del murciélago y El lamedor del llano vendrían a ser los tatarabuelos románticos del Síndrome de Estocolmo. Ese fenómeno que consiste en una especie de cofradía que se arma entre secuestradores y secuestrados, y que tuvo nombre a partir de aquel episodio de 1973 cuando unos asaltantes estuvieron durante seis días encerrados en un banco sueco junto a sus rehenes. Cuando por fin cedieron a las negociaciones con la policía y soltaron a sus víctimas, una de las secuestradas besó con pasión a su raptor frente a las cámaras. Y cuando los rehenes fueron llamados como testigos al juicio, ninguno quiso participar en nada que perjudicara a sus captores.
Pero justo allí se acabó la música y había cola. El paisaje montañoso había sido borrado por una llanura desértica poco seductora. Y la road movie con soundtrack de Bat For Lashes cayó en una pausa, sucumbió al letargo, al sopor, a un grito de sol con olor a frituras y gases calientes. Lo único que había sobrevivido, colgando en el aire y sin cabida para romanticismos, era la frase de Claudia: Decirle a un colombiano que lo están secuestrando es el chiste más cruel del mundo.
Hay momentos en que la realidad es tan brutal que sin necesidad de mediar palabra le mete dos bofetadas a cualquier ficción y la acuesta a dormir. Juan Goytisolo tiene una frase contundente: “matar a un hombre por defender a una idea no es defender una idea, es matar a un hombre”. Me atrevería a parafrasear: secuestrar a una persona en nombre de un ideal no es honrar a un ideal, es secuestrar a una persona.
8 comentarios:
Inteligente ilustración y descripción de tu viaje, con los compañeros latinoamericanos, por Ecuador.Genial,la cita seleccionada del novelista español y tu contundente conclusión Urriolana. C. Casano.
excelente reflexión broder
pura fibra y látigo
un abrazo
J
Genial! como siempre. Que manera tan (no sé) bonita de hablar de algo tan fuerte y delicado. Muy sensible y humana tu reflexión. Por cierto, también me gustaría hacer una ilustración para una de tus crónicas... diga usted!
Jose:
de tu post dos cosas...
1) "noche asmatica"...imagen poetica poderosisima que me robaria con gusto.
2) La capacidad que tienes para hacer que lo obvio duela, por si mismo y por su obviedad.
Recibe mi abrazo
(a ver si me da chance de ir el 22 a oirte, de todos modos te deseo mucha suerte)
Este es uno de los mejores textos que leido en cuanto a secuestros.
Bien.
Como siempre un placer leerte.
Por cierto, es la primera vez que leo sobre el Lamedor de los llanos, es broma? si es cierto, tendre que demandar a mis abuelos :S
Besos.
Ese padre tuyo, te enseñó cosa bellas e interesantes, ,además de la escritura y tu amor por los libros. Felicitaciones a los dos Jose Santos.(Viejo y joven).
La verdad es que soy una fanática de tu papá
parece mentira que hay que aclarar que matar a un hobre....es matar a un hombre
me parece interesantísimo el Síndrome, quisiera poder conversar con un secuestrado luego de la liberación, aunque al parecer hay algunos secuestros 5 estrellas, como los de las leyendas, qué horror, que encima de que te secuestren termines queriendolos o necesitandolos.
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