A mí me suelen enganchar un montón los infomerciales. Sí, lo asumo, es un placer culposo. Es como si uno se sometiera -casi voluntariamente- a varios minutos de incomodidad, de risa, de curiosidad, de vergüenza ajena, como si cada vez que uno pasa por un infomercial y es incapaz de cambiar el canal se le despertara un lado siniestro que decide regalarse una estadía breve por el absurdo. Los infomerciales son piezas muy peculiares: te venden unas cosas espantosas e inútiles con un tono épico salpicado de autoayuda, son como guiones de ciencia ficción convertidos en documentales publicitarios. Pocas cosas más delirantes que un tipo sin camisa, peinado con laca y cola de caballo, con abdominales definidos hasta en la yugular (esos panas tienen músculos extra, hasta donde no los hay), que te asegura que todo lo que es hoy se lo debe a untarse religiosamente baba de caracol por todo.
Cierta madrugada, cortesía del insomnio, pude ver uno de los infomerciales más fantásticos de la historia de la humanidad. Se llamaba “Minigolf Kit” (por favor si alguien lo consigue en Youtube no se olvide de compartirlo, es una gema). El asunto era una especie de estuchito de cuero de esos que se cuelgan en el cinturón, parecido a uno para guardarse el yesquero Zippo, en cuyo interior habitaban una pelota de golf, un tee (esa cosa que es como una pieza para jugar ludo pero que se entierra de cabeza en la hierba para ponerle la bola de golf encima) y un trapito mágico para limpiar de residuos la pelota luego de ser golpeada. Entonces el dueño del minigolf kit podía ir al banco, al automercado, a buscar a los niños al cole, al sauna o a la iglesia con su equipo de golf siempre sujeto a la correa. Y entonces, he aquí la magia, el locutor decía: “Y ya no tendrá nunca más que hacer esto”: Y salía el mismo tipo pero con un ataque de estrés porque no sabía qué hacer con el palo de golf, la pelota, el tee y se lo metía todo en el bolsillo del pantalón (zoom in al bulto que le asomaba bajo la tela). “Y tampoco tendrá que hacer más esto”: Entonces salía el tipo con una camisa blanca, la bola de golf sucia en la mano (inmunda, como si hubiera caído en un pozo séptico), la misma cara de no saber qué hacer con ella hasta que procedía a limpiarla con la tela de la camisa, en la zona de la barriga y le dejaba un manchón a la panza que no lo sacan ni en la más osada de las cuñas para detergente. “Ni tendrá nunca más que hacer esto tampoco”: Y aunque usted no lo crea aparecía un primer plano del protagonista con la pelota de golf metida en la boca. Como si fuera un huevo duro con cáscara y todo (yo no he jugado golf en la vida, pero si la gente hace eso con cierta frecuencia voy a comenzar a jugar sólo para tomarles fotos y extorsionarlos luego). “Así evitará sensaciones y sabores molestos”: Y salía el tipo escupiendo con cara de asco trocitos de césped y tierra después de chuparse la pelota de golf. “Y todo esto por una módica suma”: Y salía en la pantalla algo así como 699, 99 $ (y uno dice siempre: ¿Pero esos dólares no serán gringos? Coño, porque esa vaina además de chimba es entonces también carísima). “Pero aún hay más, si llama ya le daremos otro minigolf kit completamente gratis” (qué maravilla, si no sabías qué carajo hacer con uno solo y ahora te salen dos). “Llame a nuestras operadoras para mayor información sobre cómo pagar con moneda local” (Qué miedo. Seguro que si llamo ahí sí que se termina de abrir un vórtice hacia otra dimensión o se destapa una caja de Pandora telefónica que no la cierra ni Dios).
Durante un tiempo estuve convencido de que la inteligencia que se escondía detrás de
Enotnces uno, como pasa con todo infomercial, se debate entre la risa, el susto, la vergüenza ajena, la incredulidad, la curiosidad de “¿Pero habrá alguien que compre esta mierda?”, te sometes pues a esa estadía por la versión más chimba del purgatorio que te pretenden vender a un precio sideral. Y una vez más, como siempre, te asomas a ese vórtice, a esa Caja de Pandora que no cierra ni Dios, y acabas diciendo con una sonrisa: “No, vale. No, claro que no. Pero ni de vaina”.
10 comentarios:
Jajajajajajajaja, lo confieso, muchas veces me he quedado pegada sin poder cambiar de canal en algún infomercial...
:)
Como siempre, es un placer venir acá y salir o bien, muerta de risa o con la mosca detras de la oreja.
Besos.
eres la risa
Con la gracia, y fino humor característico en Urriola....
Aunque el final sea tan desgarrador, por tratarse de los gobernantes de nuestro pais,Augusto Herrera.
Lo más triste es enterarte de que aún no sabemos si somos menos los que no compramos el producto.
Es como si 3/4 partes de la población compró el mini golf kit, comprobó que no sirve para nada, lo botó, mostró a los demás lo malo que es, y aún así hay gente que no sólo lo quiere comprar varias veces sino que pretende convencerla a una de que no se puede vivir sin él.
En cuanto a los infomerciales, a mí siempre me deja como hipnotizada el del anciano que está más en forma que yo porque toma jugos hechos con una licuadora específica y no con otra... ¿No es como mágico?
Otra cosa hipnotizante: "Venezuela adds to the battle for the If". Te invito a ver la versión en Ínglich de la página del Ince: http://www.inces.gob.ve/index.php?lang=en
Saludos y disculpa lo largo :S
Pues lamentablemente Si, hay gente que lo compra. Aunque no les sirva. Lo compran como por no dejar, quizás porque no hay un producto que le haga competencia. Que se yo.
Lo que más me gustó del post fue "Los Cisneros son grandísimos responsables de la marginalidad mental de este país y han hecho de ello un negocio rentabilísimo" Bestia, pana. Más certero imposible.
El punto, es que además de Sábado Sensacional, Los Cineros tambien son los productores de este infomercial absurdo que padecemos desde hace diez años y también es para ellos un negocio muy rentable. Y si acaso no lo creen, sintonicen el canal 4 por estos días.
Infomerciales...
A mis dieciséis sufri de infomerciales todo un año, no pude pegar pestana. Me llevaron al psiquiatra por insomnio y por masoquista
No puedo dejar pasar esta oportunidad para contar la historia de una mujer que conocí, una señorona de unos 50 años.
Ella compraba compulsivamente todo lo que aparecía en esos benditos comerciales de 45 minutos -excepto las cuestiones que no podía imaginarse cómo usar en casa-. El asunto no era tan malo: ella era feliz comprando, su marido podía cubrir las tarjetas de crédito y ella efectivamente agotó todos los artilugios mágicos (incluso ralló un dvd de ejercicios de Katherine Fulop -así se escribe?- de tanto sacar y poner del reproductor).
Y no me van a creer, señoras y señores, eferctivamente bajó de peso, a largo plazo; logró abdominales y partes de su cuerpo firmes -a esa edad!!-; y el espacio en su casa se ha maximizado en un 200%.
Todo le resultó, absolutamente todo. Lo que para mi era desesperante. ¿Cómo era posible que objetos totalmente inútiles en la mayoría de los casos funcionaran?¿Aprendió a utilizarlos eficientemente?¿Todos nosotros estamos equivocados?.
Lo único lamentable de esta historia es que ahora mira televisión solo para ver si hay infomerciles para encontrar marido.
Chamo! Lo de la marginalidad mental del país es así. Lo mejor para una noche de insomnio es Venevision Plus. Es Plus literalmente, agarraron toda la mierda que producen y la pusieron en ese canal para que te revuelques en ella y de serie gringa en serie gringa te recuerdes que no eres más que un sudaca.
En cuanto a los infomerciales es que es imposible no verlos, además la musiquita de ascensor como que hipnotiza.
Pero los peores infomerciales son los de las colombianas que tienen los blue jeans y los sostenes...
- Eess que vea, usted ya no tiene por qué mostrar la cola caída, ni esos rollitos fastidiosos. Ahora se puede ver divina con cualquier jeans!!!! Y si nos llama ahora le enviamos el sujetador gratis.
Hola.
Es como una ensalada de ciencia ficción, ilusión y auto ayuda hacia la redención.
Ah! y ayuda a ejercer la fe de lo curable e incurable.
Saludos.
No sé si reírme o llorar.
Que fue lo que pasó cuando en el último viaje a Caracas me contaron lo de los gallineros en las azoteas.
Primero me reí.
A carcajadas.
Pensando que era una ocurrencia de mis anfitriones, una exageración para divertirme.
Y luego, cuando escuché al muñequito con pilas nucleares y me di cuenta de que de broma, nada, lloré.
Y así sigo...escindida entre la risa y el llanto.
El absurdo es lo que tiene.
besos, José.
Excelente texto, como es habitual en ti...!
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