Dice la promoción que rota en ese oasis de canal por cable llamado Max, que el estadounidense Errol Morris está considerado entre los diez cineastas más importantes del mundo. No sé de dónde viene la estadística ni quiénes son los dueños del canon de ese top ten de los cineastas más importantes del planeta, sólo sé que por fin estoy de acuerdo. Morris es un mago. Errol Morris es para el cine documental lo que Zidane es para el fútbol.
Errol Morris hace películas con la gracia de quien pone a freír un huevo hasta su punto preciso y precioso de cocción. Con una sencillez tal que le hace pensar a uno que hacer un documental es así de simple, así de facilito. Es de esos magos que le transmiten a uno las ganas de inventarse sus propios trucos, creyendo que si uno los imita les pueden salir igual de bien las maromas, cosa que –para ser honestos- no sucede prácticamente jamás.
Standard Operating Procedure es la última película de Morris. Una gema que se adentra -con la sencillez y la mordacidad que le caracterizan- en esos eventos abominables de Abu Ghraib, aquella cárcel en Iraq donde los soldados norteamericanos se dieron a la tarea de tomarse fotos mientras torturaban y humillaban a sus prisioneros de guerra iraquíes.
Gilles Lipovestky sostiene que el gran síntoma de nuestros tiempos es contar nuestras vidas como si se tratara de una película épica, todo está traducido en los códigos de Hollywood. La gente cuenta sus experiencias como si se tratara de un guión cinematográfico y al final, por más que se empeñen en vendernos sus vivencias como grandes cosotas, nos suele quedar la sensación de que no hay película, que no hay viaje del héroe y que ni siquiera hay héroe (muy al contrario, eso no deberías contarlo porque es patético y da pena). Exactamente eso pasa con los entrevistados de Standard Operating Procedure, se creen protagonistas de un drama contado en clave de epopeya que resulta una soberana mamarrachada.
Los hay los que se victimizan y confiesan (con su cara de palo en primer plano): “yo simplemente cumplía las órdenes de un sargento malvado que me obligaba a hacer eso para saber dónde estaba escondido Saddam Hussein y así ponerle fin a la guerra”. Y Morris, mientras tanto, nos coloca en pantalla la fotografía del miserable que habla, el mismo cretino con unos añitos menos, que con una sonrisa enorme le lanza un perro a un prisionero árabe. Hay otra entrevistada que asegura que le tendieron una trampa, que eran bromitas inofensivas sólo para el consumo interno, que se suponía que eso no saldría jamás del petit comité de soldados gozones; y mientras su voz quejicosa se escucha de fondo vemos a la muchacha con el pelo al ras y con sus 21 añitos, sosteniendo la cadena con la que tiene atado a un iraquí como si fuera un perro. Luego, en otra imagen, la vemos a la misma chiquita –cigarro en boca- burlándose del pene de otro prisionero mientras lo obliga a masturbarse. Hay otro soldado, metido de cabeza en su papel del policía bueno, que dice que gracias a él los prisioneros no sufrieron más, porque tuvo la gentileza de quitarles las esposas antes de ordenarlos en la pirámide humana de cuerpos desnudos.
Hay otra señorita, que de no ser tan patética estaría bueno hacerle la ola, que sostiene durante los 90 minutos de documental, que ella estaba tomando las fotos y se dejaba tomar fotos, porque quería dejar constancia de que la tortura existía y que era digna de rechazo: “Yo sabía que nadie entendería que mis intenciones eran las de mostrar esto al mundo, tuve que actuar para que estos hechos repudiables no se repitieran jamás”. Definitivamente el mundo está lleno de chavistas que ni lo sospechan, chavistas que lo son de corazón sin tener idea de qué es ser chavista. Farsantes que juran que sus interlocutores son una cuerda de idiotas que se creen esos cuentotes sacados de la chistera con el esfuerzo de un par de neuronas mal puestas en acción.
Mientras tanto, al mismo tiempo que los carceleros estadounidenses de Abu Ghraib se la pasaban bomba torturando y humillando a los prisioneros iraquíes, otro grupo de soldados destinados a operaciones en el desierto se topaba, por puro golpe de suerte, a Hussein escondido en una finca cerca del río Tigris. Tocaron a la puerta, les abrió el mismo Saddam y les dijo: “Soy Saddam Hussein, líder del pueblo de Iraq, éste es mi pueblo y todas las casas de mi pueblo son la mía. Tengo hambre así que me voy a preparar un huevo” (sí, es verdad, todos estos payasos trágicos por lo visto han sido poseídos por el mismo espíritu burlón y lo único que los diferencia es que tienen más o menos bigote). Entonces Hussein se va a la cocina y se prepara un huevo frito, uno solo, antes de ser puesto bajo arresto, asunto que Morris resuelve en una secuencia gloriosa donde se limita a filmar en contrapicado a un huevo friéndose sobre una sartén transparente. Palabra que es el huevo frito más elocuente y hermoso que nadie haya registrado en película jamás.
No quisiera arruinarles el final de la película, de verdad que no tiene desperdicio y bien vale la pena dedicarle dos horas de la vida, pero no puedo dejar de mencionar algo que ocurre al final, cuando Errol Morris les pregunta a sus entrevistados qué cambiarían de sus vidas, y uno de ellos, el oficial con más alto rango entre los torturadores, con solemnidad y mirada reflexiva perdida en el horizonte dice:
-Te juro por Dios que no lo sé, por más que lo pienso no encuentro nada que cambiaría.
12 comentarios:
Sal corriendo a ver The Fog of War, es fascinante. Yo pongo a Standard Operating P en mi lista. Gracias.
MC: The Fog of War es, como dices, fascinante, una joya; creo que mi preferida del maestro Morris. No te pierdas S.O.P.
Gracias a ti, un abrazo
Anoche me lo encontré por casualidad haciendo zapping, un poco antes de que terminara...
Hay muchas partes que podrían comentar pero una que me perturbó arrechamente es cuando el moreno dice que cuando veía a los MPs y los de la CIA entrar y hacer sus cosas, y que no había consecuencia no costaba nada darse rienda suelta... Nada debe ser más enviciante que saberse impune.
O que las fotos que causaron el escándalo no eran parte de las torturas, que se hacían a puerta cerrada y sin cámaras... Si el nivel de salvajismo que exhibían con las fotos era para pasar el rato no quiero ni pensar lo que producían cuando se ponían serios.
Un testamento de que no existen guerras honorables, buenas, nobles o heroicas. Su única contribución a la posteridad es un legado de miseria.
coño.... sencillamente brutal este post...
solo para complementar hay una pelicula bien particular llamada the battle of haditha que te recomiendo que le eches un ojo, que es bien dura, hay un soldado que pasa de ser el americano que quiere echarle plomo a todo lo que se mueve al americano que esta cagado porque le echaron paja de la buena y ahora arrepentido, no se porque pero ese oficial que dices al final, va a ese camino...
saludos, sencillamente sublime
Yo sólo he visto Mr. Death y me pareció genial. Buscaré esta, aunque honestamente no sé si estoy de humor. Creo que no. En todo caso... I'm pendient.
Germán: Ciertamente apenas soy capaz de poner en este post un mínimo porcentaje de todo el horror, la brutalidad, la crueldad y la idiotez de esos 90 minutos de película de Morris. Cualquier descripción se queda pequeña. Yo siempre me he preguntado cómo hace Errol Morris para que sus entrevistados le den, con toda naturalidad y con toda desfachatez, sus verdaderas opiniones. En eso también es un mago: sin necesidad de torturas ni de hipnosis ni de drogas desnuda la verdad y que cada quien saque su propia cuenta.
Un abrazo, Germancito.
Devil: Vi unos fragmentos sueltos de the battle of haditha hace unas semanas y me quedé impactado. Pendientísimo de verla, gracias por la recomendación. Un abrazo y nos seguimos leyendo.
A-nah!: Querida amiga, haga estómago primero, métase cuatro alfajores, véase (o revéase) todas esas películas al estilo de "Tienes un e-mail" o "Un lugar llamado Nottinghill" con cotufas acarameladas... y cuando estés lista y con con la glicemia en 3000te metes con Morris y su S.O.P... quizás entonces no te den ganas de ahorcar a alguien.
Besos,
Jose.
Hace un tiempo vi "Taxi to the dark side" de Alex Gibney, que va por el mismo tema de los torturados en cárceles estadounidenses. La recomiendo.
Ya estoy bajando SOP, a ver cómo cuenta esto Morris.
Un abrazo
Son chavistas sin saberlo... Imposible explicarlo mejor!
JA:
No conocía Taxi to the dark side, así que haré la tarea y me la busco de inmediato. Gracias por la recomendación, ya me dirás qué te pareció ese descenso a los infiernos apasionante que es SOP.
Saludos, gracias por leer y compartir.
Mariale:
Te aseguro que, estés donde estés, te los encontrarás en el automercado, en la televisión, algunos son cantantes, muchos están metidos en la política, otros son jugadores de fútbol o hablan por teléfono o comen en la mesa de al lado... y todos lo son sin tener la menor idea, sin siquiera sospecharlo.
Un abrazo
brutal el post, necesito ver esta vaina ya! la tienes? la puedo copiar?
Jose: Ya me puse al dia con la lectura de tus trabajos. Excelentes como siempre. El retardo se dabió al daño de mi computadora, pero ya estoy de nuevo fiel y constante con "Rostros de viento".
Hola José...
La estadística viene de un artículo publicado en The Guardian.
http://film.guardian.co.uk/features/page/0,11456,1082823,00.html
Carlos Poleo
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