Hay un chiste rodando por allí que asegura que todos los seres humanos tenemos un amigo o conocido al que llamamos El Pollo. Yo no soy la excepción de la regla, el mío se llama Francisco y nos hicimos panas desde que una mañana, el primer día de clases de 5to grado en el colegio El Peñón, un catirito se me acercó desde el pupitre de al lado, me puso una mano en el hombro y me preguntó: ¿Chamo, cuál es el apellido del presidente Lusinchi?
Han pasado 30 años desde que el Pollo me formulara semejante pregunta y yo todavía no encuentro una respuesta suficientemente feliz como para responderle. Me imagino –con necedad infantil- que el día en que la encuentre, de alguna manera, se dará por abrochado un ciclo que no quiero en lo absoluto cerrar.
Resulta que mi gran amigo, el Pollo, es de los fanáticos más entusiastas e incondicionales de U2 y por esa razón decidió compartir conmigo (Dios, qué nervios, podemos acabar presos los dos por semejante ilegalidad) el documental U2: From the Sky Down (2011), que el cineasta Davis Guggenheim le hiciera a la banda irlandesa a razón de los 20 años del lanzamiento de su mítico álbum Achtung Baby.
Ya que todos estamos claros en que contar una película es de las cosas de peor gusto que podamos cometer, simplemente me limitaré a mencionar algunas reflexiones que se me antojan descollantes después de ver el documental:
-Bono (el vocalista) es de los seres más atorrantes y nerviosos que uno pueda tener al lado.
-The Edge (guitarra) es prácticamente un monje budista, un monumento hecho de carne y hueso a la paciencia y la cordura. El único ser en este planeta que se aguanta a Bono girando permanentemente instrucciones absurdas como: “Edge, tienes que tocar eso mismo que acabas de sacar de tu guitarra pero más abstracto, más como si fuera una abstracción sónica”. A lo que Edge, con paciencia de mártir, responde: “Lo voy a intentar, pero no será fácil”.
-Bono es, también, uno de los mejores entrevistados que un documentalista puede sentar frente a su cámara. Es un prodigio con las frases, un apasionado, un sabio, un tipo que se las ingenia siempre para cantar cuando habla y hablar cuando canta. Deben contarse, por lo menos, unas 20 frases dignas de convertirse en mantras o grafitis proferidas por Bono durante esos 90 minutos de película.
-U2, justo después de caer bajo con aquel intento de internarse en las raíces americanas y ponerse a tocar blues de tú a tú con BB King -en aquel bodrio de infelice recordación llamado Rattle & Hum (1988)- atravesó por una crisis de identidad absoluta. Un túnel sin salida, la más absoluta penumbra que casi los ahoga y desintegra. Así que decidieron viajar a los míticos estudios Hansa de Berlín (donde una década antes había grabado el gran David Bowie) ubicados a unos 50 metros del recién derribado muro de Berlín, para ver si allí se reencontraban con el entusiasmo perdido. Y, ciertamente, de Berlín salieron resucitados con las primeras maquetas del Achtung Baby (1991), disco que a la postre se convertiría en lo que muchos –entre quienes me cuento- consideran la obra maestra de U2.
-Hay una frase de Bono que sirve de hilo conductor y de leit motiv a la película: “Debes rechazar primero una expresión de la banda antes de continuar a la siguiente expresión. Y mientras tanto estás flotando en el vacío”.
Esa máxima de Bono me resulta una metáfora poderosa que hoy conecto con una expresión de mi padre cuando, siendo yo un niño, le pregunté por qué su primera novela se titulaba La hora más oscura. Papá me dijo en aquel momento: “porque a los hombres se nos suele olvidar que justo después de la hora más oscura, esa que hay en plena madrugada, viene el amanecer”. Aquella era una novela que iba sobre la resistencia y la clandestinidad en los tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez. Que hablaba de las noches en que mi papá se reunía clandestinamente con sus amigos perseguidos por la Seguridad Nacional y entonces repetían una escena recurrente: “¿Te imaginas cuando dentro de unos años nos reunamos juntos a beber y conversar y recordemos los tiempos en la clandestinidad? Y será entonces un recuerdo distante, difuso, como si hubiera sido todo una pesadilla”. Y sí, ciertamente atravesaron aquella hora más oscura y se hizo la luz. Papá murió muchos años después en democracia, una democracia imperfecta y mejorable, claro está, pero democracia al fin y al cabo.
A veces uno cree que la tormenta no pasa. Que las cosas están condenadas a una noche eterna. Que el túnel es infinito y no habrá salida ni luz al fondo y que estamos jodidos para siempre y punto. Pero justamente cuando estamos adentrados en esa penumbra desquiciante de la hora más oscura sobreviene mágicamente la luz.
A U2 la luz del Achtung Baby le ha permitido sobrevivir 20 años más. De la misma manera que hay gente que atraviesa un proceso de batalla contra una enfermedad terminal y a los meses te los encuentras más enteros que nunca, reconciliados con la vida y rejuvenecidos. La vieja metáfora del águila que se interna en la caverna, se lleva a sí misma hasta los límites de la muerte y luego sale de allí con nuevas garras, nuevo pico y las plumas en forma como para volar una vida entera más.
No sé por qué me gustó tanto el documental de U2. No sé por qué me movió tanto como para escribir estas líneas cuando hay bandas y músicas que me han movido mucho más y sobre las que jamás me he animado a escribir. Nunca he sido un fanático muy ferviente de la banda irlandesa aunque se merece todo mi respeto; digamos que le estoy agradecido por haber servido de puente entre mi música y la música de muchos amigos a quienes les tengo franco afecto. Digamos que esos dublineses han servido de zona de confort para no ser avasallado ni avasallar durante los conflictos musicales.
No sé, será seguramente porque este domingo hay elecciones en Venezuela y uno acaricia siempre en estas fechas la posibilidad también de reencontrarse con el entusiasmo perdido. Pensar simplemente que durante tantos años esto ha sido puro túnel, penumbra y sensación de flotar en el vacío. Pero que no se trata de otra cosa que el necesario recorrido por la hora más oscura. Ya el domingo, rescatando a Bono, empezaremos a desechar una expresión para poder continuar con la siguiente. Flotaremos un rato más en el vacío, sí, pero amanecerá. De eso se trata todo.
6 comentarios:
Admiro tu elegancia y finura para enlazar recuerdos del pasado con temas tan actuales y presentes en nosotros los venezolanos, Ojalá que nuestra " hora mas oscura" nos traiga un esperanzador amanecer.
Augusto Herrera
Eres brillante, esta ha sido mi entrada favorita de tu blog, y como Anonimo tu elegancia y finura para enlazar recuerdos me parece admirable y sencillamente espectacular.
Sí, brillante y elegante; Aun no amanece pero se percibe el alba y como aquel 12 de Febrero de 1814, los ciudadanos volvieron a dar la batalla, porque hay que estar claros aunque los militares se la ensalcen, aquella como la de este domingo, fueron victorias de civiles.
Un abrazo
Gracias Augusto, EmeJota y Angel por sus lecturas y por sus comentarios. Me honran. Confiemos en que la luz al final del túnel finalmente está a la vista y lo que nos espera al otro lado es mucho mejor.
Un abrazo
Me gustó mucho esta entrada, lo envié a varios amigos. Me gusta el modo de enlazar no solo pasado y presente, sino temas disímiles. Las reflexiones que haces son siempre interesantes y pertinentes.
saludos.
Gracias, María Paula. Qué belleza de comentario, me honra un montón.
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