Brecht Evens: "Un lugar equivocado"
Tuve
la suerte de sentarme una tarde de mayo del 2003 en una silla frente a uno de
los cineastas que, en mi canon personal, resulta de los más importantes de las
últimas décadas, el alemán Wim Wenders. Había en la escena también un sujeto vestido
con camisa rosada y bermudas beige, armado con un cronómetro que le pendía del cuello,
que se paraba detrás de Wenders y me hacía gestos de “quedan 3 minutos de
entrevista”, “quedan 2 minutos”, “30 segundos”. Cuando el hombre del cronómetro
me hacía gestos de cortar porque el tiempo había acabado, pasándose los dedos
por el cuello como simulando una degollación, aventuré una última pregunta
desesperada pues era consciente de que la vida difícilmente me sentaría frente
al director otra vez: “Wenders, ¿qué cree usted que sucederá con el cine en el
futuro, hacia dónde cree que se dirige, cómo intuye que será el arte de las
películas mañana?”. Y yo juraba que Wenders me hablaría de la posibilidad del
sensorama, que iríamos a cines donde las escenas no sólo se vieran y se
escucharan, sino que sobre esas butacas seríamos capaces también de oler,
tocar, sentir, degustar; pero Wim Wenders se sacó un as de bajo la manga y me
respondió: “Estoy profundamente preocupado por el cine de hoy y, sobre todo,
por el de mañana. Creo que el lenguaje audiovisual se está comiendo a sí mismo,
sumido en un proceso de autofagia donde no hace otra cosa que repetirse y
nutrirse de sí mismo. Veo demasiados cineastas que saben muchísimo de cine y
han visto millares de películas; pero les falta empaparse de música, es obvio
que les falta lectura, carecen de conocimientos de pintura, de escultura, de
arquitectura. Me preocupa que en el futuro el cine muera indigestado de tanto
comerse a sí mismo”.
Dicha
esta perla incómoda, el hombre del cronómetro dio por cerrada la entrevista, se
interpuso de un salto afectado entre Wenders y yo, haciendo gestos nerviosos para
que el director fuera de inmediato a sentarse en otra silla donde sería
entrevistado por una televisora francesa. Wenders se incorporó, esquivó con
astucia al autoproclamado dueño del tiempo, estrechó mi mano y comentó algo a
manera de despedida, una cosa que jamás olvidaré: “Y no podemos dejar de lado a
los cómics, el cine tiene que beber de las fuentes del cómic, allí le veo una
salida”.
Enki Bilal: Azul Sangre
Siempre
he sido admirador del cómic y gracias a esa fascinación pude llegar a conocerle
un primo cercano: el libro-álbum. Me parecen las formas expresivas
contemporáneas que mejor recogen el mismo espíritu que llevó a nuestros
ancestros a pintar sobre las paredes de las cavernas. Esa necesidad de iluminar
nuestros sueños, vivencias y temores por medio de una imagen provista de
cualidades narrativas; un intento auténtico por darle forma a nuestros deseos y
angustias más primigenios, esos que nos han fascinado y robado el aliento desde
los tiempos de la hoguera y que lo siguen haciendo hoy en las comunidades de
cibernautas. Sin duda, con cómics y libros-álbum, nos encontramos ante unas de
las expresiones artísticas más extraordinarias e innovadoras de las últimas
décadas. Hablamos del curioso arte de leer textos e imágenes como un conjunto
indisoluble. Leer las ilustraciones como textos y los textos como
ilustraciones. Historietas, libros álbum, novelas gráficas, parecieran
hermanarse bajo el manto del denominado arte secuencial por Will Eisner –para
ponerle un nombre que intente aglutinarlos en un corpus medianamente
coherente-; son medios expresivos que exigen del lector una gráfica de la
palabra y una gramática del dibujo. Es imposible, y más que imposible es
inútil, leer un cómic o un libro álbum como si fueran prosa sin ilustraciones. Nos
hallamos frente a obras plurales que exigen el manejo de dos niveles distintos
y coexistentes de significado: el verbal o textual (por una parte) y el
pictórico o icónico (por la otra). Muchas veces la brecha entre las palabras y
las imágenes es premeditadamente abultada, porque libros álbum y cómics buscan
que en ese espacio en blanco, en ese vacío, se dé lugar la máxima participación
del lector. La relación entre ambos niveles de significado no viene dada de
antemano como una papilla lista para engullir, esa relación tiene que armarla
el lector, e incluso tiene que aprender a lidiar con la indeterminación, con la
duda y con la sospecha; pues allí –en esa relación signada por la distancia y
el vacío- se gesta un lector que además es creador. No sólo creador de ese
texto-icónico en particular que ahora lee, sino de otras obras alternativas que
de allí pueden surgir, ramificarse, proyectarse. Pareciéramos estar en
presencia de un medio de expresión poderoso, de un súper género en constante
desarrollo y con final abierto, quizás más pertinente que la misma novela a la
definición que planteó Mikhail Bakhtin “una polifonía de voces y lenguajes
hábilmente entretejidos para conformar una totalidad que crece constantemente
devorando a otros géneros, literarios y no literarios, adquiriendo así nuevas
formas”.
Tal
como señala David Lewis, historietas y libros álbum se encuentran en un estado
constante de flexibilidad, apertura y fluidez que les permite nutrirse de otros
géneros, absorberlos y así crecer en las posibilidades de diálogo entre
palabras y palabras, palabras e imágenes, imágenes e imágenes. Difícilmente
otro medio artístico exija una lectura tan absoluta y competente por parte del
lector.
Bastien Vivès: El gusto del cloro
Intentaré
a continuación establecer algunos puentes o vasos comunicantes entre el cómic y
el libro-álbum para así ahondar en sus posibilidades narrativas y estéticas que
pueden enriquecer no sólo otros discursos, otras artes o medios expresivos,
sino que pueden nutrirnos la vida misma de otros personajes, otras maneras de
contar, otros colores y texturas; nuevas estéticas y nuevos contenidos para un
mundo otro que ayude desde la ficción a hacernos mejor y más habitable éste.
1)
Libros álbum e historietas -al menos las que nos resultan más interesantes
desde su punto de vista creativo y por su aporte a la hora de expandir las
fronteras de la lectura y la escritura- son obras “donde las palabras no
repiten lo que muestra la ilustración ni viceversa. Su relación es de
contrapunteo: se completan y complementan unas a otras” (Schulevitz, 1997). El
pleonasmo que tanto uso y abuso ha tenido en las artes audiovisuales es
prácticamente anulado e ignorado en estos territorios. Libros-álbum y cómics se
asemejan en que no superarían la prueba de ser leídas, y sobre todo,
comprendidas, en el medio radial. La ilustración implica un extra tan
importante o más que la palabra; un añadido informativo que a veces llega a
desmentir, potenciar o cobrar total autonomía con respecto a lo que dice el
texto. Sin las ilustraciones la experiencia de lectura no se llevaría a cabo a
plenitud, pues las ilustraciones son la historia. Para algunos, como es el caso
de Kenneth Marantz, en este tipo de obras llega a ser más importante el cómo
que el qué, porque es la ilustración quien aporta las texturas, subtramas,
claves y guiños: “es más un objeto de arte visual que una obra literaria, para
su selección debemos centrarnos más en los atributos visuales que en el texto”
(Marantz, 1995).
2)
La limitante del espacio, la imperiosidad de sintetizar para decir lo máximo
posible en la mínima extensión, es algo común en cómics y libros-álbum. Y
precisamente ese riesgo, esa crisis que impide explayarse o derrocharse, detona
la creatividad como un poderoso catalizador.
3)
Ambos medios artísticos son considerados, de alguna manera, como “orilleros”,
“marginales”, “discursos menores”, “materiales hechos para un público infantil,
juvenil o para adultos raros negados a crecer”. Y precisamente desde esos
lugares alternativos apartados del discurso dominante de la Literatura y las
Artes (las mayúsculas no son gratuitas), el libro álbum y el cómic se valen de
una capacidad expresiva, de una licencia de experimentación, se ingenian para
señalar como nunca antes se había visto –sin imponerse mayores autocensuras,
sin complejos, esquivando la cómoda infelicidad de los lugares comunes- temas
profundos desde una mirada particular que les redimensiona.
4)
Nos encontramos frente a peculiares formas expresivas que perfectamente pudieran
formar parte del espectro del audiovisual. Son piezas que simulan sonidos,
simulan imágenes en movimiento, simulan diálogos, pensamientos, onomatopeyas,
acciones, cambios de los ritmos narrativos, elipsis, transiciones, juegos
espaciotemporales. Y, aunque carecen de los medios necesarios para ponerse a
“sonar” y a “mover”, lo logran. Lo logran contundentemente.
5)
Un buen libro álbum (al estilo de “Voces en el parque” de Anthony Browne) y un
buen cómic (como pudieran ser “El eternauta” de Oesterheld o el “Maus” de
Spiegelman) tienen el poder de tender importantes y sólidos puentes entre las
generaciones. Cautivan a un lector de 10 como a uno de 100. Son obras tan
simples en apariencia -pero tan complejas bajo la superficie- que resultan
capaces de hablar en distintos registros simultáneamente. Cada quien,
independientemente de su competencia lectora, de su grado de instrucción y de
su acervo cultural puede extraer un disfrute, un aprendizaje, puede construir
su propia mirada y fijarse en los focos de atención que mejor le parezca. Y en
cada lectura siempre surgirá un nuevo guiño por descifrar. “El género que
parecía destinado a ser el más sencillo y amable de la literatura infantil ha
producido las mayores tensiones sociales y estéticas, porque ha aprovechado los
recursos de dos códigos simultáneos y porque ha implicado a dos audiencias
distintas” (Colomer, 1996).
6)
Los juegos metaliterarios y metaficcionales encuentran en la historieta y en el
libro-álbum un espacio para la experimentación. Juegan con las convenciones,
las parodian, las trascienden, y así se señalan a sí mismas con el dedo como
diciéndonos “soy una obra hecha por un autor, soy el producto de un proceso
creativo”, de esa manera hacen conscientes a los lectores sobre cómo está
funcionando el texto. La constructividad de la obra queda en evidencia, nos
muestra sus costuras, sus trampas, desnuda el mecanismo con el que funcionan y
el artificio que caracteriza a todo proceso creativo.
7)
La voz del yo, esa propuesta subjetiva de un individuo que declara: vivo,
pienso, siento, ahora existo y dejo constancia de mi existencia por medio de
una obra –obra donde dejo mi marca personal de autoría-; no es territorio exclusivo
del ensayo, es algo que también caracteriza y hermana a cómics y libros-álbum.
Es frecuente en el discurso de las narrativas gráficas el recurso
autobiográfico o autoreferencial y la inserción del autor como personaje dentro
de su propia obra. Bien sea para señalar las dificultades del proceso creativo,
para mirarse desde afuera filtrado por la lente de la parodia y el humor o para
expandir los límites del relato tanto desde afuera como desde el interior del
mismo.
8)
El arte secuencial/narrativa gráfica se asemeja en sus estructuras de
funcionamiento a la narración multimedia. Propone un lenguaje de avanzada que
se adelantó a la lectura y la escritura en Internet tal como la abordamos hoy
día con toda naturalidad. Nos plantea la posibilidad de leer varias cosas al
mismo tiempo (imágenes, símbolos, palabras, composiciones gráficas, texturas,
colores, simulaciones de acciones y sonidos), de armar el relato y ensamblar
los fragmentos tomando decisiones que nos pierden o nos llevan por rumbos
desconocidos, para dar marcha atrás o para adentrarnos en el nuevo sendero y
perdernos aún más. Y esa pérdida que exige una relectura o un golpe de timón en
el proceso lector no es algo negativo, muy al contrario, puede que sea muy
beneficiosa esa desorientación que desde la misma concepción de la obra su
autor está buscando despertar en el lector. Es una manera de desentrañar varios
sentidos en simultáneo, de plantearse varias posibilidades de lectura, un texto
que puede ser interpretado al mismo tiempo de diversas maneras. Ocurre con el
cómic y con el libro álbum lo que ocurre con el cibertexto: el lector se
comporta como un jugador y no como un voyeur, es más el conductor que acelera
la locomotora que un simple espectador que viaja cómodamente en el tren mirando
por la ventanilla.
9)
El género del arte secuencial es profundamente paradojal, es decir, su esencia
radica en la tensión que se desprende de dos líneas narrativas que se cruzan en
sentidos distintos. El texto viaja en un sentido y dice algo que es distinto al
sentido y al significado de lo que dice la ilustración. Roland Barthes señala
que en los discursos paradojales la tensión entre líneas encontradas provoca
una tercera tensión que cobra su sentido fuera del texto. Es decir, del cruce
de ilustraciones con palabras (donde cada discurso complementa, contradice,
contrasta o añade sentidos a lo que dice el otro) se desprende un nuevo
significado que ocurre fuera de la obra y -utilizando una metáfora
cinematográfica- se produce fuera de campo: tiene lugar en la cabeza del
lector. Por esa razón, cada vez que nos asomamos a un libro álbum o a una historieta
es siempre como si fuera la primera vez. Porque las paradojas que nos hicieron
guiño en la primera lectura son enriquecidas o puestas en duda por nuevas
paradojas que surgen con la relectura. Son textos que se redimensionan y cobran
nuevos sentidos en cada aproximación. En eso se parecen mucho a la música que
nos gusta, en que podemos enfrentarnos a la pieza centenares de veces sin que
nos agote ni aburra, y en cada experiencia nos topamos con una emoción similar
pero que al mismo tiempo es siempre distinta.
10)
Nos proponen una mirada filtrada por la ficción, la lente de lo fantástico que
cambia la visión de la realidad, es también algo común al cómic y al libro
álbum. Por lo general no son medios de expresión que intenten copiar o
representar de una manera fidedigna la realidad, al contrario, juegan a cruzar
el mundo cotidiano con los mundos paralelos de la ficción. Asumen un reto
constante para enriquecer o impactar la realidad con elementos fantásticos que
la conviertan en otra cosa, la pongan en duda, nos obsequien otro punto de
vista.
11)
Cómics y libros álbum son medios artísticos que nos obsequian obras de
formidable riqueza narrativa y estética ante las cuales tiene lugar una diáfana
aproximación entre el receptor y la obra de arte, sin necesidad de que intervengan
comportamientos ritualizados. En los terrenos del arte secuencial nos movemos
con la naturalidad de niños que juegan libremente con palabras e ilustraciones,
prescindiendo del acartonamiento y la distancia solemne que muchas veces
imponen la Literatura, el Cine y la Pintura. Al indagar en las posibilidades y
peculiaridades compartidas por la historieta y el libro álbum, encontramos que
son medios expresivos asociados con la vanguardia. Tan vanguardista y tan
experimental como la vanguardia que cobra cuerpo en un discurso
cinematográfico, literario, musical o pictórico; pero en el cómic y en el libro
álbum esa misma vanguardia parece “accesible”; para el perceptor se hace
diáfana, cercana, comprensible. Eso mismo que pinta tan intrincado, complejo,
heterodoxo y fragmentado, “textos para gente que sabe mucho” se hace
perfectamente abordable mediante las propuestas del arte secuencial. En otras
palabras, estamos ante formas artísticas tan juguetonas como irreverentes, son
propuestas lúdicamente subversivas. Aquello riesgoso, nuevo, filoso, lo no convencional,
se vuelve asimilable y natural cuando se nos invita a deambular por los
espacios del cómic y del libro álbum. Y el perceptor se siente libre de opinar,
jugar y ensamblar sin necesidad de sentirse un entendido en la materia. Este
factor es de un potencial prodigioso. Estamos acostumbrados culturalmente a las
estructuras narrativas y estéticas del realismo, sin estar conscientes de que
estas estructuras se apoyan en códigos de información aprendidos, sumamente
complejos, se fundamentan en una economía de significantes (como diría Susan
Stewart); pero lo cierto es que ese tejido que subyace al texto realista es un
artefacto textual invisible muy sofisticado “que crea dentro de nosotros la
ilusión de un mundo real que compartimos con los personajes” (David Lewis: 1990).
Cuando encontramos obras que se escapan de esas convenciones, obras que
traicionan a los géneros establecidos o que subvierten el orden “natural” en que
las cosas deberían ser contadas y representadas, tenemos dificultades para
reconstruir un relato inteligible. Pero cuando todo esto ocurre en un cómic o
en un libro álbum, bajamos la guardia, nos dejamos sumergir en la topografía
del texto, nos damos licencia para viajar por territorios extraños con calma y
con una sonrisa. Al arte secuencial le debemos esa magia que se desprende desde
la simpleza y la aparente inocencia para retarnos y cultivarnos las
competencias literarias.
12)
Finalmente, el arte secuencial es el ambiente idóneo para que -a pesar de la
limitante espacial que impone la viñeta o la dimensión de la hoja- se den cita
a la exageración y el exceso. Son el lugar de tránsito regular para lo
inconcebible y lo innombrable. Es un juego que invita a forzar la imaginación,
a cuestionar la realidad, sus prejuicios y parámetros. Una puesta en abismo que
nos confronta con el absurdo y nos hace sospechar de aquellas nociones que
damos por sentadas y por incuestionables. De allí también su enorme potencial
para enriquecer los discursos de la literatura y el cine fantásticos.
Paco Roca: Las calles de arena
Hay
una metáfora que me gustaría asomar en este punto, la del niño que es enseñado
a montar bicicleta por sus padres. Las primeras bicicletas a las que nos
subimos suelen tener dos rueditas de apoyo, adicionales, para evitar que la
falta de pericia nos derribe. Pero la experiencia de montar bicicleta no está
completa hasta que alguien nos ayude a quitar esas rueditas y uno venza por sus
propios medios las dificultades de la velocidad, el trayecto y el equilibrio. No
es fácil quitar las rueditas de apoyo y lanzarse por una bajada a toda marcha,
así que papá nos lleva a un lugar plano, abierto, y sostiene el sillín con su
mano mientras nosotros pedaleamos. Hasta que un buen día el progenitor -en
silencio- nos suelta y se queda atrás, y nosotros juramos que sigue allí
sujetándonos del sillín para que no nos descalabremos. En ese instante hemos
aprendido a montar bicicleta, es un instante mágico, imborrable. Funciona igual
con la lectura. El texto realista sería como esa bicicleta segura que tiene
adosadas sus rueditas de apoyo. Me gusta pensar en que el cómic y el libro-álbum
son buenos padres, magníficos instructores, que nos ayudan un día a sacarle
esas rueditas a la bici y nos ofrecen llevarnos de paseo sujetos del sillín.
Pero después de un rato nos sueltan, nos dicen en silencio “Ahora tú solo, tú
puedes”.
Ernest
Hemingway sostenía una teoría sobre el cuento que me parece le encaja a la
perfección a cómics y libros-álbum, la de concebir al buen relato como un
iceberg. Lo importante no es lo que se cuenta, sino lo que subyace, lo que
podemos inferir a partir de eso que apenas se asoma en la superficie. Una buena
historia es la que nos permite intuir ese universo de anécdotas, personajes,
atmósferas y sentimientos que se mueven por debajo de esas simples palabras e
ilustraciones que vemos expresadas en la epidermis del texto. Mucho mayor es lo
que podemos adivinar que lo que se nos explica. Me gusta la idea de pensar en los
autores de libros-álbum e historietas como dignos herederos del legado de
Hemingway; y como silenciosos padres y maestros de artistas tan más grandes como
Wim Wenders.
Jiro Taniguchi: El olmo del Cáucaso
8 comentarios:
Enorme tu trabajo (oye, no por lo largo sino por lo rico del contenido), toda una clase magistral. Sabía de los cómics pero no tanto de los libros álbum. Gracias por compartir tus conocimientos.
L.A.I
De acuerdo totalmente con L.A.I
He disfrutado tu trabajo , seguro para especialistas en la materia, pero el que merece ser leido una y otra vez como decia el Vegetal.... con su frase caracteristica: "despacito y buena letra"
Als das kind, kind war...
Igualmente, felicitciones por esta entrada! He compartido tu trabajo en mi espacio: http://ydijo.wordpress.com/2012/07/10/libro-album-y-comic-una-frontera-difusa/
Un saludo!
Ha sido un verdadero placer leer tu entrada. Con tu permiso, me gustaría enlazarla en nuestro facebook (www.pantalia.es).
Ya que has nombrado el término cinematográfico "fuera de campo", te invito a conocer (si no la conoces ya) nuestra revista Fuera [de] Margen, traducción española de la revista Hors Cadre[s] sobre libro álbum y literaturas gráficas.
Gracias por tu blog.
Un abrazo
Ha sido un verdadero placer leer tu entrada. Con tu permiso, me gustaría enlazarla en nuestro facebook (www.pantalia.es).
Ya que has nombrado el término cinematográfico "fuera de campo", te invito a conocer (si no la conoces ya) nuestra revista Fuera [de] Margen, traducción española de la revista Hors Cadre[s] sobre libro álbum y literaturas gráficas.
Gracias por tu blog.
Un abrazo
Sergio,
Conozco bien tu proyecto, es excelente; un honor que te haya gustado esta entrada y que consideres compartir el enlace. Claro que sí, con todo gusto. Recibe un abrazo y estamos en contacto,
JU
Interesante... estoy desarrollando un temario sobre esa relaciones cómic- libro álbum, seguramente recurriré mucho a este buen texto.
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