Me acuesto a dormir aprovechando que el insomnio –cosa rara- se ha tomado unos días de asueto. Estoy a punto de conciliar el sueño, me voy acomodando en la arruga caliente que he logrado dibujar sobre la sábana fría. Suena la persiana. Un traqueteo de patas chocando contra el plástico. Enciendo la luz. Un grillo enorme camina por allá arriba sobre la lámina más lejana. El viejo decía que los grillos traían buena suerte. Pero este además de caminar por mi persiana canta. Canta durísimo. Está entregado al flirteo con una grillita buena moza que seguro le enseña las patas desde el jardín, al otro lado del cristal.
Me voy a la cocina y busco un pote plástico de arroz chino con tapa y todo. Regreso al cuarto, abro la gaveta, tomo una media y la doblo hasta volverla un ovillo apretado. Apunto y lanzo. Sin mucha fuerza, la idea es derrumbarlo, no despedazar al pobre grillo. Cae el tipo tan sorprendido como yo de mi puntería y antes de que salte lo capturo dentro del pote de arroz.
Me voy hasta el patio trasero con mi antiguo roomate ahora en cautivero. Convencido de estar haciendo una buena acción casi le digo: “Vamos, grillito, a conquistarla en tu jardín” justo al momento de abrirle la tapa y dejarlo en libertad.
Regreso al cuarto, me reacomodo en la arruga que ya está menos que tibia. Caigo rendido.
Me despiertan unas patas que me cosquillean el pómulo a media madrugada. Lanzo un manotón que no hace otra cosa que enfurecer a quien sea que sea que me camina la cara. Pica primero cerca del ojo, más que una mordida parece una inyección urticante. El segundo manotón lo logra alcanzar, cae hacia un lado, pero el bicho va a dar justo sobre mi brazo derecho. Pica de nuevo, dos y hasta tres veces. Me defiendo a manotones, a oscuras. A tientas logro encender la lamparita de la mesa de noche. Tengo cuatro picadas enormes, una en la cara y tres en el bíceps derecho. Enciendo todas las luces y -cabeza perdida- me dispongo a buscar a mi agresor. Para aplastarlo por la mitad, para luego arrancarle las patas, para rociarlo despacito con insecticida y que vaya agonizando muy poco a poco, para lanzarlo en un vaso de agua y ver qué tanto aguanta nadando y luego cuántos segundos hundido hasta el fondo.
Pero no está. No hay nada. Busco y rebusco, recontrabusco. Levanto sábanas, me quito la ropa, reviso debajo de la cama, en el hueco de los zapatos, cada resquicio de madera y cal. Nada. He sido atacado por un bicho fantasma.
Me quedo un rato frente al espejo, viéndome la cara mordida, aquello que late como un corazón chiquitito debajo del ojo. Tengo el brazo caliente y adormecido por la reacción alérgica.
Tocan entonces despacito a la ventana. Un golpeteo sobre el cristal. Abro la persiana ya un poco asustado por las sorpresas de esa noche extraña. Y allí está, al otro lado, es mi amigo el grillo.
Puedo jurarles que el hijoputa, de alguna manera, se está riendo.
Me voy a la cocina y busco un pote plástico de arroz chino con tapa y todo. Regreso al cuarto, abro la gaveta, tomo una media y la doblo hasta volverla un ovillo apretado. Apunto y lanzo. Sin mucha fuerza, la idea es derrumbarlo, no despedazar al pobre grillo. Cae el tipo tan sorprendido como yo de mi puntería y antes de que salte lo capturo dentro del pote de arroz.
Me voy hasta el patio trasero con mi antiguo roomate ahora en cautivero. Convencido de estar haciendo una buena acción casi le digo: “Vamos, grillito, a conquistarla en tu jardín” justo al momento de abrirle la tapa y dejarlo en libertad.
Regreso al cuarto, me reacomodo en la arruga que ya está menos que tibia. Caigo rendido.
Me despiertan unas patas que me cosquillean el pómulo a media madrugada. Lanzo un manotón que no hace otra cosa que enfurecer a quien sea que sea que me camina la cara. Pica primero cerca del ojo, más que una mordida parece una inyección urticante. El segundo manotón lo logra alcanzar, cae hacia un lado, pero el bicho va a dar justo sobre mi brazo derecho. Pica de nuevo, dos y hasta tres veces. Me defiendo a manotones, a oscuras. A tientas logro encender la lamparita de la mesa de noche. Tengo cuatro picadas enormes, una en la cara y tres en el bíceps derecho. Enciendo todas las luces y -cabeza perdida- me dispongo a buscar a mi agresor. Para aplastarlo por la mitad, para luego arrancarle las patas, para rociarlo despacito con insecticida y que vaya agonizando muy poco a poco, para lanzarlo en un vaso de agua y ver qué tanto aguanta nadando y luego cuántos segundos hundido hasta el fondo.
Pero no está. No hay nada. Busco y rebusco, recontrabusco. Levanto sábanas, me quito la ropa, reviso debajo de la cama, en el hueco de los zapatos, cada resquicio de madera y cal. Nada. He sido atacado por un bicho fantasma.
Me quedo un rato frente al espejo, viéndome la cara mordida, aquello que late como un corazón chiquitito debajo del ojo. Tengo el brazo caliente y adormecido por la reacción alérgica.
Tocan entonces despacito a la ventana. Un golpeteo sobre el cristal. Abro la persiana ya un poco asustado por las sorpresas de esa noche extraña. Y allí está, al otro lado, es mi amigo el grillo.
Puedo jurarles que el hijoputa, de alguna manera, se está riendo.
9 comentarios:
Creo que quien te hizo despertar con mordidas en el rostro y en tus "biceps" fue la grillita, seguro que el grillo no cantaba por seduccion, lo hacia por dolor, ya que la grilla estaba pendiente de ti y no de él......Pobre grillo, trato de protegerse, trato de marcar territorio haciendo ruidos en las cortinas, en la ventana y no pudo evitar que la grilla llegara hasta ti...asi somos las hembras..cuando queremos ....queremos y podemos!!
Suerte que tuvo la Grilla..de hecho siempre te lee..por eso sus ganas!!
"Puedo jurarles que el hijoputa, de alguna manera, se está riendo"
No, no se esta riendo....llora de frustración.....mírale de nuevo y te podrás dar cuenta.
excelente, pana, tremendo cuento, tremenda angustia.
ESO TE PASA POR TRATAR DE HACER UNA BUENA ACCION, JEJEJE, NO HAY QUE TENER CONSIDERACION NI CON LOS GRILLOS, NUNCA TE VAN A AGRADECER UNA BUENA ACCION, AL CONTRARIO TE LO COBRARAN DE LA MANERA MAS VIL, ESO ES PICANDOTE, INYECTANDOTE SU URTICANTE VENENO, EN CONCLUSION, NO HAY Q MENOSPRECIAR A EL ENEMIGO, POR MUY GRILLO QUE SEA. BYE, BYE.
pasé por acá, cliqué en los coments de este post para ver si habías escrito algo sobre el mío y acabo de ver que no está, supongo que lo borré en el último minuto.
en fin, recordando lo que supuestamente escribí hace unos días acá:
mi teoría es que el grillo te estaba viendo de forma muy intensa desde afuera y por milagros de telepatía o algo de eso se concentró tanto tanto que sentiste su pinchazo.
uhm... ahora que releo mi supuestamente re-escrito comentario veo que no es nada memorable.
Amigos:
Estoy comenzando a desarrollar una teoría sobre la rebelión de los bichitos simpáticos e inofensivos. Yo fui atacado por un grillo o su grilla o por el grillo fantasma que ellos manejan como maestros titiriteros. Supe de alguien atacado recientemente por una ardilla en su propia casa. Ayer en la tele pasaban a una madre Koala que con sus garras dejaba una herida de varios puntos de sutura al explorador que intentó hacerle cariño a su pequeño koalita colgado a la espalda. Estoy buscando algún caso de Goldfish que haya escupido saliva tóxica en el ojo del niño quien lo alimentaba. O de un colibrí que se haya ensañado a picotazos contra el cabello recién peluqueado de una señora de alta sociedad.
Ojo con los bichos... le rebelión ya comenzó y vienen por nosotros
...la venganza de "fumanchú"
je,je,je,je
Bien hecho, por tener buena puntería y alma de corderito
que bueno. disfruto muchísimo tus escritos con una mezcla de admiración, orgullo y nostalgia. me encantaría escuchar la opinión del viejo...
Excelente, parece ficción...... Sin embargo doy fe que fué toda una realidad la historia del fulano grillo. Estoy muy orgullosa, te felicito por lo bien escrita. M.U.
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