Te conté que hoy estuve en la playa, sentado en las rocas de costumbre, sorbiéndome la tristeza a gotitas y lamiéndome las heridas frescas aún por la ruptura. Recordando nuestra última conversación, pensando que al final quizás no me entendiste lo que quise decir, y que muy probablemente yo no supe tampoco comprender tus argumentos. Leí tus mensajes y los que te he enviado, uno a uno, como un recuento de montaña rusa donde sucintamente se dibuja el itinerario de este camino recorrido entre los dos y del que decidí salirme. Te contaré que sí, que te lloré en silencio, con el solazo en la cara y el frío que pelaba. Y que reconocí que renunciar a ti me sería incluso más difícil de lo imaginado. Te pedí perdón por lo malo, te agradecí por todo lo bueno y te perdoné aunque no lo pidieras. Te lancé, sentado desde esas rocas, al Mediterráneo azulísimo que tanto me remite a la memoria de papá. Te lancé como un mensaje en la botella, para que se lo lleve el océano, para que decida Dios, el destino, el Tao, la providencia, o tú misma, porque yo me abro. No está en mí. Y si vuelves será porque así lo dispuso el Deus est Machina, que lo arregla o lo arruina todo al final.
Lo que no te conté, pero que estuvo allí tan presente como todo lo anterior, es que había entre las rocas una prueba de embarazo con el positivo fresco de sangre, de una madre no feliz que seguro estará buscando la manera en este instante de deslastrarse de ese paquete. Cerca había restos de paella mal digeridos, y también algo que me pareció al principio un gato pasándome bajo los pies y que resultó una rata enorme que se lió a dentelladas con otra que invadía su territorio. Surgió de entre las rocas más abajo un yonqui con la jeringa aún sostenida entre los dedos temblorosos. Tampoco te conté que una mujer guapísima se me sentó unos metros a la derecha y me estuvo haciendo ojitos, a los que respondí gozoso, y no me le acerqué de puro cobarde y tímido estúpido que soy.
Y todo lo romántico que te conté fue sistemática y gruesamente interrumpido por aquello que no relaté. Coño, porque así es la vida; pero uno eso no lo cuenta.
2 comentarios:
Definitivamente los hombres nacidos bajo el signo de cancer son lunaticos,tristes y de una melancolia casi genetica, sus estados animicos fluctuan de acuerdo al vaiven de las mareas por efecto de la luna, su planeta regente. Que dificil es convivir con ellos, van desde la espontaneidad, alegria y simpatia, al mutismo absoluto, tristeza cronica y melancolia. No soy astrologa ni mucho menos, pero he compartido muchos anos con un canceriano, lo unico q se puede hacer es dejarlos q pasen sus lunas, q salgan de su mutismo y q vivan sus tristezas y melancolias y luego disfrutar sus periodos de alegria, de relajacion, eso si, nunca vas a adivinar cuando van a entrar en trance, que cosa, palabra o acto enciende la mecha que los hace entrar en el estado de ostracismo q al parecer es vital en sus vidas, pero eso si son un encanto y provoca amarlos por su ternura. Jose, al parecer te identificas fehacientemente con tu signo.
Jose. Escribir realmente es tu modo de comunicarte, que maravilla poder leer las cosas que escribes, y el privilegio de la cercanía lo hace aún mas interesante. Sabe uno de que hablas en cada párrafo, a veces no, pero puede uno imaginarse. Un abrazo amigo mío.
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