Últimamente he estado muy metido en una onda marciana.
La responsabilidad es mía, lo sé, es un tema que me ha fascinado/atemorizado
desde la niñez; pero también es culpa de los amigos que constantemente me mandan
cosas donde explícita o implícitamente dicen “Vi esto y me acordé de ti” –eso, o
cualquiera de sus variantes–. Y uno va y
lo mira, por curioso, pero también lo hace por respeto y agradecimiento. Porque
esos gestos merecen una respuesta, ameritan una reacción por parte de uno. Es
como cuando alguien, en otros tiempos, te recomendaba un disco o una banda o
una película o un libro; es una manera de decir “te tengo presente” o “a veces
encuentro cosas que me remiten a ti”. Hoy día, con estos medios tecnológicos
que son una extensión del cuerpo humano, esas referencias vienen casi siempre
en forma de enlaces a videos, artículos, fotografías, ilustraciones y demás
informaciones que pululan en la Red. Es
impresionante lo bien que te puede llegar a conocer la gente –o, quizá, debería más bien decir: lo transparente que es
uno– porque la verdad es que muy rara vez se equivocan. Son un extraño catálogo de cosas que
finalmente logran apasionarme, divertirme o angustiarme (la angustia, a veces,
es una peculiar variante del gozo).
Entre las cosas insólitas que los objetos de
mi afecto me han hecho llegar en el último mes están:
-
La noticia del descubrimiento de unas pirámides muy similares a las
egipcias en la Antártida. Una cosa que, de llegar a ser cierta, reformularía la
historia pues nos hablaría de una civilización sumamente antigua pero
enormemente avanzada que fue capaz de levantar esas obras monumentales hace más
de 12 mil años. Una civilización prodigiosa que luego fue borrada del mapa –hasta
hoy– por un cataclismo universal.
-
La construcción de una enorme pirámide contemporánea, a cargo del
ejército de los Estados Unidos, en la muy secreta y bien custodiada Área 51. Un
proyecto que, se supone, estaría vinculado con las comunicaciones con extraterrestres
y con las transmisiones de energías aún más poderosas que la atómica
provenientes del espacio exterior.
-
Las imágenes en video casero, con cámara subacuática, de un español
radicado en Australia que avistó dos veces a una sirena en las inmediaciones de
la Gran Barrera de Coral.
-
El descubrimiento por parte de
antropólogos en la India de los huesos titánicos de unos gigantes. Unos
esqueletos similares a los humanos pero de casi 7 veces su tamaño.
-
La captura de un pequeño y aterrorizado alienígena (uno de los “grises”)
a manos de los organismos de seguridad brasileños. Una cosa espantosa y
conmovedora donde el extraterrestre intenta comunicarse mientras es interrogado
y vilipendiado por un par de gorilas que lo mantienen cautivo. Algo que,
inevitablemente, hace pensar en las similitudes entre el malandraje criollo y su
primo casi idéntico pero en portugués.
-
La supuesta presencia de un extraterrestre con rasgos humanoides y
reptilianos entre los miembros del equipo de seguridad del presidente Barack
Obama. Sí, como lo oyen, un hombre-reptil pero vestido con flux y corbata.
-
La reciente captura de otro alienígena –una variante de los “grises”
pero más alta, fuerte y de rasgos más duros– por parte del ejército mexicano.
Sujeto que más tarde sería enviado a los Estados Unidos donde permanece cautivo
y bajo estudios. Este “alienígena real” muestra, a diferencia del aterrorizado
extraterrestre brasileño, algo que en los humanos podría perfectamente
denominarse como actitud. Porque ese pana no tiene miedo ni siente vergüenza; muy
al contrario, transmite algo que se parece un montón al respeto o a la
intimidación.
-
Y, finalmente, la desalentadora noticia de que el Curiosity ha
recorrido tan solo un kilómetro desde que llegó a Marte en agosto de 2012. Un
kilómetro, panitas, lo que equivale a un promedio de 2,5 metros diarios en casi
un año de periplo marciano. Hace pocos días el Curiosity finalmente se puso en
marcha hacia el Monte Sharp, a 10 km de distancia de donde se halla
actualmente. La expedición hasta su destino le llevará no menos de 9 meses y
tendrá que sortear en el trayecto las gigantescas dunas de Marte, cosa que
tendrá que hacer con sumo cuidado porque un simple movimiento en falso lo
podría dejar sepultado bajo las arenas marcianas. Guardemos aquí un respetuoso
minuto de silencio y confiemos al Curiosity a la providencia, y que los astros
lo iluminen.
Y muchos se preguntarán –me lo pregunto yo–
qué se hace con todo esto. Lo verán seguramente como un conjunto de delirios
productos de la pérdida de tiempo y de la procrastinación. Y no les quito la
razón; pero en mi defensa diría que creo también firmemente en las sincronías junguianas (quizá
más que en los extraterrestres). Por
algo me han llegado todas estas cosas, alguna señal me está dando la vida para
que me asome con renovados bríos en todo este universo de irrupciones de lo
fantástico en la cotidianidad. Como si el destino me pidiera que hiciera algo
con todo esto. Por ahora, simplemente, cumplo con vaciarlo sucintamente en este
blog. Quién sabe si más adelante esto se transforme en un proyecto de mayor
envergadura. En otro momento de la existencia hubiera pensado que se trataba de
indicios que me empujarían a buscar lo que no se me ha perdido: muévete,
encuéntralos, ofrécete para una abducción, diles que claro que sí y que si
puedes ir en el puesto de adelante. Hoy día, estoy seguro, mi respuesta ante un
escenario relacionado con extraterrestres sería la misma que le di a aquel
sujeto que me preguntó en la playa de Barceloneta si me podía oler los pies: “No,
gracias, no estoy interesado”.
Será, quizá, que todo esto me sirve de excusa
para contarles una anécdota tragicómica. Porque el hecho es que cuando estaba
de cabeza inmerso en todas estas averiguaciones, viendo compulsivamente materiales
sobre alienígenas, gigantes, pirámides, dunas letales, sirenas y proyectos
secretos que los militares no pueden (no quieren) compartir con la gente de a
pie... me pegué uno de los sustos más grandes de mi vida. Estaba sentando en mi
escritorio frente a mi computadora y junto a una ventana que da a la calle, me
encontraba sumido en ese universo de cosas raras compartida por gente más rara
aún cuando en eso sonó un estruendo: aulló a todo volumen una sirena seguida
por una voz robótica disparada desde un altavoz: “muévase inmediatamente o se
ganará una infracción”. Era una patrulla de policía que asustaba a un pobre
diablo que se había estacionado mal. Pero yo juraba que me lo decía a mí y
además no tenía idea de dónde venía tal estruendo.
Fue un susto interno. No grité. No me moví.
Sufrí una suerte de estallido de hongo atómico atrapado entre el estómago y las
sienes. Si no morí de un infarto es porque definitivamente mi corazón está aún
mejor de lo que hubiera esperado. Pasé el susto –la cagazón, para decirlo en
venezolano, porque uno se arrecha y se caga en su propio idioma– sin emitir
sonido ni pestañear. Apagué la computadora, me aplaqué los pelos erizados sobre
la piel de gallina y me cagué de risa.
3 comentarios:
Y de marcianos a regresar abrúptamente a nuestro planeta tierra, con los gritos y violencia de los poderosos sobre los débiles, ja,ja "policias contra el pobre diablo" No es para menos tu susto.
Muy enriquecedor tu blog, pero mi comentario va en otra dirección, la foto del autor publicada en el blog y del de su twitter no se parece al verdadero, la que si comparto es la foto de Sudaquia Editores. Ese es el rostro verdadero del autor de Rostros de viento,para sus lectores que no le conocen.
Wow! Antártida, gigantes y sirenas... ¡yo quiero todo eso! (:
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