Hubo tiempos en los que se soñó al futuro con
optimismo. Luego con angustia. Y finalmente con desencanto.
El futuro, como anunció William Gibson, quizá
ya llegó hace rato, lo que pasa es que está desigualmente repartido.
El futuro que nos llegó no se parece al que
estábamos esperando. Todo parece indicar que nos llegó a cambio un pariente
cercano pero cargado de taras y frivolidades.
En algunos lugares el futuro llegó pero directamente
en forma de distopía. Y sin pasar antes por apogeo alguno. Corea del Norte es
un buen ejemplo. Y lo peor es que sirve
de modelo para un sinfín de desalmados y descerebrados.
Un maestro me comentó alguna vez que se esperaba
para inicios del siglo XXI -como siempre ocurre en los cambios de siglo- un
verdadero sacudón de paradigmas. Los equivalentes al dadaísmo, al futurismo, al
surrealismo, al desarrollo del cómic y el cine. Verdaderos golpes a la mesa útiles
para replantearnos todo y concebir otros mañanas; pero eso no ocurrió (la
poesía después de Auschwitz que tanto preocupó a Adorno se quedó varada una vez
más).
El maestro le adjudicaba ese inicio de siglo
chucuto y signado por la mezquindad al atentado contra las Torres Gemelas. La
humanidad sintió miedo, se refugió en su brutalidad, decidió encerrarse en la
parálisis que provoca el horror. Ya más tarde vendrán tiempos para repensarse la
cultura; pero ahora mismo sería imposible, son demasiado grandes el trauma, el
pánico y la desilusión.
Y mientras tanto, en la Tierra, seguiremos
siendo los mismos bárbaros de siempre pero con nuevas tecnologías. Hemos
cambiado los mazos y las espadas por tanques de guerra y aviones de caza Sukhoi.
Ah, y a las palomas mensajeras por Smartphones.
Quizá estamos partiendo de una premisa
equivocada: “estamos esperando al futuro”, cuando es el futuro el que espera
por nosotros y desde hace rato.
2 comentarios:
Me hiciste recordar con este blog, la expresión de tu viejo" nada cambiará mientras cada uno de nosotros no cambie por dentro"
Me encanta que uses bastantes imágenes y textos cortos como aquí.
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