Una madrugada, después de la fiesta, pararás a comer unas arepas en cierta arepera de Las Mercedes. Mientras tus amigos quedan encargados de pedirte la clásica de queso guayanés (la de pulpo te ha estado dando acidez últimamente, seguro que por la vinagreta) te irás al baño a drenar el exceso de cervezas. Es un bañito de esos con capacidad máxima de dos personas donde nunca nadie más acertó en aquello del lanzamiento a la papelera. Y no hay adjetivo para explicar a lo que huele. En punta de pies y de dedos harás lo que viniste a hacer y, al salir por esa puerta, aun conteniendo el aliento, te encontrarás que ya no estás en la arepera sino en un local casi idéntico en el barrio de Gracia, Barcelona. Caminarás entre las mesas, sorteando servilletas grasientas, verás en la mesa del fondo a un grupo de amigos muy parecido al tuyo que te confunde un tal Jordi. Entras de nuevo al baño, te miras la cara en el espejo inmundo, te echas agua fría en la cara, vuelves a salir. Pero estás ahora en un bar de Corrientes, en Buenos Aires. Y desde una mesa un grupo de amigos -igualito a los tuyos pero más melenudos- te gritarán “Che, Mariano, apurate…”. Volverás, caminando en retroceso, a encerrarte en el baño y te acordarás de Dios y la Virgen (nada como un susto para volver a ser creyente). Te vas a mirar de nuevo en el espejo y te echarás más agua helada. Tranquilo que sigues siendo tú, lo que no sigue siendo lo mismo es el mundo de allá afuera. Sales con los ojos cerrados, jurando al cielo que si al abrir los ojos estás de nuevo en Las Mercedes de Caracas vas a volver a misa los domingos. Al despegar los párpados te das cuenta de que estás en una taquería casi idéntica a tu arepera de Las Mercedes pero en La Condesa, México, y aquí te confunden con un tal Juan Diego.
Presa del pánico vuelves al baño y cierras la puerta con seguro. Te acuerdas de la familia, de tus amigos (los de verdad) que te deben estar buscando, del perro al que no le pusiste agua y de los 50 bolos te robaste de la cuenta cuando nadie miraba la otra vez. Haces un balance de tu vida que sale en rojísimo y juras que si vuelves a casa serás una persona mejor.
Abres la puerta y estás otra vez en la arepera de Las Mercedes. Ha sido expropiada durante tu ausencia, tiene meses abandonada y le han puesto un cartel donde se anuncia que pronto será convertida en arepera socialista. Aquello está oscuro, enrejado, lleno de alimañas, como un pantano urbano. Qué más da, dices, me voy a otra parte. Y te diriges a tu baño mágico.
Pero no puedes entrar, se ha cerrado con seguro: “Discurpe la molestias baño fuera de servisio”, dice el cartelito de la puerta.
1 comentario:
Este no me toca pero es mi preferido.
Gracias un año más por el regalo y el esfuerzo.
Una bellesa,
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