martes, 13 de junio de 2006

Te acuerdas de Sigur Rós


¿Te acuerdas de Sigur Rós? Y sobre todo ¿te acordarás del concierto, verdad? El concierto aquel, del 22 de noviembre de 2005 en Barcelona. Yo no creo que se te haya olvidado, pero no importa, yo te lo refresco. Y te lo refresco porque el cuento vale la pena.
Tú tendrías apenas un par de semanas de haber llegado a visitarme, esa noche no quisiste ir a comer, ni de bares, ni siquiera al cine. Nos quedamos en casa y vimos una película alquilada en el Blockbuster de Gran Vía con Sicilia. “The Life Aquatic”, se llamaba, de Wes Anderson, el mismo que hizo la de los “Tenennbaun” que ahorita no me acuerdo el nombre, igual, ni viene al caso. El punto es que vimos esa película, y en un momento casi nos pusimos a llorar; en uno de esos instantes en que te dan unas ganas arrechísimas de llorar y tú no sabes ni por qué, simplemente que hay algo que es demasiado bonito, que te deshilacha una fibra y entonces se te hace un nudo en el pecho que lo que te provoca es largarte a llorar como un chiquito. Bueno, en un punto nos pusimos los dos así, sin vernos ni ponernos de acuerdo. Y entonces nos dimos cuenta de que teníamos los ojos llenos de lágrimas porque algo nos conmovía más allá de lo normal. No era la película, no era el dichoso tiburón jaguar que se pasan buscando por horas en el fondo del mar. Era la música. Una música como hecha por niñitos, como alegre pero con frío, con una nostalgia nocturna, o como el que se ríe cuando por dentro llora un poquito. Y cuando terminó la película escudriñamos los créditos hasta dar con el tema que nos había ennudado las gargantas e inundado de lagrimones los ojos: “Staralfur” de Sigur Rós. Al día siguiente nos pusimos a buscar la página web de los tipos. Supimos más de lo que ya sabíamos: que eran islandeses, que el nombre significa “Victory Rose”, que el cantante toca la guitarra con un arco de chelo, que es ciego del ojo derecho desde su nacimiento, que cantan en islandés canciones sobre elfos que cuidan niños y raptan niños, y que están considerados (después de la reina Björk, claro está) el grupo más importante de Islandia hoy día. Supimos, también, que estaban de gira presentando su último disco “Takk” que significa “Gracias” en su lengua natal. Y que vendrían a Barcelona el 22 de noviembre, al Palacio de los deportes, a las 8 pm, por 50 euros. Más adelante vimos el video de Glósoli que está colgado en http://www.sigur-ros.is/sirkus.html. Y, mierda, allí nos dieron ganas de volar, de gastarnos los 50 euros, de ver al tuerto tocando la guitarra con un arco de chelo, en ese idioma impenetrable que cuenta movidas de elfos asesinos que roban el aliento a niñitos islandeses cuando están a punto de conciliar el sueño invernal. Nos pasamos dos meses de ensueño en Barcelona, hicimos de todo, nos quisimos muchísimo, viajamos un montón, peleamos un par de veces, nos reconciliamos como cien mil y cuando ya se nos acababan los dos meses, nos fuimos a ver Sigur Rós, en la cuarta fila, asientos 31 y 33 del Palacio de los Deportes.

Y durante dos horas perdimos el aliento, nos robaron la inocencia, se nos desveló ante los ojos, las pieles y los oídos un secreto celestial para el que no estábamos preparados. A mí me dieron ganas de vomitar, me ganó el dolor de cabeza, se me subió al pecho un conato de asma. Estuve durante 120 minutos a punto de estallar en un llanto lastimoso. De puro placer, de tan hermoso. De pura rabia por haberme pasado la vida escuchando basura, descubriendo que la verdadera música que siempre debí escuchar, la única que merecía ser considerada música, la estaban tocando cuatro niñitos islandeses, con esa malicia que sólo pueden tener los chicos que juegan con las herramientas prohibidas en el garaje de casa, en pleno invierno, a la hora de la siesta, cuando no se puede jugar afuera porque cae una tormenta de nieve, hace demasiado frío, papá y mamá duermen arriba, así que hay que jugar a hacer música pasitico, con lo que haya a mano, con maldad, con dolor, con tristeza, con pasión, con alegría, con todo.

Se acabó el concierto y no podíamos ni hablar. Nos quedamos horas afuera, esperando que salieran los músicos. Para felicitarlos, para darles las gracias. O simplemente para verlos. Nunca aparecieron. Nos fuimos antes de que cerraran el metro y comentamos en el camino, después de largos minutos de silencio: “Esos tipos no son de este planeta, seguro que salieron de Barcelona por la nave espacial que dejaron estacionada en Montjuic”. Y tú dijiste: “O desplegaron las alas y salieron volando por el techo”. Yo me reí, me pareció un poco cursi; pero como te amaba tanto, algo secreto en el comentario me removió por dentro.

¿Te acordarás de todo esto? ¿Te acordarás ahora que lo nuestro se ha acabado de tan mala manera? ¿Guardarás alguna memoria de Sigur Rós, ahora que no me quieres?

Sería importante que te acordaras. Porque hace un rato estaba acostado, llorando sobre las sábanas en posición fetal, despechado como nunca, vuelto remierda por ti, escuchando el Takk de Sigur Rós, recordando todo el cuento que te acabo de echar… cuando en eso me tocaron la ventana. Me la tocaron tan fuerte que casi se parte el vidrio. Desplegué las persianas y allí estaban los cuatro carajos de Sigur Rós flotando frente a mi cuarto, batiendo las alas. Dicen que a los vampiros hay que invitarlos a pasar cuando te tocan a la ventana, que si no les permites el paso no te pueden morder. Pero con los ángeles no sé si la cosa será igual.

“Venimos a buscarte”, me dijo el tuerto alado con un islandés que esta vez comprendí totalmente. “Coño, ¿a mí… y por qué a mí?”, dije yo en perfecto español. El tipo batió las alas durísimo, tan duro que me secó las lágrimas. “O te vienes ya con nosotros para hacerte uno de los nuestros, o te dejas de lamer las heridas, te lavas la cara, y sales a buscarla”. Eso no sé en qué lo dijo. Yo no respondí.

Cerré las persianas, corrí las cortinas, me lavé la cara. Te escribo esta carta, para que sepas que tenías razón el día del concierto. Y que te paso a buscar apenas ponga este punto.

4 comentarios:

Ophir Alviárez dijo...

Estaba por decirlo, la música increíble, la narrración igual.

Me gustan los rostros de tu viento, sí

OA

ZicoCarioca dijo...

¡Qué feliz casualidad toparme con este sitio! Te escribo acá, no sé por qué, ya que he podido hacerlo aquí, allá y más allá también. Llevo un buen rato leyendo y ojeando, y por no sentirme un espía he preferido saludarte de una buena vez y dejar la tontería.

Un día te hablaré de mi torpeza, recuérdamelo, porfa: acabo de atar tres o cuatro ideas bastante claras que tardaron en fraguar.

Seguiré leyéndote.
¿No estabas acá?
Moltas felicitats, noi.
Saluts!

Anónimo dijo...

Sigur Ros es muuuuuuuy lendo lendo. Yo los conocí al ver Vanilla Sky, en la escena final cuando Tom Cruz sube por el ascensor que suena una tonada.. en ese momento me dió tipo woowww.. me quiero meter en la saientoloyi.. Anyway, buscando por aquí y por allá empiezo a escuchar más hasta que un día veo el video de Untitled #1.. o sea, para morirse, ese video y la canción te dan ganas de llorar, con moco suelto, pecho apretado y labios agrietados. jajaja
A mi todavía me ven extraño cuando los nombro y echo el cuento del disco ( ).
Slds.

Black Hollow dijo...

Vaya relato José! fue el primero que leí de ti, pero hasta ahora lo comento. Hubo algo este día que me llevó a recordarlo y a releerlo.
Hermoso, desde adentro, de esas líneas que te desgarran y te arrancan un suspiro profundo, doloroso y lleno de vida al mismo tiempo.
Gracias por acercarnos a ese mundo mágico de Sigur Ros, qué bueno que lo compartamos!
Abrazos!