miércoles, 27 de noviembre de 2013

Otro 27 de noviembre.


No son pocas las veces que me he escuchado a mí mismo repetir la misma frase: “es que yo conocí otro país”. Se la digo a mis sobrinos, se la repito a mis amigos mexicanos, insisto en ella una y otra vez con mis alumnos. La repito con la pasión que tendría un extraterrestre que se esfuerza por convencer a unos terrícolas especialmente escépticos de que dice la verdad.

Yo crecí en otra Venezuela. Tengo un arsenal de memorias sólidas, indiscutibles, producto de experiencias imborrables, de ese país que alguna vez fuimos. Tuve la dicha –y en ese momento ni me lo cuestionaba ni tampoco lo agradecía, porque consideraba que me tocaba por derecho natural- de ser joven en una Caracas distinta donde tenías que estar pilas, con los ojos abiertos, donde se oían cuentos y pasaban cosas, claro que sí, pero donde tenías que sobrevivir al miedo típico de cualquier ciudad grande. Era, por supuesto, una Caracas defectuosa, perfectible, pero definitivamente una ciudad donde se podía vivir y además se vivía bien.

Alguna vez, durante aquellos años del bachillerato y la universidad, acaricié la idea de irme un par de años a estudiar afuera, aprender otro idioma, tener la experiencia de vivir en otro país; pero siempre para volver. Porque uno en esos tiempos se proyectaba a futuro siempre en Venezuela, allí estaba tu familia, tus amigos de siempre y esa cosa -tan íntima y tan abstracta a la vez- que arropa el término terruño. Era, en fin, una tierra más para quedarse o volver que para huir. Y créanme que me duele especialmente conjugar ese “era” en pasado.

Pero entonces llegó aquel fatídico año de 1992. Aún más terrible que el espantoso 89 donde ocurrieron los saqueos espueleados precisamente por quienes intentaron dar dos golpes de estado pocos años más tarde y los mismos que hoy ostentan asquerosamente el poder. En febrero de 1992 yo tenía apenas 20 años y estudiaba Comunicación Social, fue entonces cuando apareció el teniente coronel Chávez Frías con su asonada militar y su posterior –y lamentable- “por ahora” ante los medios masivos. Nos pareció, en consenso general de jóvenes periodistas que discuten de política en un restorán chino, con un tercio de Polar en la mano, que aquel milico golpista no era más que un payaso trágico. Un mal chiste. Una barajita caída de un álbum olvidado, como un jugador más del montón de la selección de Australia del mundial de 1974.  Y no me arrepiento ni me convencerá nadie de lo contrario: Chávez sigue siendo exactamente eso para mí. No hay manera de que pueda ver en ese milico resentido y víctima de su propio pastiche mental a un ideólogo ni a un estadista ni un líder ni mucho menos a un gigante o a un ser galáctico. Muy al contrario. Puedo explicar (y explicarme) perfectamente su fenómeno político como podría explicar el de Ricardo Arjona en la música o el de Pablo Coelho en la literatura: la mayoría de la gente tiene muy mal gusto y ningún tipo de criterio. No se puede escoger bien cuando se carece de pensamiento crítico y cuando no se ha asumido la tarea de cultivar el buen gusto. Y agregaría: es que, además, la verdadera energía que mueve al hombre no es el petróleo ni es atómica, es el resentimiento.

La madrugada en la que ocurrió la segunda intentona golpista del año, el 27 de noviembre de 1992, amanecimos con la imagen de un gordito de camisa rosada quien, fusil en mano, invitaba desde la televisora estatal a sumarse al golpe “cívico-militar” para derrocar al gobierno de Carlos Andrés Pérez. Me dio risa aquella escena patética, pero mi viejo me miró con reprobación: “esto no da risa, esto es trágico… y es grave”. En casa no queríamos a Carlos Andrés Pérez, no era en lo absoluto un presidente de nuestro afecto, pero mucho menos íbamos a querer el gobierno de una gente que sólo entendía de sabotajes, armas y golpes de estado. Algunas horas más tarde fuimos testigos en directo de cómo las tropas fieles a la democracia controlaban la situación en Venezolana de Televisión, capturaban a los tomistas y llevaban a uno de ellos esposado, el jefecito de la camarilla, un tenientucho al que llamaban “Comandante Gato”. Se trataba de Jesse Chacón. El tipo miraba a cámara y repetía febrilmente: “¡Viva Chávez!”. Ese mismo sujeto sería, a la vuelta de unos años –y vaya ironía- Ministro de Información y Comunicación del régimen chavista. Sí, el mismo hombre que había liderado la masacre contra los vigilantes y trabajadores de la televisora del estado -su gran incursión en el mundo de los medios masivos- era recompensado años más tarde precisamente con esa cartera. Y no sería VTV el único canal con el que acabaría el Comandante Gato, pues se encargaría de hacer lo mismo pero con fachadita legal más tarde con RCTV. Vaya currículum el del teniente Chacón. Una gema. Ojalá jamás se nos olvide.

El mes en que murió mi padre, diciembre de 1994, yo estaba trabajando en un periódico ubicado en La Candelaria. A razón de cumplirse el segundo aniversario de los hechos del 27N, mi jefe me pidió reunirme con un fotógrafo en Parque Central que tenía unas fotos tomadas justo antes de que se limpiara la escena que dejó la masacre de VTV. La idea era hacer un reportaje de investigación para desentrañar lo que había ocurrido en la televisora estatal ese día, la información era difusa, había una suerte de velo sobre ella, las imágenes no circulaban. Había mucho miedo alrededor del asunto. Me reuní finalmente con el fotógrafo, me llevó a un lugar apartado y me mostró las fotos como quien negocia con drogas duras. Ante esas imágenes que me enseñó en las escaleras de emergencia del Edificio Catuche, yo no sabía si vomitar, golpear a alguien o largarme a llorar. Todavía, honestamente, no lo sé. Lo único que puedo decir, tantos años después, es que uno no imagina hasta dónde salpica la sangre cuando se dispara tan a quemarropa y con tantísimo ensañamiento.

Así que no caigamos en falsas epopeyas ni ayudemos a cultivar la épica del vacío que caracteriza a estos tiempos. El 27 de noviembre es una fecha terrible, no hay nada que celebrarle a este día abominable. Es una fecha donde se le dio un disparo mortal a la democracia. Un día que sentenció la muerte de las libertades. Hoy, 27 de noviembre de 2013, digan lo que digan los que vociferan sus loas al chavismo y pretendan edulcorar el espanto de la historia, es definitivamente un día de duelo.

Y lo que se cumple hoy no es otra cosa que los 21 años de la masacre a los trabajadores de Venezolana de Televisión a manos de la más inmunda violencia.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Post-its (Parte 2)



Un post-it que dice: "Con todo este desgaste lo que necesitamos un amolador de almas"

Un post-it que diga: “No, no fue que botamos los reales; es que nos tomamos la molestia de invertirlos en nuestra contra”

Un post-it que dice: "No te preocupes que sí  voy a estar. Sólo que ausente"

Un post-it que dice: “Lo único malo es que lo malo se contagia más. Y más rápido”

Un post-it que diga: "Esto es más perturbador que un conejito de los de David Lynch"

Un post-it que dice: “Estuvo tan pero tan bien que es mejor sospechar”

Un post-it que dice: "Negociemos, vamos a comenzar por hacer todo lo que yo diga y luego, si nos va bien, te damos una oportunidad a ti"

Un post-it que dice: “Lamento no ser tan amoroso como ustedes, es que yo con los afectos también soy selectivo”

 Un post-it que dice: "En un mundo paralelo tu avatar y el mío se la están pasando maravillosamente bien, que lo sepas"

Un post-it que dice: “Eres una persona muy agradable, siempre y cuando uno no te trate”

Un post-it que dice: "Quiso dárselas de inteligente y acabó evidenciando toda su estupidez"

Un post-it que dice: “Es que yo entre Mario Silva y Diosdado no sé a cuál irle menos”

Un post-it que dice: “A mí me parece abominable, pero está bien como para ti”

Un post-it que dice: “¿Qué hora es ahora mismo en ese planeta al que te vas mientras te estoy hablando?”

Un post-it que dice: "Es muy buena persona pero tiene un problema musical crónico"

Un post-it que dice: "Eso más que un beso es ya una degustación"

Un post-it que dice "Hagamos un trato: si nos dejamos de querer tenemos que notificarlo con la debida antelación"

Un post-it que dice: "Vamos a declararnos mejor en emergencia indefinida"

Un post-it que dice: “¿Quién se llevó mi soma?”

Un post-it que dice: "Lo bueno de consultar el IChing es que, como no entiendes nada, eso significa lo que tú quieras"

Un post-it que dice: "Aquí las buenas noticias las dan a cuentagotas de manera que no las puedas disfrutar"

Un post-it que dice: "La memoria olfativa recuerda mucho mejor que uno"

Un post-it que dice: "Te irá bien siempre y cuando hagas exactamente lo contrario a lo que te voy a aconsejar"

Un post-it que dice: "Somos muy diferentes, y me temo que más que complementarios somos contradictorios"

Un post-it que dice: "Te mereces que te hagan una estatua. Pero contigo dentro"

Un post-it que dice: "Yo ese disco lo evito porque si lo oigo me dan ganas de reconciliarme contigo"

Un post-it que dice: "La buena música realmente se toca es con los huesos"

Un post-it que dice: "La comida me quedó tan buena que tu plato te lo guardé en la caja fuerte"

Un post-it que dice: "Te hice caso, le di una segunda oportunidad. Y me decepcionó el doble"

Un post-it que dice: "Ese es el problema de alguien muy estúpido que se toma a sí mismo muy en serio"

Un post-it que dice: "No es que tenga el pelo sucio, es que está haciendo un experimento a ver si logra freír algo en su propia grasa"

Un post-it que dice: "Te voy a repetir la pregunta pero aprovecha esta vez para quedarte callado"

Un post-it que dice: "Tienes una idea tan distorsionada de mí que ya pienso que me confundes con otra persona"

Un post-it que dice: "Soñé contigo. Si te lo llego a contar no me vas a querer ver ni en sueños"

Un post-it que dice: "Todavía no cantes victoria, pero puedes comenzar a tararearla"

Un post-it que dice: "Te dejo a solas para que lo hagas mal pero con toda calma"

Un post-it que dice: "Yo creo que nos pasamos hace rato. El futuro quedaba más atrás"

Un post-it que dice: "Esto no es ningún desorden, es un experimento que hago para probar que la generación espontánea sí existe"

Un post-it que dice: "Deja de irte por las ramas que vas a acabar en el árbol genealógico de los vecinos”

Un post-it que dice: "Es de esa gente que escribe fatal pero espera que le entiendas todo bien"

Un post-it que dice: "Por favor no me avisen de otro trabajo donde pagan poco pero es una gran oportunidad"

Un post-it que dice: "Lo que vamos es para el despechaje"

Un post-it que dice: "Te esperaría en la bajadita, pero es que no te mereces ni la espera"

Un post-it que dice: "Matemáticamente estamos casi igual de jodidos que en la realidad"

Un post-it que dice: "Yo creo que hay que practicar muchísimo para poder llegar a ser tan mediocre"

Un post-it que dice: "Leí tu cuento. Una pregunta, ¿debajo de ese montón de metáforas y adjetivos había alguna historia?"

Un post-it que dice: "Más que alcanzar tus sueños en tu caso deberías intentar dormirlos"

Un post-it que dice: "A mí lo que me preocupa es que se nota que piensa con errores ortográficos"

Un post-it que dice: "Si logramos sobrevivir a estos mamarrachos seremos un país de puros Yodas"

Un post-it que dice: "O sea que tú hiciste esa carrera para luego poderte quedar estancado de por vida en lo mismo"

Un post-it que dice: "Esto no va a funcionar. Le caes mal a mi amigo imaginario"

Un post-it que dice: "Claro, todo el mundo escribe. Igual que todos somos fotógrafos por tener celular con camarita"

Un post-it que dice: "Tus comentarios me halagan aunque es evidente que me estás confundiendo con otra persona"

Un post-it que dice: "A mí me encanta hablar contigo porque así descubro mi dotes para el monólogo"

Un post-it que dice: "Has tomado una decisión increíble. De todas las posibles no había otra más desacertada”

Un post-it que dice: "Hagamos un trato, el que se muera primero le avisa al otro si en ese sitio hay sexo".

Un post-it que dice: "No me hagas reír en medio de una discusión que así  no se puede pelear en paz".

Un post-it que dice: "He recibido tu buena noticia con profunda tristeza".

Un post-it que dice: "Pobre, el hijo le salió militar".

Un post-it que dice: "A mí me preocupa que si te secuestran los marcianos la humanidad va a salir aún peor parada"

Un post-it que dice: "Fue un error gafarral de tripeo"

Un post-it que dice: "Por la caridad de Dios, alguien que le encuentre de una buena vez el unicornio azul a Silvio Rodríguez"

Un post-it que dice: "Esto está tan malo que necesito números negativos para evaluarlo, vamos a ponerle -7"

Un post-it que dice: "Estamos nadando en un mar de mediocridad. Y creo que hasta en estilo mariposa"

Un post-it que dice: "Aquí lo que se respeta es la libertad de inculto"

Un post-it que dice: "El día que yo sea dictador que se cuiden los milicos"

Un post-it que dice: "No entender cansa"

Un post-it que dice: "El problema con la democracia es que la mayoría suele tener muy mal gusto"

Un post-it que dice: "Es que tiene un talento excepcional para explicar las cosas que no entiende"

Un post-it que dice: "Es que para admirar a ese señor hace falta una enzima que nosotros no tenemos"

Un post-it que dice: "Yo quiero que el que se ponga retrógrado sea Saturno. Imagínatelo retrógrado y con esos anillos"

Un post-it que dice: "Mosca que a esta hora sueltan ya a los cursis"

Un post-it que dice: "Para respuestas optimistas y conciliadoras favor dirigirse a la próxima ventanilla"

Un post-it que dice: "Yo no tendría problemas en respetar tus ideas si por lo menos fueran ideas y fueran tuyas"

 Un post-it que dice: "Es que todo lo que diga Supremo a mí me suena a pollo relleno de jamón y queso"

Un post-it que dice: "Es que todo lo que me produce felicidad no tiene nada que ver con el gobierno"

Un post-it que dice: "Esta gente que no está contenta ni cuando le va bien"

Un post-it que dice: “¡Por la caridad de todos los santos, devuélvanle el mes de abril a Sabina ya!”

Un post-it que dice: "Me quiero disculpar por no haberlos ofendido antes"

Un post-it que dice: "Vamos a suspenderte el Ipod hasta que reconsideres tus gustos musicales"

Un post-it que dice: "Hoy, 31 de octubre, los que son ya un disfraz pueden tomarse el día libre"

Un post-it que dice: "Es hora de agregar en el curriculum que uno es inmune a Candy Crush"

Un post-it que dice: "Sí, es un niño muy bonito, pero dale un tiempo y verás que los genes no perdonan"

Un post-it que dice: "Lo lamento pero me da extraordinariamente igual"

Un post-it que dice: "No lo conozco en persona, pero en fotos es evidente que sufre de halitosis"

Un post-it que dice: "El placebo anterior me hacía mucho más efecto"

Un post-it que dice: "Tienen una relación de amor-odio; él la ama y ella lo odia"

Un post-it que dice: "Asegúrate de entender eso que estás citando"

Un post-it que dice: "No creo que sea un caso de bipolaridad porque tiene como cinco polos"

Un post-it que dice: "Somos realmente buenos celebrando por las razones equivocadas"

Un post-it que dice: "No te preocupes, desearle mal a cierta gente equivale a una buena acción"

Un post-it que dice: "Míralo, con su sonrisita de saqueador"

Un post-it que dice: "Que los extraterrestres mandan a decir que será para otra porque tienen mejores opciones"

Un post-it que dice: "Mientras ustedes duermen, los insomnes pensamos. Pensamos de todo y por todos"

Un post-it que dice: "La ignorancia te hace feliz. Hasta que se acaba la felicidad, como siempre, y te quedas sólo con la ignorancia"

Un post-it que dice: "Te estamos haciendo una vaca para que vayas voluntariamente a terapia. Por las buenas o las malas"

Un post-it que dice: "Dos cosas sobre la decadencia: está sobrevalorada y agota"

Un post-it que dice: "Es obvio que si Charly García sigue vivo a estas alturas es porque es inmortal"

Un post-it que dice: "Mira, pero si tú todavía existes"

Un post-it que dice: "Vale, muy bien por la ganadora pero vamos a estar claros que Cadenas es superior"

Un post-it que dice: "Creo que la energía que mueve al mundo no es el petróleo sino el resentimiento"

Un post-it que dice: "V de Vergüenza"


lunes, 11 de noviembre de 2013

A este problema le faltan datos.



Aquel problema sobre el pizarrón decía algo así como: “Pedrito compra en la tienda una cantidad X de manzanas. De camino a su casa tropieza y se le caen un tercio del total de las manzanas. En el semáforo Pedro se come 2 que son exactamente el mínimo común múltiplo de la mitad de las manzanas que tenía inicialmente. Antes de entrar a su casa, Pedrito regala 3 manzanas a su vecina… ¿con cuántas manzanas se quedó finalmente Pedrito?”.

Y la maestra decía: “Tienen 15 minutos para resolverlo. Pueden comenzar”. Y yo pensaba: “Coño, ¿comenzar?, ¿comenzar más o menos a qué?”, al tiempo que, atónito, veía a mis compañeritos sacar lápices de colores, borras, sacapuntas, compases y transportadores (un transportador para calcular cuántas manzanas se iba a comer el pendejo de Pedrito, échale bolas) y ponerse todos –todos menos yo- a resolver con bríos lo de las manzanas de Pedro. Y yo me quedaba mirando al espacio en blanco destinado a la resolución del problema, esa cosa blancoradioactiva regañándome desde la hoja, mientras pensaba que hacía rato que no me comía una manzana, que el presidente había prohibido su importación y que las que vendían traídas de Mérida eran como piedras pero con aroma de manzana; además mínimas, duras, ¿eso no eran como guayabas más bien?, es que eran una vaina que daban tanta tristeza como dentera. ¿Y por qué coño Pedro compraba manzanas en vez de mangos o lechosas que sí era lo que se conseguía en el mercado? Claro, porque el cabrón de Pedrito vivía en un mundo alterno, un lugar fantástico; yo quería vivir en ese planeta paralelo de Pedro donde se iba a pie uno solo a comprar frutas, se te caían la mitad y te sabía a bola y luego te parabas en el semáforo a comerte dos y hasta te sobraban 3 para  quedarte hablando con la vecina (coño, la vecina seguro era una princesa). No joda, vente para acá, Pedrito de mierda, siéntate tú en este pupitre a resolver problemas de matemáticas…

Y cuando estaba en medio de estas importantes cavilaciones, alguien –oh, mi salvador, cuánto te lo agradecía– gritaba desde algún rincón de esa (j)aula de clases: “¡Maestra, a este problema le faltan datos!”. Marico, nos salvamos, mi infinita estupidez aritmética se sentía acompañada: “claro, no podías resolverlo porque le faltaban datos, con razón… y tú pensando que eras idiota, resulta que esta vaina no la solucionaba ni Einstein”.

La maestra entonces caía en pánico, revisaba lo que estaba escrito sobre el pizarrón, revisaba su cuaderno de apuntes, también el libro de matemáticas (que siempre de alguna manera era el de Baldor), los más inteligentes pasaban al frente a intentar solucionar el problema con la seño, yo insistía desde mi pupitre en la última fila en que era imposible, que de bolas que le faltaban datos (y, aunque nunca dijera el “de bolas”, en serio necesitaba que confesaran que le faltaban datos porque no era posible que yo fuera tan pero tan bruto). Al final sí le faltaban datos, Pedro había comprado inicialmente 20 manzanas, pero ya era tarde, sonaba el timbre, era la hora del recreo. Ojalá y te atragantes con las que sean que te quedaron, pajúo.

Fui creciendo y los problemas matemáticos fueron creciendo conmigo. En el bachillerato se sumaron los de física y los de administración, más tarde también los de lógica. Entonces comencé a librar por mí mismo como en el escondite; cuando ya la frustración era demasiado grande, justo cuando los números me pasaban cuentas y me estaban dando literalmente una coñaza, yo decidía gritar desde mi pupitre en la última fila: “Profe, a este problema le faltan datos”. Lanzaba esa bomba y me hacía el preocupado uno cinco minutos en resolver colectivamente en qué punto exacto el proyectil disparado desde el punto A alcanzaba en su parábola al tren que había viajaba a 120 m/s desde el punto B. Luego dejaba a todo el mundo en ese salón resolviendo eso -y lanzando teorías sobre si estaban todos los datos o no- mientras me iba sigilosamente de nuevo a mi guarida a pensar en qué hijos de la gran puta esos militares que le disparaban a una población civil que viajaba en tren. Pobre gente y también pobre tren… nosotros que ni tren tenemos. Cuando salga de aquí me voy a echar un viaje en tren.

Por cierto (frase que uno dice antes de soltar una barbaridad que no tiene nada que ver), al problema de lógica de si Dios siendo omnipotente es capaz de crear una roca tan grande que ni él mismo la pueda mover, la única respuesta posible es que Dios ya tiene suficientes problemas importantes como para ponerse a resolver semejante pendejada. Dejen a ese señor trabajar en paz.

En fin, lo que nunca sospeché es que “a este problema le faltan datos” fuera una frase que acabaría acompañándome tantísimo la vida entera. Mucho más allá de mi torpeza matemática, la frase me persigue en los más diversos ámbitos de la vida. Si uno se sincera es la única respuesta que aplica a millares de situaciones; es la más honesta, lo demás son meras hipótesis, especulaciones, mentiras que necesitamos creernos o hacer creer a los demás. A veces mejor o peor argumentados, pero acaban siendo disparates al fin y al cabo. Uno aventura cualquier otro tipo de respuesta distinta a “a este problema le faltan datos” y terminas desvelando toda tu torpeza, despejas todas las dudas con respecto a que no tienes la más mínima idea. Y mientras haces maromas lingüísticos en el aire vas oyéndote desde afuera y mirándote a ti mismo con cara de “qué bolas tienes tú de tratar de explicar lo que no tiene ninguna explicación”.

¿Qué significa realmente la guerra económica contra la burguesía parasitaria? Que le dan permiso a la gente para saquear en sana paz y… bueno, la verdad es que no tengo idea, a ese problema le faltan datos.

¿Mira, y cómo ven en tu familia, con tu suegro que es sirio, la situación por allá? Bueno, él dice que realmente… un carajo, panita, es una situación extraordinariamente compleja, no tenemos los datos como para sacar ninguna conclusión.

¿Y por qué Maduro llegó a donde llegó? Bueno, porque Chávez antes de morirse pidió que su heredero… mira, la verdad es que a ese problema le faltan datos.

Joder, tan felices que se veían... ¿qué les pasó? Tengo entendido que ella ya no quería... mira, panita, la verdad es que tendrás que preguntarles a ellos, a mí me hacen falta datos. 

¿Cuál es la salida que le ves a la situación en tu país? Pues yo pienso que lo mejor y más viable sería… mira, bróder, vamos a hablar claro: no tengo idea, a ese problema le faltan todos los datos.

Y mientras piensas y dices, una vez más, cada vez con mayor frecuencia (y también con mayor desvergüenza y convicción) “a este problema le faltan datos”, se te viene a la mente Pedrito en su mundo paralelo lleno de manzanas, en que seguro que acabó juntándose con la vecina y que a lo mejor les iba bien y eran felices y tuvieron cachorros y seguro viajaban en aquel tren ese día. Y que, coño de la madre, ojalá Dios por justicia divina agarre esa piedra enorme que ni él puede con ella y aplaste a todos los hijos de puta que disparan proyectiles en este mundo y en todos los demás.