viernes, 9 de marzo de 2007

Múm

No recuerdo fechas ni me quedé con el billete, sólo guardo la idea de que era de noche y era invierno, ah, y que el concierto era en un lugar llamado Razzmatazz 2, justo en ese punto en que Barcelona es exactamente igual a la zona industrial de La Trinidad, donde uno tiene el temor certero de que abriendo la puerta de un galpón cruzas el umbral y apareces en un semáforo de Caracas. Estoy seguro de que tiene que existir un punto, un área común, en el que la cocina de un restaurante de tapas de Poblenou es la misma que la de una arepera de las Mercedes.

Acabé yendo porque Luz, una amiga de la que sé hoy muy poco, me sonsacó: “Vamos, güey, que va a estar padrísimo. Si no los vemos ahora quizás no los veamos nunca más”. “No, Lux, yo no tengo dinero, me quedan como 40 euros en el banco”. “Ándale, Chamo, que si quieres te convido y luego luego nos arreglamos”. “Ok, vamos, pero yo me pago mi vaina”. Y menos mal que me convenció.

Me pasé dos horas con el corazón atascado en el esófago. Le debí a estos islandeses de Múm uno de los instantes más sobrecogedores de los que tenga memoria. Había una rubia como de 14 años que tocaba un violín que era al mismo tiempo una trompeta, con la vibración de las cuerdas el aire expelido soplaba por la boquilla y sonaban ambos instrumentos a la vez. El chico de la guitarra –un joven que parecía no pasar de los 16- tocaba también el xilófono con la misma soltura de quien tamborilea con los dedos sobre la mesa. El bajista ocupaba la boca con un piano miniatura que funcionaba también como una flauta. El baterista no tocaba una batería –al menos no una oficial- sino que inflaba globos de feria de esos para hacer perritos y espadas y los agitaba como una honda o una boleadora que zumbaba sobre platillos, tubos, campanas, o que emitía un dulce chasquido sobre los micrófonos. Todos estaban armados con unas campanitas artesanales llenas de luz, y cada quien hacía tintinear la suya en distintos momentos. Y finalmente ella, la cantante, una chiquita ronca que provocaba subirse al escenario para abrazarla, ella, con su vestidito negro salpicado de flores y su greñero sobre la cara, alternando su acordeón en la espalda con su bajo sin trastes al frente.

Me sentí convidado a un espectáculo de circo minimalista. A presenciar un juego de niños que se da cita en el garaje de papá (y con sus herramientas prohibidas), justo a la hora de la siesta, mientras afuera cae una tormenta de nieve.

Volteé, aún sin aliento, justo después del final apoteósico, mientras los pequeños islandeses saludaban –con una naturalidad pasmosa, como si acabaran simplemente de romper una piñata y los niños aún se repartieran los caramelos, acaso como si los aplausos no tuvieran nada que ver con ellos- a la nutrida colonia de compatriotas y foráneos que les hacía reverencias y merecidos salves desde abajo, volteé para buscar a mi amiga Luz con quien no había intercambiado ni una palabra durante esas dos horas de trance. La encontré con los ojos cargados de lágrimas, limpiándose la cara con el dorso de la mano, aprovechando un bordecito de suéter. Y me reí, no tanto por lo cómico sino más bien aliviado porque alguien se había atrevido a derramar las lágrimas que mi cobardía de hombrecito me había impedido soltar. Sí, atreverse llorar simple y llanamente porque algo nos resulta especialmente hermoso. Le solté una risotada en la cara, a la que contestó en chilango rabioso, absoluto, y sin dignarse a verme.

- Deja de chingar, cabrón. Si esto sale de aquí te voy a dar un madrazo.

Pues ya lo conté, Luz, la culpa la tuvo este video que me topé hoy buscando otra cosa. Ahora faltará que me des el madrazo. Te propongo que sea en otro concierto de Múm, me importará poco y me dolerá aún menos.



A este track de Múm le debo alianzas musicales con un gentío de mi más profundo afecto.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy parte de ese gentío de tu profundo afecto....¡felizmente!
No se imaginan esos muchachitos de Mum, que me recuerdan días muy felices vividos en Barcelona al lado de mi hijos: Jose y La Negri.
Especialmente bella y sedante resulta la música de estos pequeños islandeses.Ampliamente recomendada.

Anónimo dijo...

Que regalo nos diste con ese video,una de las preferidas:" We have a map of the piano" En el aparece la cantante niña despeinada y ronca de tu escrito. Gracias por alegrar la tarde.

mercedes grosso dijo...

No sale el track de Múm! quiero verlo (quiero ser de tu más profundo afecto también).

Me iré al youtobe a investigar.

mercedes grosso dijo...

ya lo ví, ya lo ví...que sutileza la de los nórdicos en general. Es como un comic contado o cantado por angelitos.

Unknown dijo...

increíble... viste a mum en vivo y sin embargo no me extraña en lo más mínimo.

Caramba, que vida la suya mi estimado!

La Gata Insomne dijo...

Ayy yo vengo haciendo pucheros secandome las lagrimas de Lux hija de la gran chingada!!! de solo leer el texto, porque el video no podré verlo hasta que vaya a un cyber, pero ya lo más importante lo imagino.
E imaginé que en ese dico del negocio, algún surco iba de Múm.
Y que ese pin que brilla en tu solapa sigue brillando, a lo mejor un lagrimón de Lux le cayó encima!!!!

Ahh y quiero finalmente montarme en el Ave, salir de Madrid y encontrar ese galpón maravilloso

Anónimo dijo...

Yo también soy parte de ese gentío de tu profundo afecto. Increíble que tuvieras la oportunidad vivir esa experincia, que aquí nunca viviremos. Creo que igual que Luz hubiera dejado los ojos de tanto llorar.
Gracias por haber compartido ese track con nosotros y así recordar ese invierno en Barcelona. La Negra

EBE dijo...

...Como dice el niño mono..., que vida la suya, mi estimado..
too much!

Anónimo dijo...

Ostras...¡¡La musiquilla de La 2 era de Múm!!
Debo de ser la única niña de diecisiete años que escucha a este grupo. Cosas de la paranoia excéntrica. ^^