miércoles, 20 de agosto de 2008

Lanzarote


Nunca he estado en Lanzarote, pero vaya que me hubiera gustado. Algunos amigos que han tenido la oportunidad de ir insisten en que debo conocer esa isla –y que los isleños son casi, casi, venezolanos-, que me gustaría especialmente porque aseguran que es uno de los lugares que más se parece a Marte en la Tierra.

Hace algunas semanas mi amiga Lena, navegante de Mil Orillas, me comentó que se pasaría unos días en Lanzarote. Le pedí una foto de la isla, una que fuera muy marciana para saber de qué me perdía. Ayer me mandó unas cuantas, algunas de ellas tomadas por su retoño de 5 años al que llama “mi pez”.

Yo no sabía casi nada de Lanzarote hasta que me cayó en las manos una extraña novela corta del mismo título escrita y fotografiada por Michel Houllebecq. Me la leí en aquel momento con ansiedad y algo parecido a la decepción. Me esperaba más del autor y me esperaba más de Lanzarote; sin embargo los años han pasado y Lanzarote –la isla, pero también la novela- se me ha quedado enterrada en un lugarcito del cerebro desde donde segrega esa sustancia cruel y entrañable que produce melancolía por lo no vivido.

Durante algún tiempo abrigué secretamente el deseo de ser Houellebecq en Lanzarote. De escribir desde allí y en primera persona mis desventuras de escritor nihilista, decepcionado, solitario, indignado y frustrado porque ni el mundo ni yo resultamos lo se esperaba que fuéramos. Hubiera ofrecido cinco años de existencia por pasear durante uno por esas playas, revolcarme sobre la arena volcánica con dos turistas alemanas que me llevaran una cabeza, tomar mis fotos marcianas convencido de que ningún visitante había jamás mirado ni contado a Lanzarote así. Pero nunca pude ir a Lanzarote, me quedaba siempre muy lejos en lo geográfico o en lo bolsillístico.

Antes de dormir abro una a una las fotos que me han enviado. Despierto de madrugada y mientras la luz naranja del amanecer se cuela por los vidrios repaso mentalmente ese lugar alucinante que mi amiga y su hijo me han recortado en cuadros. Escucho mientras a las golondrinas que este año también han anidado en el techo, se turnan para traer comida a los pichones que reciben a sus padres con una fiesta monumental que hace sospechar del tamañito. Abajo los perros han sentido, no sé cómo, que ya he abierto los ojos y se estremecen en ladridos que parecen cantos (me pregunto cómo no querer a una gente que tiembla de gusto cada mañana con tan solo verte). Alargo una mano y toco con punta de dedos la cabeza de mi mujer que sigue dormida, la despeino un poco, ella responde con esa habilidad insólita que tiene cuando está dormida para hacer una crineja con mis pies entre los suyos. Me quedo allí trenzado y entonces pienso que definitivamente yo no conoceré Lanzarote. No seré jamás Houellebecq en la isla, me queda demasiado lejos, perdida en los océanos de otro mundo.

Dios mío, menos mal.

7 comentarios:

Lena yau dijo...

José queridísimo,

lo leí anoche muy emocionada.

Quise dejar que la emoción se asentara antes de comentarte.

Lo leo esta mañana igual de emocionada.

Tu texto es belleza.

Yo quisiera que sí, que vayas a Lanzarote.

Que hagas todo lo que dices allí.

Que comiences los días con esa trenza de tu chica.

Que te despierten pájaros y perros conejeros.

Que veas cómo la calima hace que el islote de Lobos y Fuerteventura desaparezcan y reaparezcan en segundos.

Que subas al norte y veas como mares de lava conviven con mínimas dunas.

Que veas las vides protegidas en semicirculos de piedras, sembradas en arena negra.

Que disfrutes de un lugar de la tierra en el que no hay anuncios o vallas, en el que los edificios altos no superan los tres pisos, en el las casas, todas, son blancas.

(Que regales a tu boca con lapas, con queso de cabra, con papas y con mojo picón).

Irás.

Seguro.

Y escribirás eso que no has escrito aún.

Eso guardas allí, que maduras, que piensas, que se mueve y remueve.

Eso que espera por Lanzarote.

(Aunque ya has ido de algún modo...)

Un abrazo muy grande.

Un beso también.

Lena

Anónimo dijo...

Urriola, por escribir tan bello, mereces ir como un premio, a ese Lanzarote con tu chica , me ofrezco a cuidarte tus perros, mientras disfrutan del premio. Felicitaciones, Sofía Giusti.

Anónimo dijo...

Absolutamente conmovedor, sublime y muy íntimo.
Ya habrá otras maneras de llegarle a Lanzarote.

Anónimo dijo...

José, menos mal, sí, que el maleficio no se consumó y no te convertiste en ese tipo piojoso y rancio que es Houllebecq. Honestamente, siempre me ha parecido un decadente espanta-abuelitas, un héroe de cierto snobismo que podríamos denominar “rave intelectual”. Acá en Buenos Aires tuve la oportunidad de verlo y vaya, vaya, inteligente, quién lo duda, pero desprendía una especie de vaporcito luciferesco. Yo lo leí con pasión, pero ahora me aburre, no me dice nada su malalechismo. No tengo nada en contra del malalechismo, pero el suyo viene acompañado de cierta actitud cobardona, y eso me molesta. Para malalechistas prefiero a Vallejo, a Fogwil. Lo único que sí me sigue divirtiendo, y mucho, es su parodia al psicoanálisis. Del resto (y este resto es lo que más importa ahora) un hermoso texto, José, con Islandia al fondo, eso creo, plegando y replegando nuevamente el mapa.
Un abrazo
gustavo valle

NANO dijo...

.:.

epa, me gustaria enviarte unos poemas electrónicos, tendrás una dirección adonde te los pueda hacer llegar?

.:.

Jose Urriola dijo...

Querida Lena: Iré a Lanzarote a probar y sentir todas esas cosas sublimes que me cuentas, te lo prometo, pero será otro muy distinto al que me imaginaba años atrás. Gracias mil. A ti y a tu Pez

Querida Sofía: No, tú no te puedes quedar con los perros. Tú, de una manera u otra, nos acompañarás siempre a Lanzarote o a donde quiera que sea que vayamos. Eso tenlo por seguro.

L.A: Amigo, gracias por tu comentario, especialmente a ti que tanto me has hablado de Lanzarote.

Gustavo: un placer tenerte de nuevo por aquí. Qué risa lo que me cuentas de Houellebecq, debe ser ciertamente un impresentable snob, pero yo le debo a la lectura de su Plataforma que me haya devuelto después de años unas ganas irrefrenables de ponerme a escribir.
Y sí, por supuesto que Islandia se pliega y se repliega al fondo. A un poeta como usted no le podía pasar desaparcebido el guiño.
Gran abrazo.

Nano: Bienvenidos esos poemas electrónicos, estaba buscando la manera de escribirte directamente a tu email pero no aparece en tu perfil del blog. Por favor mándame lo que desees a jsurriola@gmail.com
Estamos en contacto,

Jose

La Gata Insomne dijo...

Lanzarote será para ti, la slandia de Montejo...

el día sigue triste (en la otra isla, la de acaíto siempre hay sol)..
este texto me ha puesto a llover