Mi pana El marciano me envía un mensaje de texto hace unos días: “La conocí hoy en la cola para votar. Es la mujer de mi vida. Luego te cuento”.
La noticia me alegra especialmente; el marciano es químico puro, con postgrado en no- sé-donde impronunciable, en una cosa complicadísima que tiene que ver con polímeros y prótesis. Yo lo único que sé es que si pierdes un dedo el marciano te hace uno nuevo de un plástico orgánico cagante que te permitirá pintar nuevas palomas con una elegancia y una destreza que nadie se podrá imaginar jamás que ese dedo no es tuyo.
El marciano acaba de regresar hace pocos meses, tiene varios años afuera del país. Aunque fuera de este mundo tenga la vida entera. Quizá por ello es el apodo de Marciano, y quizás por eso mismo es que le cuesta una bola (que aunque se la pueda volver a hacer, igual le cuesta) tener suerte con las mujeres.
Lo llamo una y otra vez para que quedemos y me eche el cuento de la diosa que conoció en la cola. No me contesta, me da evasivas, huye. Me imagino que está con ella. Seguro que atraviesa uno de esos momentos del enamoramiento en los que los amigos y todo el resto de la vida pasan a formar parte de la categoría: “Mariqueras sin importancia que siempre se pueden dejar para después”.
Pero me despierta hoy en la madrugada con una llamada que nos deja a todos con el corazón encaramado en el esófago.
- Necesito hablar contigo. No le digas nada a nadie, ni siquiera a tu esposa. Nos vemos en media hora en el bar de la esquina de tu casa.
Me pongo cualquier cosa, en medio del apuro pienso que la combinación de bermudas con medias deportivas blancas y zapatos mocasines no queda del todo mal. Me retracto apenas piso la calle, pero ya es tarde. Dejo a los míos aún más preocupados gracias a mi torpeza para inventar excusas: “Es que voy a comprar cigarros que va a haber escasez”. Como si no supieran que dejé de fumar desde el infarto.
Encuentro al Marciano apostado en la barra, sudando, viendo a los lados, consumido por la paranoia.
- ¡Te están persiguiendo, no! Ya comenzó la dictadura en esta mierda –grito descontrolado desde el otro extremo de la barra.
- ¡Claro que no, pedazo de loco, tómate una birra, cálmate y cállate para que me puedas oír! –dice el Marciano unos 20 decibles más alto que yo.
Pido dos cervezas, las dos para mí. La primera me la bebo de un sorbo, fondo blanco; cuando comienzo a paladear la segunda rompo el silencio
- Entonces… Marciano de mierda… ¿qué coño es lo que te pasa?
- La mujer de la cola. La que te comenté en el mensajito. Le vi la cédula. En ese instante percibí que algo andaba mal. Y ese algo ha ido creciendo. Y ya no quiero saber de ella. Me está volviendo loco. Me llama, me busca, me escribe. Yo no quiero nada con esa loca.
- ¿Le viste la cédula?
- Sí. Se le cayó justo en ese momento en el que por fin logras decir algo que la pone a ella más nerviosa que a ti. Hice un avance, me jugué una carta y ella mordió. Se puso nerviosita y como estábamos a punto de votar se le resbaló la cédula de la mano. Yo de galán me agaché para recogérsela y entonces la vi. Le vi la cédula y me cagué, loco.
- ¿Es una vieja de 90 años pero parece de 20, no?- me apresuro a concluir.
- No, mucho peor. Es hermosa –le brillan los ojos al marciano como a quien está a punto de develar un misterio antiguo- Pero en la foto de la cédula es aún más bonita que en la realidad. Es como si fuera la foto de una modelo, es una vaina que deja a Scarlett Johansson como si fuera un moco. A Nohely Arteaga como un bagre. La tipa es una belleza… pero en la foto de la cédula está todavía mejor.
- ¡Pero bueno, Marciano, tú me llamas de madrugada a mi casa y me haces venir hasta aquí para decirme esta mariquera! Yo juraba que te había pasado una vaina grave, chico.
- No, ese día todo fue sublime. Votamos, la esperé y luego la acompañé hasta la puerta de su edificio. Y nos besamos, güevón, nos besamos como dos adolescentes. Los besos más ricos que me he dado en mi vida, como si esa boca fuera de una frutita que a alguien se le olvidó rescatar cuando nos botaron del paraíso.
- Pana, de verdad que estoy a punto de irme a mi cama. Anda a joderle la paciencia a otro pendejo… - apuro la cerveza y me levanto.
- No, espera. Mira este mensajito que me mandó la tipa esa misma noche –se saca el celular, presiona las teclas, me muestra la pantalla pero también me lee en voz alta- “Aquí estoy en mi cama que hoy se me hace enorme. Me gustaron esos besos de tus labios dulces, quiero otra probadita”.
- Marciano esa mujer es una prodigio, es lo máximo, tú no te mereces que se fije en ti, y sin embargo se fija ¿entonces cuál es tu problema? –intento disimular mi impaciencia.
- La foto de la cédula.
- ¿La foto de la cédula?
- Sí. Porque tú sabes que esa máquinas que toman la foto de la cédula toman las peores fotos posibles. Es como si tuvieran un alterador de partículas. Es una mierda que en la NASA la deben estar tratando de imitar. Apenas esa vaina hace clic las moléculas de tu cara se desordenan, se rebelan, es como si dijeran “¡En forma de cualquier cosa!” o “¡En forma de la versión más horrible de esta persona!” Y por eso es que todo el mundo sale así de fatal en la foto de la cédula. Porque las partículas de todo mortal hacen su mejor intento por hacerle peor. Es una reacción natural.
- Ah, coño, eso es verdad.
- Claro que es verdad, pana, por eso es que esta tipa es un caso extraño. Ella sale en la cédula aún más buena que en la vida real. ¿Tú conoces a alguien así? ¿Dime tú quién puede andar con alguien así?
- No, es que está claro, clarísimo.
- ¿Qué cosa tienes tan clarísima?
- Que algo muy raro pasa con esa mujer. Esto no pinta nada bien. No te vuelvas a juntar con esa loca.
- ¿Y habrá que avisarle a la gente?
- Claro, hay que regar la voz entre los amigos. Hay mucho incauto buscando pareja sin verle jamás la cédula.
De regreso a casa, bajo la luz mortecina de un farolito saco la billetera y extraigo con dedos temblorosos la cédula. Respiro aliviado. Gracias a Dios, me cuesta reconocer a ese carajo espantoso que sale en la foto. Casi ni soy yo.
14 comentarios:
jajajaja, literalmente se le cayó la cédula. Yo he escrito posts de cédulas, justamente con ese trauma de identidad. Me encantó tu forma de escribir, muy fresca, saludos!
Chamo, sale bonita en la foto, porque se la tomaron con la misma cámara que le toman las fotos al mismísimo. Esa cámara, como ya sabemos es un prodigio, porque hace que se vea menos gordo, y la verruga menos caníbal. Así que esa mujer debe tener contacto con altas esferas gubernamentales, y seguro, segurito, debe ser una furibunda.
Excelente historia. Esa cédula debe ser falsa y retocada con photoshop, no puede salir bin con la cámara "fotomatón" que usa la Onidex.
Buenísimo; muy fino humor.Imagino a "alguién" vestido a esa hora y en ese sitio con bermudaz, medias deportivas y zapatos mocasines, en compañía de un amigo como "Marciano" en verdad provocaría reirse a carcajadas (no es falta de respeto), sólo que ni en una emergencia se justificaría...(lo digo por los mocasines) se vería comiquísimo vale. ¿y con medias blancas?. Te falto una franelilla. ¿no irías en camisa estampada a cuadros y manga larga?.¡ja,ja!. Gran saludo.
que vaina tan buena!
no me puedo comer mis corn flakes mientras te leo porque se me salen por la nariz...
Que bueno que te resultó algo largo,pues no he parado de reir, y mira que eso es bueno para la salud, asi dicen los galenos.Felicitaciones, me ncanta cuando nos alegras la vida.
Jaja!!muy bueno, creo que Marciano por eso de estar recien llegado al país, no sabe que aquí, las mujeres sufrimos varias y severas transformaciones con eso del botox y las cirugias plásticas, además si esa mujer pertenece al "poceso"de seguro no una cédula tendría, si no, miles con diferentes rostros...Una cuaimita pués con sus cambios de piel.
jajaja buenísimo. mmu
Eres un terrorista psicológico (jeje) ¿Acaso aprendes del mandamás?
Te leo y me parece estar de vuelta. Interesante forma de narrar. Me tendrás por estos lares más a menudo.
Dios... Urriola eres buenisimo....
Dime por favor que no es una historia de la vida real.
Casi me hago pipi leyendote. A cosa pa buena¡
Pana que buena casualidad me trajo hasta tu blog. Estoy asfixiada de tanto reir.
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