lunes, 11 de noviembre de 2013

A este problema le faltan datos.



Aquel problema sobre el pizarrón decía algo así como: “Pedrito compra en la tienda una cantidad X de manzanas. De camino a su casa tropieza y se le caen un tercio del total de las manzanas. En el semáforo Pedro se come 2 que son exactamente el mínimo común múltiplo de la mitad de las manzanas que tenía inicialmente. Antes de entrar a su casa, Pedrito regala 3 manzanas a su vecina… ¿con cuántas manzanas se quedó finalmente Pedrito?”.

Y la maestra decía: “Tienen 15 minutos para resolverlo. Pueden comenzar”. Y yo pensaba: “Coño, ¿comenzar?, ¿comenzar más o menos a qué?”, al tiempo que, atónito, veía a mis compañeritos sacar lápices de colores, borras, sacapuntas, compases y transportadores (un transportador para calcular cuántas manzanas se iba a comer el pendejo de Pedrito, échale bolas) y ponerse todos –todos menos yo- a resolver con bríos lo de las manzanas de Pedro. Y yo me quedaba mirando al espacio en blanco destinado a la resolución del problema, esa cosa blancoradioactiva regañándome desde la hoja, mientras pensaba que hacía rato que no me comía una manzana, que el presidente había prohibido su importación y que las que vendían traídas de Mérida eran como piedras pero con aroma de manzana; además mínimas, duras, ¿eso no eran como guayabas más bien?, es que eran una vaina que daban tanta tristeza como dentera. ¿Y por qué coño Pedro compraba manzanas en vez de mangos o lechosas que sí era lo que se conseguía en el mercado? Claro, porque el cabrón de Pedrito vivía en un mundo alterno, un lugar fantástico; yo quería vivir en ese planeta paralelo de Pedro donde se iba a pie uno solo a comprar frutas, se te caían la mitad y te sabía a bola y luego te parabas en el semáforo a comerte dos y hasta te sobraban 3 para  quedarte hablando con la vecina (coño, la vecina seguro era una princesa). No joda, vente para acá, Pedrito de mierda, siéntate tú en este pupitre a resolver problemas de matemáticas…

Y cuando estaba en medio de estas importantes cavilaciones, alguien –oh, mi salvador, cuánto te lo agradecía– gritaba desde algún rincón de esa (j)aula de clases: “¡Maestra, a este problema le faltan datos!”. Marico, nos salvamos, mi infinita estupidez aritmética se sentía acompañada: “claro, no podías resolverlo porque le faltaban datos, con razón… y tú pensando que eras idiota, resulta que esta vaina no la solucionaba ni Einstein”.

La maestra entonces caía en pánico, revisaba lo que estaba escrito sobre el pizarrón, revisaba su cuaderno de apuntes, también el libro de matemáticas (que siempre de alguna manera era el de Baldor), los más inteligentes pasaban al frente a intentar solucionar el problema con la seño, yo insistía desde mi pupitre en la última fila en que era imposible, que de bolas que le faltaban datos (y, aunque nunca dijera el “de bolas”, en serio necesitaba que confesaran que le faltaban datos porque no era posible que yo fuera tan pero tan bruto). Al final sí le faltaban datos, Pedro había comprado inicialmente 20 manzanas, pero ya era tarde, sonaba el timbre, era la hora del recreo. Ojalá y te atragantes con las que sean que te quedaron, pajúo.

Fui creciendo y los problemas matemáticos fueron creciendo conmigo. En el bachillerato se sumaron los de física y los de administración, más tarde también los de lógica. Entonces comencé a librar por mí mismo como en el escondite; cuando ya la frustración era demasiado grande, justo cuando los números me pasaban cuentas y me estaban dando literalmente una coñaza, yo decidía gritar desde mi pupitre en la última fila: “Profe, a este problema le faltan datos”. Lanzaba esa bomba y me hacía el preocupado uno cinco minutos en resolver colectivamente en qué punto exacto el proyectil disparado desde el punto A alcanzaba en su parábola al tren que había viajaba a 120 m/s desde el punto B. Luego dejaba a todo el mundo en ese salón resolviendo eso -y lanzando teorías sobre si estaban todos los datos o no- mientras me iba sigilosamente de nuevo a mi guarida a pensar en qué hijos de la gran puta esos militares que le disparaban a una población civil que viajaba en tren. Pobre gente y también pobre tren… nosotros que ni tren tenemos. Cuando salga de aquí me voy a echar un viaje en tren.

Por cierto (frase que uno dice antes de soltar una barbaridad que no tiene nada que ver), al problema de lógica de si Dios siendo omnipotente es capaz de crear una roca tan grande que ni él mismo la pueda mover, la única respuesta posible es que Dios ya tiene suficientes problemas importantes como para ponerse a resolver semejante pendejada. Dejen a ese señor trabajar en paz.

En fin, lo que nunca sospeché es que “a este problema le faltan datos” fuera una frase que acabaría acompañándome tantísimo la vida entera. Mucho más allá de mi torpeza matemática, la frase me persigue en los más diversos ámbitos de la vida. Si uno se sincera es la única respuesta que aplica a millares de situaciones; es la más honesta, lo demás son meras hipótesis, especulaciones, mentiras que necesitamos creernos o hacer creer a los demás. A veces mejor o peor argumentados, pero acaban siendo disparates al fin y al cabo. Uno aventura cualquier otro tipo de respuesta distinta a “a este problema le faltan datos” y terminas desvelando toda tu torpeza, despejas todas las dudas con respecto a que no tienes la más mínima idea. Y mientras haces maromas lingüísticos en el aire vas oyéndote desde afuera y mirándote a ti mismo con cara de “qué bolas tienes tú de tratar de explicar lo que no tiene ninguna explicación”.

¿Qué significa realmente la guerra económica contra la burguesía parasitaria? Que le dan permiso a la gente para saquear en sana paz y… bueno, la verdad es que no tengo idea, a ese problema le faltan datos.

¿Mira, y cómo ven en tu familia, con tu suegro que es sirio, la situación por allá? Bueno, él dice que realmente… un carajo, panita, es una situación extraordinariamente compleja, no tenemos los datos como para sacar ninguna conclusión.

¿Y por qué Maduro llegó a donde llegó? Bueno, porque Chávez antes de morirse pidió que su heredero… mira, la verdad es que a ese problema le faltan datos.

Joder, tan felices que se veían... ¿qué les pasó? Tengo entendido que ella ya no quería... mira, panita, la verdad es que tendrás que preguntarles a ellos, a mí me hacen falta datos. 

¿Cuál es la salida que le ves a la situación en tu país? Pues yo pienso que lo mejor y más viable sería… mira, bróder, vamos a hablar claro: no tengo idea, a ese problema le faltan todos los datos.

Y mientras piensas y dices, una vez más, cada vez con mayor frecuencia (y también con mayor desvergüenza y convicción) “a este problema le faltan datos”, se te viene a la mente Pedrito en su mundo paralelo lleno de manzanas, en que seguro que acabó juntándose con la vecina y que a lo mejor les iba bien y eran felices y tuvieron cachorros y seguro viajaban en aquel tren ese día. Y que, coño de la madre, ojalá Dios por justicia divina agarre esa piedra enorme que ni él puede con ella y aplaste a todos los hijos de puta que disparan proyectiles en este mundo y en todos los demás.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me llamaron mucho la atención, tus palabras:"a ese problema le faltan todos los datos"....
Excelente análisis sobre la situación venezolana ,con la gracia y precisión características de mi amigo Urriola, Augusto Herrera

taty dijo...

Hace tiempo que no he leído algo tan venezolano, tanto en el fondo como en la forma.

La tragicomedia es auténtica, la verdad que todavía no decido si echarme a reír o llorar.

Saludos.

Anónimo dijo...

La prosa sabrosa de Urriola, qué maravilla!

Jose Urriola dijo...

Gracias Augusto, Taty y Anónimo por sus comentarios. Esta realidad es tan dura, tan contundente, tan despiadada, que cuesta un montón encontrar el tono adecuado para intentar contarla.
Un abrazo grande.

Anónimo dijo...

tenia tiempo que no me reia tanto, y a mi me pasaba lo mismo con la matematica. tqm Popiet

Jose Urriola dijo...

Gracias, hermana querida, qué contento me pone verte por aquí y saber que te reíste con esas cosas que escribo. Te quiero,
Jose

Zhandra Zuleta dijo...

La verdad es que esta realidad para cuya explicación nos faltan todos los datos, tiene la peculiaridad de volvernos completamente viscerales. Me encantó tu frase final donde mandas al carajo a todos los que envían misiles a los trenes, pero entonces me imaginé ese tren lleno de gente que saquea y... bueno, pana, tú me entiendes, ¿no? Pfff...

Slds,

Zz.-

Nelly dijo...

Wow! Acabo de descubrirte y que sabroso es! Me encanta tu estilo! Y comparto tu optica! Te visitare a menudo!
Saludos desde Canada!