jueves, 11 de diciembre de 2014

Altibajos de lector


     - Leer está de moda. Y ser lector, en vez de ser el oficio placentero y hacia adentro de siempre, se ha convertido en una especie de título honorífico, una medalla del buen guerrero de la cultura, un distintivo para ufanarse y exhibirse. Ten cuidado, leer está bien (si de verdad a uno le gusta leer) pero autoproclamarse como grandísimo lector, un voraz e insigne consumidor de autores y títulos a tiempo completo, te puede convertir en una especie de Gollum de la lectura. Un tipo insoportable que convierte a la lectura en algo también muy antipático.

     - Hay  “Lectores” (mayúscula y comillas adrede) que quieren convencer a la humanidad, vociferándolo a los cuatro vientos, que sus lecturas son una cadena fascinante e ininterrumpida de dichas y paroxismos literarios. Que pasan de una obra maestra a la siguiente dando saltos increíbles llenos de mortales y dobles tirabuzones para siempre caer parados y ganarse una puntuación perfecta de 10/10. Seamos honestos, tienen que estar mintiendo, es igual de absurdo que alguien que te quiere convencer de que solamente ha escuchado discos magistrales a lo largo de la década o ha visto puras películas dignas de ganarse la Palma de Oro. Algo muy raro, preocupante y sospechoso está pasando con el criterio de esa persona.

   - Hay libros que se leen de una sentada y otros que ameritan semanas o meses de asimilación. No significa que los primeros sean mejores que los segundos ni que los segundos tengan necesariamente mayor calidad. Pasa como con la gastronomía: hay platillos que se comen de un bocado y otros que exigen horas de masticación y digestión. Pero seamos francos: un libro que no avanza, que se pierde o estanca en el océano de la adjetivación, que trata de narrarlo todo –valga la contradicción– a punta de metáforas y florituras líricas (mira qué buen escritor soy y lo pirotécnico que me pongo para abrumarte con mi sabiduría y mi talento, pequeño lector) corre mayor –y lógico– riesgo de ser abandonado. Uno de los grandes derechos del buen lector es saber asumir sin remordimientos: me aburrí, lo lamento pero me abro, hay millares de obras fabulosas que no he leído y no sé si tenga tiempo en esta vida para leerlas como para inmolarme en esta lectura que no me está diciendo ni significando absolutamente nada.

     -  Quizás la gran pregunta que nos deberíamos hacer para intentar saber porqué un libro nos cautiva o nos ahuyenta sería: ¿si esto fuera música a qué sonaría? Así que no se sienta culpable ni se convierta en un miembro más del rebaño abúlico por la presión social o por las directrices dictadas por los Gollums de la lectura: si a usted no le gustan los Beatles no tiene porqué estar leyéndose hasta el punto final centenares de páginas de una cosa que suena a los Beatles. (Sustituya a los Beatles por cualquier banda o tendencia musical que adore/deteste y comprenderá perfectamente de qué hablamos).

     - Hay algunos libros y/o autores con los que el lector se comunica de una manera especial y sumamente significativa. Se sella durante la lectura una alianza especialmente poderosa. Y uno se ríe, se angustia, se fascina, se conmueve o se indigna por culpa de esa gente que se le ha hecho tan presente. Cuando a uno se le acaba el libro siente que se está despidiendo de alguien importante, alguien a quien vas a echar de menos un montón. Esa curiosa saudade que a veces irrumpe en la realidad desde la ficción, qué cosa extraña y prodigiosa. Hay que insistir: esto pasa a veces, pocas veces, muy de vez en cuando, y uno sabe cuáles son esos libros y los recuerda como quien se acuerda de un gran amor. Quien pretenda convencerlo de que esta conexión le sucede a menudo y con todos los libros “fabulosos” que pasan por sus manos en un flujo continuo es más bien alguien digno de sospecha o compasión.


     - Una amiga escritora fue a su cita con una guía espiritual muy sabia y elevada. Le contó sobre sus proyectos de ficción, las historias que estaba creando, los personajes que iba construyendo. La guía acabó de escucharla y le dijo: “Ten cuidado, todas esas personas y situaciones que estás inventando existen, no necesariamente en esta realidad, pero claro que existen porque tú les estás dando vida. Así que cuídalas y cuídate”. Luego de escuchar esa anécdota es imposible pensar que a los personajes leídos -los entrañables, esos de quienes cuesta un montón despedirse y se extrañan tan profundamente ante la inminencia del punto y final- también existen, son presencias que hemos ayudado a crear. Y ahora qué será de la vida de toda esa gente sin nosotros.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente tu trabajo. Me tranquiliza yo soy de los lectores que se avergüenzan cuando una obra de algún premio nóbel, no me atrapa.
Y hablando de libros, el último que lei y me atrapó a pesar de no ser un niño, es el de "Cuentos a patadas", ámpliamente recomendado , no lo sueltas, desde su portada hasta el punto final del relato. Felicitaciones al autor de ambos trabajos.
Augusto Herrera.

Anónimo dijo...

Magnífico Jose, toda la razón tus pensamientos, yo he leído en mi vida montones de libros desde niña, ahora hace un tiempo que no leo nada y ni me preocupa, escucho mucho más música que me templa y me llena, hasta que caiga algún libro en mis manos que me devuelva a esa pasión.

Abrazo

Jose Urriola dijo...

Queridos Augusto y calmA: Qué maravilla poder contar con sus lecturas y comentarios. Se los agradezco tanto, dan ganas de seguir adelante. Un abrazo muy fuerte para cada uno.

lucia kasac dijo...

Ah, pues no lo dejes, por favor. No sé ni cómo topé con tu blog, pero el caso es que un día lo encontré de este lado del Atlántico y me aboné.
Tus relatos son una de esas lecturas refrescantes, y es muy de agradecer tu generosidad al compartirlos.