martes, 22 de marzo de 2011

La era hipermamarracha


A Sergio Monsalve, cuyas críticas virtuales inspiraron este texto


Hace pocos días coincidieron en Venezuela dos acontecimientos que no deberían pasarnos desapercibidos a quienes nos duele la cultura de nuestro país. Por un lado salía de la jefatura del Ministerio de la Cultura el arquitecto Francisco “Farruco” Sesto (muy probablemente el más nefasto, mediocre e infeliz de todos los ministros de la cultura que haya tenido Venezuela en su historia) y por otro lado se daba la visita de la tristemente célebre Tigresa del Oriente (para beneplácito del grupúsculo de consumidores hipercool e hipertendenciosos de nuestra aporreada Caracas).

Ambos acontecimientos, aunque parecieran separados e inconexos, se me antojan metáforas patéticas de la misma serpiente que se muerde la cola.

Por un lado la deplorable gestión de Farruco Sesto nos deja un legado de mezquindad, persecución, nepotismo, corrupción y unicidad de pensamiento. La cultura (descultura o incultura, aplicarían mejor al caso) para Farruco es como su logo único que con dotes de dictador cultural le endosó a todos los organismos estatales vinculados con la cultura: cultura es una sola cosa, es lo que Farruco con su ideología trasnochada, lagañosa y engringolada entiende por tal. El resto de las manifestaciones culturales quedan entonces relegadas, lastimadas, perseguidas, condenadas al ostracismo. Farruco impuso a ritmo de aplanadora su canon personal y pretendió convertir a la cultura nacional en esa cosita lastimosa que es lo único que él entiende como arte. Una imbecilidad con ínfulas.

Por otro lado la Tigresa del Oriente (la pobre, ella es quien menos tiene la culpa) daba sus conciertos en el Teatro Bar, un espacio que se autoproclama como el recinto alternativo para la juventud caraqueña. Espectáculos que se dieron a casa llena con un público hipermoderno e hipertrendy cuya máxima motivación para pagar la entrada era burlarse de esa señora embutida en mallas y regodearse con la decadencia ajena (sin tener la mínima conciencia de que la estamos convirtiendo en propia). Ah, y muy importante: decir a los demás “yo estuve con la Tigresa”, como si esa fuera una medalla que coronara su épica gesta como soldado de la hipermodernidad.

La hipermamarrachada pues, ya sea por gestión cultural o por el poco criterio del consumidor de los bienes culturales, está de moda, más de moda que nunca.

Hace unos años un sujeto cuyo nombre no voy a mencionar (y no quisiera recordar tampoco) insistió en acuñar en la Caracas de los 90 un lema que rezaba: Chaborro es cool. Lo que pretende decir que lo mamarracho es por definición “in”, que el mal gusto per sé es chévere. La mamarrachada como medio y como fin, ni más ni menos. Me valgo de lo mamarracho porque mi obra y mi propuesta son una mamarrachada y eso me hace hipercool. E hipercool son todos los que me la compran, me la comparten y me la alaban.

Existe un concepto que quiero proponer que es el de la mamarrachada sublime. Y si bien en apariencia se asemeja al chaborro es cool, se encuentra en las antípodas de semejante adefesio. Ser mamarracho sublime es extraordinariamente difícil, sus abanderados son miembros de una raza fascinante y entrañable donde podríamos meter a los Monty Python, a escritores como John Fante o Groucho Marx, a cineastas como Michel Gondry, Charlie Kaufman, Harmony Korine, Alex de la Igleisa o Spike Jonze (quizás también al mismo Quentin Tarantino pero no a Robert Rodríguez), también a músicos como Kevin Johansen, Tom Waits o Devendra Banhart, así como a comediantes de los quilates de Cantinflas o el mismo Chaplin. Me atrevería a meter en este mismo saco, inclusive, al Cervantes de El Quijote, quien se me ocurre como el padre, el pionero y el primero de los Monty Python (no es casual el empeño quijotesco de Terry Gilliam en llevarlo al cine para estrellarse siempre con los más insólito molinos). Siempre he celebrado que la más grande de las obras escritas en nuestro idioma sea una comedia, una mamarrachada sublime entre las sublimes.

El común denominador de los mamarrachos sublimes es que parten de una idea delirante, poco ortodoxa, muchas veces patética, y trabajan a partir de esa materia incómoda para proponer una verdadera obra de arte. Su medio es la mamarrachada, ese es el traje con el que se visten, pero su fin no es otro que una verdadera propuesta personal, una mirada aguda, reflexiva, humorística y fascinante del mundo que subyace debajo del ropaje, algo que nos hace pensar “qué fácil, qué estupidez genial, es una cosa que yo mismo hubiera podido hacer” pero la verdad es que a uno no se le ocurre ni le sale nunca tan bien.

Mi problema no radica en esa espantosa herida abierta que nos ha dejado literalmente en las cabezas y el espíritu la gestión de Farruco Sesto, mi problema no está tampoco en que la gente decida gastarse su dinero y su tiempo en conciertos de la Tigresa del Oriente, a mí, en lo personal, lo que me preocupa es que se suela asumir que lo mamarracho (sin lo sublime) sea por antonomasia cool. Que nos acobijemos en la comodidad del “es lo que hay”. Me preocupa que quien no comparte el gusto por la hipermamarrachada y se atreve a levantar la mano para decir “esto es un bodrio y no está bien” es acusado de amargado o envidioso. Me preocupa que no haya criterios ni ganas de tenerlo para separar la paja del grano, para intentar hacer mamarrachadas sublimes y tener el suficiente buen gusto como para reconocerlas, cultivarlas y aplaudirlas. El resto de las mamarrachadas, las que se quedan encerradas en su propia mamarrachada sin más, pues tienen que ocupar su correspondiente espacio, el que les toca, uno pequeño a un costado, al lado de los chistecitos malos del montón y las obras de Farruco.

Me preocupa, en fin, que entre tanto afán por ser hipermodernos e hipercool (también hiperconformistas e hipermediocres) nos quedemos de brazos cruzados mientras la hipermamarrachada nos roba todos los espacios y toda capacidad de discernimiento.

Una cosa es mirar en Youtube los videos de la Tigresa del Oriente y reírse un rato de tanta decadencia y otra es organizarle conciertos, ir a verla y considerarse muy “in” por haberlo hecho mientras los que se niegan a dar ese paso (significativo) están “out”. De la misma manera que uno puede ver la gestión y obra de Farruco Sesto y decir “bueno, es una partecita de la cultura, es un fragmentito minúsculo del amplísimo espectro de la cultura (la gran mayoría del cual nos está invisible) que refleja un momento histórico por el que atravesamos” pero algo muy distinto es asumir (acatar, quizás sea más atinado) que esa gama de los rojos rojísimos es La Cultura.

La pregunta crucial que quisiera plantear es qué está haciendo cada uno de nosotros por cambiar ese panorama cultural o por intentar proponer otro. Las heridas culturales –ya lo sabemos- sanan y cicatrizan, pero tiene que haber un ejército de glóbulos blancos dando la batalla y una voluntad indoblegable del organismo por curarse.


16 comentarios:

Hans Graf dijo...

Pana, no podia ser de otra forma. Excelente lo que escribes. ¿Recuerdas Más allá de las Dunas?...¿Recuerdas las razones por las cuales nos sacaron de concurso VIART? ¿Acaso no comenzó ahi el transitar que nos puso en el camino la hipermamarrachada como algo cool?

Victima de un cliché más, sólo te puedo decir que la lucha continúa y como dicen los mexicanos en su promoción del Bicentenario al ritmo de Cielito Lindo...

Los buenos somos más...

todavia y por muy corto tiempo, agregaria yo.

Julieta Buitrago dijo...

¡Dios! No sabía de la existencia de esta… ¿quimera?
Es tan fuerte que hace ver a Lila Morillo como una Jackie Kennedy vestida de Chanel… En cuanto a qué puedo hacer para cambiar esto… pues, no sé… por lo pronto sentarme a llorar!

María Antonieta Arnal Parada dijo...

Muy bueno. Por mi parte, estoy evangelizando y tratando de dar testimonio de vida, porque para poder acabar con toda la mediocridad hay que educar, formar la conciencia.

Lena yau dijo...

Lo dicho:

Implacable.

Impecable.

Gracias, José.

Leerte siempre revitaliza.

Tus letras ponen las cosas en su sitio.

Airam Liscano dijo...

"Mamarrachada sublime".

Maravillosa descripción de la extraña necesidad de sentirse "cool" a partir de lo mamarracho, que no es "cool". es casi insultante.

Excelente blog.

Sublime (no mamarracho)

Anónimo dijo...

Es un serio análisis, crítico y muy fino de nuestro retroceso . Menos mal que ya tu eres uno de esos glóbulos blancos que se resiste y lucha contra la "mamarrachada cultural" a través de estos escritos , los cuales nos hacen reflexionar.

Omar dijo...

Hola José, mi nombre es Omar. He sido seguidor de tus escritos desde hace mucho tiempo, de hecho, creo que tu blog es el único que he leído de cabo a rabo. Tus historias son increíblemente disfrutables. Algunos de tus cuentos como el de aquel tucán con el morocho de uva, se grabaron en mi mente. Cada vez que publicas algo nuevo, es como cuando esperas la llegada de un tío o un hermano mayor que tienes años sin ver y cuando llega, te sientas por horas a escuchar sus historias. Además, la forma en la que hablas de tu viejo, me ha hecho apreciar más al mío. Hoy cuando leo “La Era Hipermamarracha”, me hizo comentarte por primera vez. Me encantó el artículo, sobretodo el término “mamarracho sublime” (en específico la referencia a mis adorados Monty Python), no podría estar más de acuerdo contigo. Ahora bien, la razón por la cual te escribo es porque recién me aventuré con unos amigos a lanzar una revista digital, llamada Volumen http://revistavolumen.blogspot.com/ y me encantaría utilizar esta entrada de tu blog como un artículo. Se ajusta como anillo al dedo al contenido que intentamos usar, además sería un privilegio contar tu bendición para nuestro pequeño proyecto. Me encantaría tener una respuesta pronto, envíame un correo a omarrmolinafereira@gmail.com

P.D: perdónanos por bailar sobre arquitectura.

the goddamn devil dijo...

de verdad yo leo esto y me da como un fresquito, como un lleno de corazon, porque de pana yo creia que estaba solo en esa vaina de creer, que el problema no es el mamarrachismo, sino agarrarlo como bandera para creerse el mas cool y el mas arrecho, o sea ser mas que los demas pues...
porque ese es el denominador comun en estos ultimos tiempos, agarrar la mamarrachada y tomarla como bandera, si fuera como los mamarrachos sublimes no habria lio, pero lo hacen como los mamarrachos pateticos al cuadrado, cosa que me preocupa, por se parte de ese cheverismo venezolano que tanto odio y que nos intentan meter a la fuerza como autoctono...
si, este articulo sencillamente es sublime...
gracia mister Jose, ya lo voy a compartir, porque estas cosas hay que multiplicarlas...

John Manuel Silva dijo...

Creo que son varias cosas. Por una parte, hay un conformismo pasmoso en la gente. Como hay pocas iniciativas, la gente suele volverse poco exigente y acepta lo que hay. Además, para exculparlos un poco, tampoco es que sea un ambiente propicio para emprendedores.

Explico: yo no creo que estemos en el mejor de los momentos para llevar adelante iniciativas de ningún tipo. Los pocos que se atreven acaban jodidos. Mira el caso de la Fundación para la Cultura Urbana, por sólo citar un ejemplo. Por esos miles están yéndose del país, y los que se quedan, terminan por hacer una modesta resistencia, o se conforman.

Es triste. No me gusta. Pero es así.

Tengo muchos amigos en el área del cine, y allí la situación es dramática, muchos dicen: ¿Qué hago? Porque las opciones son, trabajar para las mamarrachadas de La Villa del Cine, o irse a pastar en la publicidad. No hay espacio para el cine independiente, unos no quieren invertir, otros tienen miedo de hacer cine crítico y terminar perseguidos, o simplemente, como señalas, condenados al ostracismo.

Creo que el logro del gobierno es ese: impedir cualquier iniciativa distinta a la suya, hacer que el ambiente sea tan insoportable, que al final, la mediocridad sea lo único que subsista.

Es un tema complicado y difícil de juzgar.

Los que se quedan sin aceptar el (o vivir del) stalinismo del estado y se desarrollan en el ámbito privado, sin necesidad de convertirse en unos cretinos, son unos verdaderos valientes, los respeto y admiro. Tú entre ellos, por cierto.

Yo veo lo ocurrido con la Tigresa como un síntoma, el reflejo desesperado de cierto sector de la clase media-alta que perdió todos los referentes y que encuentra en esas cosas (todo el fenómeno hipster wannabe hiperconsumista, que convive con el empobrecimiento de la mayoría y la depauperación de todas las instituciones del país) una perversa forma de sobrevivir. La mayoría de ellos, sólo están reaccionando ante una realidad que no entienden, por eso malasimilan y malinterpretan una cultura que en realidad no les pertenece. Es una extraña y pérfida forma de sobrevivencia.

No sé como explicarlo mejor.

Disculpa lo largo.

Un abrazo y felicitaciones, este es de los mejores posts de este blog (lo cual es decir mucho con un blog cuyos artículos son extraordinarios).

AwGz dijo...

Me he estado planteando la misma pregunta desde que varios de mis compañeros del salón se empeñan en cultivar la hipermamarrachada (nunca mejor acuñado, si se me permite). Es sencillamente incomprensible cómo el culto por lo feo, lo tacky, lo chaborro se ha vuelto cada vez más fuerte y recurrente.

Apoyo totalmente su racionamiento sobre el tema, porque no me hace quedar como el único loco que jamás pagaría por ver un show que sencillamente puedo ver por internet, reírme y ya.

Hoy, luego de leer este post gracias a la mención que le hizo el profe Valdivieso por twitter, lamento más que nunca el que no haya podido ser profesor nuestro en cualquier nivel de la carrera.

De igual manera, me sumo a las filas de seguidores y admiradores desde la banca.

De nuevo, excelente planteamiento.

Anónimo dijo...

Es premeditado, es parte de la deshumanización que lleva a la homologación. Sin voluntad no hay glóbulos blancos que aguanten. Tanto di cappello, Urriola.

El Público dijo...

mmmmmmmmmmmmm....
ay! no sé dónde nos metimos josé, lo digo así porque no puedo estar más en desacuerdo con todas las apreciaciones que se han hecho.

Por favor, entiendase, no pongo en duda la reflexión que haces, sino el enfoque que le das. Menos aúun pienso que este post esté mal escrito, más bien lo contrario (no te leo por las mismas razones que me gustan los picantes o wendy sulca).
Tampoco pongo en duda el patetísmo de la tigresa, de delfín, del wendy sulca, de hiroito y tanto otros próceres latimoamericanos que han llevado la cultura de ese subcontinente hasta el tuétano de otras latitudes. Tampoco pongo en duda la denigración en la que son capaces de caer solo por fama o dinero -es cosa de ver Sábado Gigante o sábado sensacional-.
Sin embargo, hay una gran masa popular que, por una u otra razón gusta de estos especímenes, por ende es la expresión de su cultura. Son algo así como los amantes de Ed Wood en la época de Ed Wood, los que luego darán paso a celestinas, gargantúas y pantagrueles, lazarillos, picarescas, quijotes a Macedonio Fernández o a un José Urriola. Eso es parte de lo que somos los latinoamericanos, todos con una gran compañía bananera en el corazón, que a veces se nos sale y se transforma en patetismo: tenemos a Chávez y a Piñera; tenemos a Menem y a Abdalá Bucarám; A cardoso y a Alán García... A FUJIMORI... y eso en los últimos 25 años!!!! jajajajajaja, en realidad esos me dan más pena, vergüenza y miedo, la tigresa y compañía me parece como esas putas de pueblo chico, las denostan siempre, pero son necesarias y a todos atraen, son parte de la cultura del pueblo y en vez de rescatar lo que ellas representan, difrutarlas mientras están y bañarse del patetísmo humano, tanto como del amor o del dolor, es lo que creo, hay que hacer, por youtube o en vivo. Mal que bien de esto mismo es el caldo del cultivo para la ironía y la sátira, el caldo de culivo de algún futuro Bukowsky, por ejemplo.
Sé que suena cursi el final, pero que se le va a hacer, dentro de este "corazón de piedra" como cantaría Daniela Romo, late un cursi corazón.

Un saludo Cordial

Adriana dijo...

concuerdo con Lena, genial tu entrada, más preciso imposible, y además delicioso, como siempre

www.joaquinortegascripts.blogspot.com dijo...

grande bro!

Roberto Echeto dijo...

Bróder, es muy cierto lo que dices.

La frivolidad de espíritu, el modo hipertrendy, el culto a la coolidad y el efecto barcelona sobre el que hemos discutido en otras ocasiones, producen Farrucos.

O producen esa pudrición mental que impide luchar contra los Farrucos que en este país los hay por toneladas.

Un gran gran abrazo.

El Buruso dijo...

¿No fue José Ignacio Cabrujas un verdadero maestro del mamarracho sublime? Tal vez el dramaturgo ojeroso y de voz carrasposa habría concebido una tragicomedia con la Tigresa, el Farruco y los Hypertrendykids que, en su giro más espeluznante, nos descubriera, en calidad de público, como productores y patrocinadores indirectos de sus maniobras sociochaborras. Tal vez esa pieza ya es, Acto Cultural. En todo caso, a esos esperpentos y mezquindades culturales, paradójicamente y sin saberlo, algunos nos sumamos en nuestro intento por deslindarnos de ellas a través del lenguaje. Máquinas para producir sentencias morales desechables. Damnificados estéticos. Hay blogs que, como buenas bitácoras de balseros, son metáforas del "por ahora" totalitario en el que viven los Farrucos. Otros más bien, traman estelas de alguna alternativa menos infame. Si Cabrujas estuviera vivo, yo no sé qué diría su blog. A lo mejor diría que Cabrujas en sus ratos libres era un estúpido. Tu blog, por ejemplo, habla muy bien de ti, o al menos, eso es lo que parece.