miércoles, 29 de agosto de 2012

La fuente de todas las cosas



La noticia ha dado vuelta al mundo y ha sido recibida con una mezcla de asombro, escándalo y carcajada: Doña Cecilia Giménez, una octogenaria de la localidad zaragozana de Borja, se ha tomado la licencia de retocar -de muy buena fe pero también con el trazo de un niño de 4 años- una pintura mural de un siglo de antigüedad, el Ecce Homo, cuya autoría se le adjudica al artista español Elías García Martínez. La señora, armada de pinceles y pinturas al óleo, preocupada por los efectos del tiempo que deterioraban la obra digna de toda su veneración, comenzó por intervenir la túnica de la figura sacra, luego siguió con el rostro y el cabello hasta que, presa del arrepentimiento, consideró que se le había pasado un poco la mano y fue a denunciarse a sí misma ante las autoridades del ayuntamiento.

Dejamos congelada la imagen en el momento en que Doña Cecilia, con las manos aún llenas de pintura fresca, da a conocer su obra. En este punto hacemos un flashback trepidante y nos trasladamos más al norte para continuar la película en Escocia hace exactamente diez años atrás.  Y aquí nos encontramos con los hermanos Michael Sandison y Marcus Eion, quienes conforman el maravilloso y críptico dúo Boards of Canada, y están metidos -con todos sus aparatos de registro sonoro- en el preescolar de una escuela escocesa. Simplemente están allí para grabar a los niños al momento de formularles la más fácil de las preguntas, pero también la de más difícil respuesta: ¿Quién es Dios?

La pieza que compondrán a partir de esas entrevistas llevará el peculiar título de From One Source All Things Depend (De una sola fuente dependen todas las cosas) y consistirá simplemente en un paisaje sonoro donde escuchamos las respuestas de los pequeños sobrepuestas a un fondo musical que asemeja el órgano de una iglesia ubicada, tal vez, en una estación espacial. El resultado: dos minutos de magia de una cosa que si bien es música difícilmente podríamos calificar de canción.

Dos tipos de respuestas oímos entonces en voz de los críos: la respuesta “educada” (la ritualizada, la “correcta”, un compendio de oraciones aprendidas que son “la forma adecuada para dirigirse a Dios”) y una segunda categoría de respuestas más auténticas y personales, aquellas que con toda honestidad e ingenuidad confiesan “yo veo al pana así”.

Transcribo algunos de los testimoniales infantiles que se pueden escuchar en From One Source All Things Depend: “El señor es mi pastor y nada me falta, en verdes praderas me hace reposar…”. “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…”. “Y ahora Señor que me voy a dormir, te pido por favor que cuides de mí”. “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…”. Pero hacia la segunda mitad del tema las frases de los niños cambian: “¿Quién es Dios? Pues Dios es una persona invisible que cuida de nosotros desde el cielo”. “Dios es alguien que controla el mundo… es algo así como un espíritu o una cosa que viene del espacio exterior”. “Dios es el que se encarga de hacer que las plantas crezcan y de crear a la gente”. “Yo creo que Dios es un tipo bastante grande y gordo”. “Es alguien que puede ver todo lo que hacemos, lo que sea que hagamos, incluso las cosas malas. Debe tener cientos, miles, hasta millones de ojos y así siempre sabe si hemos sido malos”. “¡Y podría estar sentado ahora mismo en esta mesa pero no lo podemos ver!”. “Es el que se encarga de que no hagamos el mal, porque si lo hiciéramos entonces no haría más electricidad ni a más gente”. “No creo, Dios no es así de terrible, para mí es un tipo bueno”. “Mucha gente cree que Dios es simplemente un sentimiento pero para mí es una persona real”. “Pues yo no creo que Dios sea una persona porque está en el cielo y nos vigila ahora mismo”.


Regresamos por medio de un flashforward al presente y nos reencontramos con la polémica obra retocada por la señora Cecilia, la cual perfectamente podemos catalogarla como el producto (subconsciente o acaso inconsciente) de una propuesta artística de intervención. Mientras tanto, en otras partes del mundo otros artistas de intervención, más o menos conscientes de sus propuestas, están colocando la gorra tricolor –la misma cuyo uso ha sido vetado, en un alarde descarado de injusticia y estupidez, por el Consejo Nacional Electoral al candidato Henrique Capriles Radonsky- sobre las cabezas de estatuas de próceres y demás personajes célebres de la historia a lo largo y ancho del territorio venezolano. Y también mientras tanto otros están, en medio de la madrugada, llenando hasta el techo de papel higiénico las cabinas telefónicas o están utilizando las puertas de los edificios como bocas enormes de un grafiti que representa el rostro de un gigante que grita. Otros, en otra parte, dibujan sobre el suelo la silueta que proyecta un hidrante al ser iluminado por los faros de alumbrado público o bien el contorno de un cuerpo sin vida que fue hallado allí en ese pedazo de la acera. Algunos aseguran que los encargados de borrar las pintadas sobre las paredes de las calles de la ciudad sin darse cuenta son herederos de Rothko y Malevich (el arte subconsciente de la remoción de grafitis lo llama un documental).

Más allá de la intención, de la consciencia o absoluta ignorancia de los perpetradores, todas estas manifestaciones son arte de intervención.

Doña Cecilia también es artista de intervención. No me cabe duda. Ella (al igual que los niños entrevistados por los hermanos de Boards of Canada) está abordando lo sacro, lo respetable, lo que es digno de veneración rigurosamente controlada, de una manera no ritualizada. Se comporta como un niño que con toda autenticidad se apodera de esos espacios, los aprehende y decide otorgarles un toque personal. Ya mañana nos asombraremos, nos escandalizaremos o nos reiremos al toparnos con una realidad trastocada por sus licencias.

Me gusta imaginar, dentro de algunos años, cuando finalmente pase lo que tenga que pasar, a investigadores e historiadores del futuro buscando el origen de todas las cosas. Armando a punta de retazos las causas y consecuencias del porqué hemos venido a parar justo aquí. Ojalá se encuentren con la pintura intervenida por la señora Cecilia (cosa curiosa, eso que hizo acabó pareciéndose un montón a un retrato de Cornelius o Zira, los buenos chimpancés científicos de El planeta de los simios) y también espero que se topen con estas versiones de Dios de los niños de la pieza musical de Boards of Canada. Será una oportunidad dorada para volver a edificar al mundo -y reconstruirnos en él- a partir de Otras fuentes de las que dependen todas las cosas.

3 comentarios:

John Manuel dijo...

http://www.ceciliaprize.com/

Deyanira Díaz dijo...

Qué maravilla de texto Urriola. Lo primero que pensé al leerlo fue, que además de exponer lo que significa el arte intervencionista y alguna de sus manifestaciones, está presente el elemento religioso, que es explícito en Cecilia y los genios que usaron las voces de los niños, pero también en las propuestas de Rothko y Malevitch pues se derivan de la búsqueda de Dios, de la pureza. (por cierto, el nombre de Malevitch está mal escrito en la red, soy amante del arte y tengo el libro "El nuevo realismo plástico" que escribió Malevitch, y cuya traducción al español estuvo a cargo de Antonio Rodríguez en 1975). Creo que hay mucho de arte intervencionista en los textos de literatura contemporánea también, ese re-descubrir y re-inventar es algo muy divertido no solo con colores, materiales y sonidos, sino también con las palabras. Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Cómo disfruto la lectura de este blog!,gracias y felicitaciones. Ahora a esperar el próximo, ya es un reflejo condicionado llegar en su búsqueda,ja,ja