martes, 19 de septiembre de 2006

Experimento y video (Episodio IV: The End, my friends)


Las últimas dos reglas del fulano Experimento decían:

9) El Estado se reserva los derechos de explotación y difusión de las imágenes, sean en vivo o diferidas, de manera parcial o total.

10) El consumo de la obra podrá ser decretado como obligatorio y deberá ser acompañado de una dosis de 600mg de Soma XS inhalable para garantizar su máximo disfrute. (Los precios del combo serán anunciados y modificados a juicio de la autoridad).

Y pasó entonces lo que tenía que pasar. Lo que siempre pasa en el cine y en la realidad, que el régimen cayó. Por justicia divina, por pura suerte, por rebeliones justificadas o absurdas. Cayó porque sí, porque la naturaleza de las dictaduras es caer. Lo lindo es cómo cayó ésta.

Es que te la cuento y te enamoras, me pides matrimonio, que te done esperma, que te monte cachos pero no te deje.

Porque al principio éramos los tres: Cacho, Rita y yo. Y éramos tres sin nada que hacer, fumando marihuana todo el santo día, haciendo de hackers con la computadora, viendo pornos. Bueno, las pornos las veíamos al principio Cacho y yo; pero luego él me dijo que me relajara, que Rita era pana y que se las tripeaba. A mí me dio igual. A mí todo me da igual. Igual, ver una porno, fumar maría y hackear son cosas que se hacen igualito: echado en un sofá y con ganas de dormirte para no despertarte nunca más. Hasta que un día me ladillé de andar tan ladillados -porque de pana que ya estaba ladilla-, y entonces dije: “¿Panitas… y si tumbamos al gobierno?”. Y ellos respondieron: “ah bueno, sí, vamos a darle”.

Armamos el plan, que fue sencillo. Compramos por Internet con unos bonos de la deuda pública nacional unas microbombas K que las venden en el mercado negro malayo. Te las traen por contrabando hasta Nueva Guaira y allí las recibe un Guardia Nacional que te las libera por medio kilo de perico -que no tiene que ser cocaína de la mejor, ése se conforma con una mediocre. Igual ya no tiene ni tabique ese desgraciado de todo lo que se ha esnifado en el puerto-.

Las microbombas K de 10 megatones traen en la caja las instrucciones para implantar. A veces no necesitas ni cirugía. Sólo tienes que abrirte la carne con un exacto o una hojilla allí donde quieres meterla. La dejas caer, ella solita saca las patas, se acomoda en la herida y se ancla debajo de la epidermis. Luego solamente se frotan y ¡pum! Detonan con fricción.

Cacho se metió la suya en el huequito del glande. Rita hizo lo propio en la vagina. Yo me encargué de intervenir la computadora central del Experimento para que los escogidos fueran ellos, es decir, para que el resultado de la ecuación siempre diera a Rita como hembra alfa y a Cacho como su macho. Lo más difícil fue que se acostumbraran a orinar muy despacio y a no acabar jamás; porque bastaba un roce violento para volarlo todo a la mierda en un radio de 5 Km.

El día inaugural del Experimento, en la transmisión inicial de la temporada, convocaron a la plana mayor del régimen a verlo en vivo. Fue hasta el presidente que lo sentaron en un trono de terciopelo rojo sangre. Y todo el país estaba pendiente de sus telepantallas porque había mucha expectativa y se hablaba de una gran sorpresa preparada por los protagonistas para todos.

Cacho y Rita se dieron durísimo. Loco, yo todavía me acuerdo y me emociono -se me paran los pelitos, mira-. Era tal cual como ver una porno en la tele pero con gente que uno conoce bien. Y cuando llegaron fue una cosa absoluta, el orgasmo fue explosivo. Fue un orgasmo real, total, contagioso, con fuegos pirotécnicos pero que no fueron artificiales. Volaron ellos. Volaron todos. No quedó ni rastro en varias manzanas a la redonda.

Y la gente entendió que la Rebelión tenía sentido ahora que tenía mártires. Que ese grito orgásmico era más bien un grito de guerra. La señal que todos esperaban para salir a la calle a repartir mordiscos, patadas, lanzar zapatazos, clavar uñas, arrojar agua y aceite hirviendo por las ventanas. O a sí mismos, de ser necesario.

El único registro en video que se tuvo de este final apoteósico –del Experimento, que también fue el de la tiranía- lo tenía yo. Único en grabar el episodio por saber exactamente lo que iba a pasar. Ahora soy dueño absoluto de un emporio que administra todos sus derechos de exhibición y distribución. Aunque, claro, el 30% de las ganancias van a parar a una obra benéfica que tuve el buen corazón de crear: La Fundación Cacho-Rita por La Paz La Libertad y el Desarme Mundial.

6 comentarios:

un tordo dijo...

te cuidado. esa cinta se autodestruirá en cinco minutos.

Ophir Alviárez dijo...

Te pasaste...!!
Desbordas hasta a la imaginación, Hombre de Viento...

;)

OA

Black Hollow dijo...

Es cierto, te pasaste!
es el final perfecto.
bravo, bravo! una vez más y al infinito!
Abrazos.

Israel Centeno dijo...

Amigo Urriola, acá hay algo de Bradbury y mucho de Kennedy o' Toole; gracias, hoy he redescubierto a la catársis como acto purificador. La Fundación Rita-Cacho para la paz, está de un Tarantino explosivo, es hora de comer helado de chocolate, ah, y de pensar en aquel verso de Darío pero traspolando nombres: en vez de Margarita. Nohely:

Nohely, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu acento:
Noehly, te voy a contar
un cuento: ...


Salud y a filmar

Ophir Alviárez dijo...

Israel, ese es uno de mis poemas de "cuna". Lo recitaba mi mami cuando estaba muy chiquita y aún ahora, puedo recordalo. Me despertaste, sí y lo agradezco.

Thks,

OA

Israel Centeno dijo...

qué bueno, Ophir, a mi me encanta ese poema de Darío; también de cuna.