sábado, 9 de septiembre de 2006

Por un poco de sangre

Festivales de cine fantástico hay unos cuantos. Ninguno como Bruselas. Porque al de Bruselas la gente se va disfrazada al cine: de hombres lobo, de vampiros, de momias, de Godzilla, de Ultraman, de María -la robot de Metrópolis-. Porque la gente desde la butaca le grita a los protagonistas allá sobre la pantalla: “¡Cuidado, está detrás de ti!” o “Luke, imbécil, Darth Vader es tu padre!. Y cada vez que aparece una escena con la luna llena el teatro completo hace “Auuuuuuuuuuu” durante varios minutos. Es el único festival donde he visto lanzar zapatos a la pantalla cuando no gusta la película. Y donde se colean zapatos durante toda la función a algunos infelices que deben esperar al final de la sesión para irlos a buscar al fondo de las papeleras. Es como un espectáculo de teatro medieval, donde todos tienen derecho a interactuar con los del escenario. Todo comentario irrisorio es vociferado a todo gañote para que todos puedan reír. Y donde la gente entra y sale con cervezas de la sala, cuidando de dejar siempre la puerta abierta para que todo el mundo grite durante toda la función: “¡La puerta, cabrón!”. En pocas palabras, nadie va en Bruselas al cine a ver una película, la gente va a una fiesta donde todo eso se vale, a pasar dos horas en la oscuridad haciendo todo eso que se supone que no puedes o deberías hacer en un cine. Y cuando te acostumbras al desmadre acabas riéndote y hasta lanzando algún zapato que más tarde, a lo mejor, encontrarás ( y si no, pues te llevas otro que te calce).

Pero lo que más me llamó la atención del Festival de Cine Fantástico, Horror y Ciencia Ficción de Bruselas fue un curioso ritual que se repetía justo al principio de cada proyección. Alguien entre el público gritaba con todas su fuerzas algo en un idioma incomprensible (yo diría que flamenco, aunque pudiera ser en un francés impenetrable): “Uuulalalá, lalala la lá”. A lo que la sala entera respondía a coro con idéntica euforia e impenetrabilidad: “Lalala lala lalá”.

Me pasé dos semanas atónito escuchando ese ritual varias veces por día y siempre olvidaba preguntar qué demonios significaba. Quién gritaba, qué decía, qué le respondían, por qué lo hacían.

El último día de festival, ya despedidos los amigos que allí hicimos, ya a punto de subir al taxi que nos llevaría al aeropuerto, me devolví desde la puerta del hotel y corrí hasta la sala de periodistas donde apenas quedaba Thibaut Dopchie, un joven belga que hacía de jefe de prensa. Y entonces le pregunté casi sin aliento qué significaba el dichoso ritual. A lo que respondió:

- Pues hoy día ya casi nadie sabe por qué lo hacen. Casi nadie recuerda el origen. Yo lo sé, porque me lo contó mi padre que fue de los fundadores del festival hace 20 años –se acomodó los anteojos, puso cara de estar revisando el fondo de la gaveta de su memoria infantil -. La apertura del primer festival de Bruselas en 1983 estuvo a cargo de una película cuyo nombre nadie sabe ni recuerda. Era una mierda de película. Una mierda absoluta. Pero tenía una frase genial, hacia el final, y eso fue lo único que quedó grabado en la memoria del público. El protagonista, despedazado, a punto de morir, suspira: “Yo solamente quiero un poco de sangre… aunque sea la última vez”. Y eso, exactamente, es lo que repite el público. Alguien grita: “Yo solamente quiero un poco de sangre”, a lo que todos responden: “aunque sea la última vez”.

Di la gracias, un último apretón de manos, corrí a reunirme con mis colegas. Subí al taxi convencido de haber aprendido algo hermoso. Que a veces, muy de vez en cuando -para mí mismo, en silencio- repito al principio de ciertas funciones. Como si yo también con ese sortilegio condenara a la película a ser memorable.

9 comentarios:

Unknown dijo...

muy interesante el festival de cine, me imagino si eso fuera aquí en venezuela, la jodedera no se acabaría nunca, además de que pasaríamos por salvajes.
Saludos

Black Hollow dijo...

Se contagia la emoción de ese público. Envidio la experiencia. Tal vez, ese grito de "quiero más sangre, aunque sea por última vez" lo lancemos todos en algún momento de la vida, o en muchos, si es posible.
Fantástica narración José, como siempre.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Que interesante. Parece que hubiera estado contigo viendo el espectáculo y oyendo el grito. Me encanta tu relato y descripción tan gráfica como siempre. La disfruté mucho.

mercedes grosso dijo...

Ah pero que catártico! no tenía idea de la existencia de tal festival. Y con lo del poco de sangre... pues me siento aludida.

Jesús Nieves Montero dijo...

si a eso se le suma la magia sencilla y directa de ver la imagen en movimiento, el placer cinematográfico se potencia...

voya ver si alquilo cinema paradiso para verla otra vez...

salud!

j.

Clavel Rangel dijo...

Jeje! Algunos lo llaman libertad de expresión.

Jose Urriola dijo...

Loco: Si ese festival lo hicieran en Venezuela además de hombres lobos, momias, vampiros y Godzillas, mucha gente se disfrazaría de Chávez que es la cosa más monstruosa que existe (al menos para más de la mitad de la población).

Sony: Creo que exactamente eso es lo hermoso del grito: lo mínimo que le podemos pedir a una obra hecha por un artista es que nos salpique con un "poco de su sangre".

Mi querida anónima: quiera el cielo que sigas disfrutando y riendo conmigo durante muchísimos años más.

Puro teatro: El vértigo del teatro (tú lo sabrás mejor que yo) es que la pura técnica no basta para ganarse al público, hace falta aderezarla con un toque de tu mejor sangre.

Jesús: Salud por el cine y por esos rituales que lo siguen haciendo grande.

Nelke: Además de libertad de expresión otros le llamarán a esto "gozar bien y barato".

Abrazos para todos y gracias por dejar constancia de su paso.

Catalina dijo...

Interesante! me recuerda a Fantastic horror picture! (creo que asi se llama....)

SiempreBuena dijo...

fuera del tema: voy camino al icrea para pre inscribirme en el psec