Mamá, que es la persona más buena y noble que conozco (lo juro, no es porque sea madre mía), siempre se preocupó horrores por ese naturalísimo talento que tiene su hijo menor para que se le acerque gente extraña.
Debe ser que les parezco simpático, acaso inofensivo, puede que me vean como un tipo más bien buena nota; aunque más de una vez he llegado a pensar que lo que pasa es que reconocen cierta afinidad esencial entre ellas y yo.
Contaré esta historia que alguna vez juré (sobre todo a mí mismo) no repetir a nadie, mucho menos a Mamá porque se iba a preocupar muchísimo.
Estaba yo recién llegado a Barcelona, apenas mi primera semana, en el infernal verano del 2003. Hacían unos buenos 32 º a la sombra, y al sol los termómetros rayaban los 40º. Eso, combinado con la humedad típica de la ciudad, daba la sensación de estar permanentemente en una sauna finlandesa, o estar recién salido de la ducha y caer directamente en una cocina donde alguien dejó la puerta del horno abierta. Sudor y sopor omnipresentes, aunque estés sentado y a la sombra.
Me voy a pie hasta la playa, andando a pleno sol con mis audífonos a todo volumen, armándome un video clip personalísimo a cada paso, sacando mi balance particular entre lo ganado y lo perdido. Me siento en un banco de Barceloneta frente al Mediterráneo, azulísimo, con su tendencia al letargo, como un viejo jubilado cansado y gruñón; tan mar pero tan distinto al Caribe nuestro que es como un adolescente que quiere correr olas y aprender a surfear.
Estoy perdido en mi autorreflexión, debatiéndome entre el optimismo y la melancolía, cuando veo con el rabillo del ojo que tengo a un compañero de banco sentado al otro extremo. Parece un tipo normal y corriente, cercano a los 30, con tendencia a quedarse calvo, camisa a cuadros, jeans. A los dos minutos veo que el tipo se ha deslizado y lo tengo sentado apenas a un metro. Sigue la canción, me voy poniendo tenso, el tipo se desliza unos centímetros más hasta que me toca al hombro. Suavecito. Con dos dedos:
-Oye, perdona… ¿te puedo oler los pies?- Me dice, casi susurrado, a la oreja.
-Coño… ¿qué?- Respondo yo, quitándome los audífonos y diciéndome a mí mismo: “Tranquilo, pana, seguro que escuchaste mal. Tienes que haber escuchado mal”.
- Que si te puedo oler los pies, tío, pero cinco minutillos y ya. Anda, colega- Repite el del footfetish con toda naturalidad.
Me chorreé, me temblaron las manos. “Coño, Dios mío, pero por qué yo. Por qué me tienen que tocar a mí estos panas con sus fetiches chimbos. Imagina tú olerme los pies, y para rematar con esta sudadera del verano”.
Y entonces me armé de valor, intenté modular mi tono más neutro, el más digno, sobre todo el más aplomado. Y he dicho una de las frases más insólitas que se me ha ocurrido en la vida jamás:
-No, gracias… no estoy interesado – Así, tal cual. Como si me hubiera propuesto hacerme una encuesta o participar en una rifa.
Me puse de nuevo los audífonos, subí el volumen hasta el máximo con la esperanza de que con eso bastara para anular la cruda realidad circundante. Cuando volteé el tipo ya se había ido, a olerse otros pies.
Hoy la viejita escucha el cuento y se ríe. Ríe de buena gana. Afortunadamente yo voy aprendiendo a hacer lo mismo.
9 comentarios:
Que alegría debe sentir tu viejita al leer el comienzo del capítulo cuarto, no todas las madres se dan ese lujo.
El resto de tu relato me hizo reir a mandíbula batiente.....
¡Cómo hay gente rara en este mundo!nunca perdemos la capacidad de asombro.
Feliz arranque de asertividad...enhorabuena..sólo deseo que esa actitud te acompañe SIEMPRE.
Saludos
Cóño es verdad, lo más perturbador de la historia es el no gracias. Como escondiendo el halago grandísimo de haber atraído a un hombre sólo por el olor de tus pies sudados.
()Estos europeos y sus vainas liberales. Cuándo en la vida.
jajaja de pana que tu respuesta es lo más incongruente y gracioso del asunto. Y lo peor es tu reflexión: olerle los pies en pleno verano? jajaja que importancia tiene el clima o la estación ante semejante rareza de oler pies jejeje me has hecho reir bastante
Saludos
Puede que sea un buen negocio:
- "Se dejan oler pies" -
JAJAJA, Simplemente genial, Jose creo q solo a ti te ocurren historias tan excentricas y graciosas, insisto, tienes q publicar un libro q incluya todas estas anecdotas, la respuesta q le distes a tu amigo fetichista q se moria por olerte los pies, ademas de insolita, creo q fue la mas acertada jaja, por lo menos demostrastes una tranquilidad pasmosa q no sentias jaja, ojala se te sigan presentando estas situaciones y por supuesto q sigas compartiendo con tus asiduos lectores .BYE ,BYE.
que risa......tal vez la historia es esta: Es un tipo a quien le gusta estudiar las reacciones de los otros porque:
1. Es un estudioso de la psicologia humana (o es un psicologo)
2. Esta reuniendo informacion para una pelicula
o sus amigos estan escondidos en alguna parte viendo a ver si gana la apuesta.....
o simplemente le gustaron tus pies :)
si, lo mas comico es la respuesta.....como si te estuviera ofreciendo "un servicio". tal vez es eso....el olor de pies sudados se va cuando alguien los huele!
pues si tus pies son lindos esteticamente de repente a mi tambien se me antoja olertelos y sentir el rico olor a queso entre los dedos, ja, ja.
Luego de repente me provoca lamertelos. ja.
bueno seguramente tus pies atraen mucho!!!
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