viernes, 20 de octubre de 2006

Y tú ¿qué tan atractivo?


A mí los indigentes siempre me dieron un poco de miedo. Me imagino que fue por aquello que me tocó ver un domingo, siendo niño, cuando regresábamos mis padres y yo de visitar la Librería Suma andando por el boulevard de Sabana Grande. Veníamos ya a la altura de Chacaíto, por el cine Broadway, cuando en eso vimos a un indigente salir enfurecido de un callejón a la derecha, y sin ton ni son, de sorpresa, le ha encajado un bofetón arranca cabezas a la señora que caminaba justo delante de nosotros. La señora se fue al suelo, papá ayudó a recogerla, mamá dijo: “un loquito”, yo vi al tipo alejarse todo silueta sucia siguiendo su camino, vista al frente, con paso tranquilo como si nada hubiera pasado.

Muchos años después descubrí que el homeless es uno de los temas recurrentes en las novelas de Paul Auster. Y me contagió esa fascinación que tiene por indagar qué exactamente puede haberle ocurrido a una persona para que rompa de manera tan radical con la vida que llevaba hasta ahora, con la sociedad, consigo mismo, hasta convertirse en sujeto callejero. Ese individuo que alguna vez fue el vecino de al lado, que se fue haciendo más y más huraño, que de pronto salió de su casa obsesionado por hallar una verdad y se fue quedando en la calle, habitando el contenedor de basura al fondo del callejón, comiendo aquello que los demás ya no han querido comer, armándose con retazos ajenos -y con capas de desechos encontrados por allí- una nueva identidad.

En Chicago, en el 221 de la calle Dearborn, zona norte, queda un hotel cuyo nombre no logro recordar. Y al lado del hotel hay un callejón sin nombre donde vive Mark. La primera vez que se me acercó estaba yo esperando un taxi y conversando con Anthony, el portero del hotel -un negro americano típico que bien podría tener una banda de hip hop pero que optó por ponerse un traje de botones y aprender más del cine de Almodóvar y de Eliseo Subiela que cualquier crítico sesudo-. Veo con el rabillo del ojo que se acerca el indigente, con paso sereno, arrastrando capas y capas de ropa mugrienta, bebiendo una pepsi en lata que alguien más había sorbido previamente. Me pongo tenso, cierro el puño dentro del bolsillo y aprieto contra la palma un montón de monedas. Seguro que viene a pedir limosna, o a soltarme un golpe al que me pienso adelantar. Porque en esos instantes, a la hora de la chiquita, mandan los recuerdos infantiles sobre cualquier lectura amigable de Paul Auster.

-What’s up, Mark? – saluda Anthony.

Pero Mark no sabe, no contesta. Soy yo quien le interesa. Y entonces me dispara con todo su aliento matutino la gran pregunta:

-Hey, you… Do you feel attractive?

Yo me quedo congelado. No sé qué responder. No tengo una respuesta para eso. Me imagino que la respuesta obvia es no. Aunque no sé, imagino que esa pregunta amerita una respuesta igual de ocurrente, acaso igual de extraña.

- ¡Mira, papá, vente que llegó el gran taxi!- grita Richita ya con un pie adentro. Y una vez más Richard me salva de una de las que no sé cómo salir. Subo al taxi como con culpa, sintiendo los ojos del homeless clavados en la nuca.

A Mark lo volví a ver todos los días que duró el festival. Pero me encargué de evitarlo, de escabullirme. Mientras hacía entrevistas en el lobby del hotel lo veía a él del otro lado del cristal haciendo su propia entrevista. Me imaginaba que a todos abordaba con la misma pregunta: “Hey, you… Do you feel attractive?”. Algunos huían despavoridos, otros se reían, otros daban por respuesta puñados de monedas y billetes arrugados, los más valientes contestaban algo al viento y apuraban el paso.

Solamente vi a Richita conversar con Mark. La única persona con la que sostuvo una conversa tan larga como la longitud del Chesterfield que fumaban. No sé en qué idioma lo hacían, pero charlaban, estoy seguro. Y se reían. Que yo sepa Richard no hablaba inglés y dudo enormemente que Mark machucara el español. Estuve a punto de dejar hablando solo al fastidiosísimo Román Chalbaud que se vanagloriaba de su igualmente fastidiosísima “Pandemonium, la capital de infierno” para salir corriendo a enterarme de esa conversación al otro lado del vidrio que me interesaba muchísimo más. Pero nunca dejé a Chalbaud hablando solo y tampoco pregunté a Richard qué y cómo carajos hablaba con el indigente.

La última vez que me crucé con Mark fue de nuevo en la puerta del hotel. Esta vez el encuentro fue a solas. Se me acercó con una sonrisa confiada, como diciendo “hoy no te me escapas”. Y de nuevo disparó su frase del abordaje.

- Hey you… Do you feel attractive?
- Not really. Just for very special people (La verdad es que no. Sólo para gente muy especial)- Le respondí a manera de chiste. Sonreí, le hice un guiño de ojo.

Se rió con toda la amplitud de su boca, con toda la magnitud de los gruesos agujeros entre sus tres dientes aún en pie. Me despidió con la mano y se internó en su callejón donde aún retumbaban sus carcajadas.

A veces sueño despierto con que me encuentro de nuevo a Mark en un callejón de una ciudad cualquiera, y que me hace entrega de un diario tan sucio como entrañable. Su diario de notas personal. Adentro están escritas con su puño y letra todas las respuestas insólitas que obtuvo a lo largo de la vida con su particular encuesta callejera. Y en la última página seguro estará transcrita su increíble conversación con un tal Richard.

9 comentarios:

Jesús Nieves Montero dijo...

interesante esa figura del homeless... de hecho, más aún en la cultura americana, la de los shelters... no sé si has visto esa extraña peli independiente de título sunday sobre un hombre que es despedido de su trabajo, termina en un shelter y comienza una relación amorosa en medio del desastre...

otra evocación: chesterfield, con la chesterfield hour que contaba con glenn miller como estrella...

salud!

j.

Anónimo dijo...

Sin duda, hay que aprender las lecciones de humanidad y cristianismo que nos da ese personaje ya célebre de tus relatos.
Pensando con sinceridad yo hubiera reaccionado con miedo y rechazo frente al indigente Mark.
Como siempre,me encantó tu trabajo, Ojalá lo pudieras seleccionar para que quede en un libro, para el disfrute de los que no pueden llegar al blog.

Anónimo dijo...

Señor José comparto esa relacion de terror y fascinación con los homeless, y creo que una es consecuencia de la otra.

Sin embargo no me he conseguido uno tan charming como ese de Chicago que menciona, el más pintoresco lo conseguí en los Palos Grandes y disque venía de New York...

Además le informo que le puse tarea en mi blog, es un ejercicio interesante ;)

EBE dijo...

¿Sabes algo curioso y fascinante de tu blog?
Es un "no se qué" que me atrapa... supongo que es el resultado del delicioso fogueo de tu trabajo...te ha dado un "tumbaito" epistolar que convierte tus reseñas en extracto de "cannabis" -lease adicción total-....
Ahora no me queda más que esperar un batacazo de tarea "monérica"

Jose Urriola dijo...

Jesús: No he visto Sunday, pero sabía de ella y de verdad que me has puesto una tarea, tengo que verla.

Mi estimada anónima: Muchísimas gracias por tus gentiles palabras, tus buenos deseos y tu apoyo sostenido. Lástima que publicar en este país siendo criollo es tan difícil como "tejer una cuerda de arena" (como diría Borges).

German: Responderé a su tarea aunque me haya Ud puesto a sudar gotas de sangre y tinta. Gracias por incluirme en ese experimento.

Cabina: Procuraré con modestia seguir extrayendo lo mejorcito de mi cosecha para poder merecerme eventualmente un comentario tan "sonrojante" como el que Ud. me ha obsequiado.

Karina Falcón dijo...

Me agradó bastante este post. El homeless y las muchas historias que debe cargar a cuestas.A veces me gusta imaginar la vida detrá de las mujeres indigentes. Es una rara manía que tengo cuando voy en el auto y tra el vidrio un mundo ajeno y tan referente a mí... A veces imagino que una de ellas alguna vez fue escritora y se enamoró y se desenamoró más de cien veces y cuando se cansó decidió irse lejos... A un lugar donde nadie supiera su identidad, donde la gente que la mirara pasar le inventara una vida y la llamara por algún nombre

Anónimo dijo...

El pana juiiiiiiiiiiiiiiiiceeeeeeeeee. Este cuento me parece genial. Muy bueno la verdad. Ese y otro que no recuerdo sobre un tatuaje tienen que publicarse tarde o temprano. Me imagino que hay otros, ya que no he podido leerte con calma. Suerte

mercedes grosso dijo...

A estas alturas del partido se me hace imprescindible que Yuraima (la humana) y Richard, se conozcan.

Catalina dijo...

Muy interesante este post...tenemos la curiosidad de saber: que paso?, a veces la respuesta es simple...en algunos lugares los vinculos familiares son muy debiles o inexistentes...y si uno pierde su trabajo...pues a veces se encuentra "literalmente" en la calle...a la gente a veces le da pena pedir ayuda en ese momento y a veces simplemente no la consiguen, siempre he pensado que cualquiera que no tenga apoyo familiar o de amigos muy amigos puede estar un dia en esa situacion...

Tambien esta la gente que se aisla de la sociedad porque tienen problemas o quieren simplemente, pero no creo que sean los mas...

Yo nunca ignoro a los mendigos, a veces uno tiene miedo, es cierto...pero yo siempre me digo: podria ser yo...es cierto que hay locos y agresivos, pero tambien los hay que no son "homeless"...:)

He hablado con algunos, en La Guaira habia un señor viejito, simpatico, vestido en flux, con un palo...se sentaba a hablar conmigo y mi sobrino de 3 años en la escalera de mi casa, de cosas...nunca nos pidio nada...